domingo, 5 de octubre de 2008

La Universidad, vía deformadora y desinformadora


Iván Sandoval, psicoanalista y académico quiteño, publicó el 30 de septiembre del 2008 en EL UNIVERSO, un artículo titulado: Posgradomanía. En esta publicación se revelaba la deficiencia educativa en el Ecuador, y se tomaba como ejemplo flagrante la especialización de la educación superior, el posgrado.

Sandoval califica al posgrado como un confirmador deficitario del escueto profesionalismo ecuatoriano, es decir, así como se dice que en la secundaria se llenarán los vacíos que se perpetuaron en la primaria, el posgrado lo será de la universidad. Este argumento concuerda ahora, primero: que para cualquier tipo de oficio, debe existir un certificado, y éste es entregado por el alma máter; segundo: si es que no se tiene la certificación que otorga el nombramiento de perito en aquélla profesión, no se podría trabajar, uno moriría de hambre. Entonces nos encontramos frente a un mercado profesional y un mercado de profesiones, la educación, y su mediador, el dinero.

Ser profesional de tercer nivel no es suficiente, hay que comprar el posgrado.

Las universidades y su enseñanza mediocre sólo tienen una meta, que compren el posgrado. Los posgrados se venden. Sin embargo también, esto podría estar cruzando por una ingenuidad administrativa, burocrática, docencial, universitaria.

El profesor universitario no estaría interesado por ningún motivo que su estudiante aprenda algo. Su interés está en establecerse seguidamente como figura de autoridad, poder y saber. Los borreguitos tienen que cumplir lo que dice el profesor, tienen que rendir pruebas sobre el conocimiento recibido por el “maestro”, no hay opinión distinta, no hay espacio para nada nuevo, hay que someterse a los barbarismos que dicta el profesor.
Un profesor se mostrará como amo del saber, enseñará lo que a gracia le plazca. El saber del profesor no consiste de manera alguna en establecer una práctica de enseñanza, sino una figura de poder. Éste es sin más reparo, la imagen que se celebra en un aula de universidad, un profesor que lo sabe todo, que es dueño de la verdad, que se enfrenta a un alumno que no sabe nada. La enseñanza se convierte en un verdadero drama, que persigue un ejercicio de poder. Ionesco dramaturgo y escritor francés, en una de sus mejores obras, La Lección, relata la historia de una estudiante, en cómo el afán de aprender se transforma (por obra del profesor) en disgusto. Antes ella inteligente, se volvió estúpida y afásica. Se observa esta escena, mientras que por parte del profesor se manifiesta un odio sádico disimulado por la idealización de la estudiante, en la que es preciso, dirá el profesor, matar la acumulación de ignorancia. Se observa aquí (si no me cree verifíquelo en lo cotidiano) cómo puede pervertirse una relación educadora, y si se quiere, de formación.

El día siguiente a la publicación de Iván Sandoval, en el mismo diario se publica un anuncio de un posgrado: el de Psicología Organizacional, dictado por la facultad de “ciencias” psicológicas de la universidad de Guayaquil, y dentro de sus módulos constan dos programas que coincidencialmente concuerdan con dos de las materias que rigen en la carrera del mismo nombre del posgrado. Este posgrado tiene un valor de $4,300, y claro, la idea se vende como una inversión que harán los estudiantes.

A propósito de la carrera de Psicología, ya pronto no habrán graduados de psicología clínica, organizacional, ni educativa o rehabilitación, ahora, la carrera de psicología será un propedéutico llamado: Psicología Generalista, una carrera que tiene duración de cuatro años, y si usted quiere la especialización, tendrá que seguir el posgrado, que obviamente, ahí se vende.

A todo esto queda decir que, lamentablemente vivimos en un mercado, donde todo se mueve por su valor de uso y de cambio. Los seres humanos somos mercancías emitidas por la universidad, allá a ese gran vacío llamado sociedad. Y si no nos sometemos al mercado, no quedará más que, el saber.