"Los hombres que se acostumbran a
preocuparse
por las necesidades de unas máquinas,
se vuelven insensibles respecto
a las necesidades de los hombres."
Isaac Asimov
(Lucky Starr y El gran sol de Mercurio)
Cuando se habla de la práctica
psicoanalítica, lo que evoca el título del texto con respecto a lo cyborg, es desde un cuestionamiento
personal que surge desde mi propia práctica.
Sencillamente este esbozo trata de la sutileza en la escucha del acto
analítico, más el acto siguiente que un analista hiciera sobre un sujeto que no
solo es posmoderno, sino uno neo-subjetivado,
que podría bien llevar el nombre de cyborg[1],
por los usos de los llamados gadgets como
extensión de su ser, que agotan la falta en ser.
Quiero contextualizar lo cyborg como una sustancia inacabable y
fuera de tiempo leída como web infinita –de
la misma manera como Freud caracterizó al inconsciente en 1915 como
atemporal y sin conexión con la realidad–, que a su vez se encuentra en un punto
álgido en lo que continúa siendo la historia del hombre, sin embargo aún no en
su clímax. Fernando Broncano[2]
nos menciona que todos somos cyborgs en
la medida que nos valemos de cualquier objeto para enfrentarnos al mundo;
objetos que son prótesis. Desde la ropa para vestir, hasta la flecha para cazar
y herir; desde una creencia, hasta el mismo lenguaje.
Esta visión sobre que todos posiblemente
somos organismos cibernéticos[3],
no se aleja mucho del sujeto con extensiones tecnológicas posmoderno. Se pone en entredicho a un sujeto en (ex)tensión, sin demanda de reconocer el
inconsciente, aunado en lo infinito de la virtualidad, en la estructura
maquínica, determinante incluso para el (des)encuentro con el otro.
Cómo no preguntarse por una suerte de
evolución de la máquina y plantearlo como algo además que se dirige a un infinito,
más aún si se habla de lo informático, si la máquina como tal desde lo más
primitivo -como prótesis o herramienta-, está desde el inicio de la criatura
humana acompañándola a lo largo de la evolución, con la única diferencia en que
el hombre muere y la tecnología avanza con personalidad propia, incluso
ubicándose fuera de la biología.
Podemos hacer un aterrizaje y a la vez mencionar
que abordar el tema solo con la teoría del gadget,
podríamos incurrir ahora en un reduccionismo contextual. Sin embargo, se puede
dar a los términos máquina, tecnología, artefacto y gadget, casi un mismo estatuto en esta línea de investigación. Lacan
cuando hace mención del discurso capitalista, lo trae a relucir para darle el
valor de falso discurso porque no produce lazo social.
El sujeto se dirige al saber de la
ciencia esperando algún objeto a cambio, colmándose, envolviéndolo en un goce
solitario, sin nada que se interponga en medio.
Trato aquí de discernir que no hay una entelequia como tal (la ciencia). La producción de una artefacto es dado por un
mismo sujeto en falta, ayudado a su vez por otras prótesis y/o artefactos, para
producir un artefacto/tecnología/máquina, que al mismo tiempo es aglutinante,
codifica estructuras relacionales y simbólicas, son un significante Amo.
La propuesta es: un $ que mantiene un
saber S2 (un científico, un ingeniero, un artesano)
produce un significante que implica capacidad, posibilidad de existencia y
relación con el otro. Así:
El objeto causa un sentido y produce
interpretación, independientemente que sea una herramienta o no. El artefacto bien puede tener su propia
autonomía[4]
sobre su utilidad y sus formas de uso, en cuanto a utilidad y ocio.
Desde una teoría normativa, un
artefacto, que del latín: un hecho del arte, un hecho, una verdad, pueda
producir lo simbólico, es lo que está en cuestión.