sábado, 17 de junio de 2017

¿Por qué teatro y psicoanálisis? y ¿Por qué un hombre murió a puntapiés?**

Invitación



Esta obra en particular, la adaptación del cuento de Pablo Palacio, me llama personalmente la atención por la relación del método indiciario ­­­­­­­–es  decir de paradigma indiciario– con que se formulan las conjeturas, el mismo método que empleará Sigmund Freud o Sherlok Holmes para hallar “lo ominoso”: el método que va “de lo menos conocido a lo más conocido”.

Tomo licencia para hablar justificándome con dos líneas que voy a trazar en cuanto la presentación de Aarón, en equivalencia con el trabajo de un psicoanalista… teatro y psicoanálisis.

¿Qué es la subjetividad sino lo más íntimo del sujeto?  En pocos lugares se asoma a cielo abierto, a cuerpo desnudo.  Sucede en el psicoanálisis en el lecho divanístico y en el teatro en la patria actoral.  No desdeñemos que la subjetividad puede ser acallada por cualquier banalidad, entre éstas, talleres de coaching o desarrollo de la creatividad.

Vi el corte, el mismo que puede haber en una sesión de análisis, está a filo en la obra. 

El corte solo es posible en espacios de intimidad y complicidad, entre psicoanalista y psicoanalizante… acá ente actor y espectador; solo es posible si tanto un psicoanalista, como un actor,  tienen un trabajo sobre su inconsciente y que dentro de la práctica –psicoanalítica o actoral, respectivamente-, está a la espera del surgimiento del inconsciente del público analizante.

Un Hombre Muerto a Puntapiés puede ser llevada al teatro por cualquier actor, independientemente de la escuela actoral que sea, sin embargo diferirá de lo que salga de sí sobre su trabajo subjetivo... es lo que nos hará corte.  Igualmente, cualquiera puede autorizarse como psicoanalista, independientemente de la orientación lacaniana que elija, su trabajo subjetivo es el que oye cuando hace corte, cortadura que no es arbitraria; recordemos que un mal corte puede desanudar un lazo.


La obra de Pablo Palacio es el acero, Aarón Navia es las tijeras y nosotros el papel.





Carlos Silva Koppel


**Se presenta en el Microteatro hasta Julio del 2017. 

domingo, 11 de junio de 2017

Sobre la nueva movida política pos lacaniana liderada por J-A. Miller

Sadique, la religión del psicoanálisis emprende la cruzada

Sadique (sádico), en el francés hay una cercanía homófona con Zadig. ¿Es que ha sido mordido, Miller, por la bestia voraz de la ambición? Es decir, por otra bestia voraz; Miller ha estado siempre en la palestra de la teoría lacaniana, la heredó, la tomó... detentando el discurso, autorizando, administrando -bajos sus telares de escuela- a l@s analistas que siguiendo su ejemplo, responden más a cuestiones de castas y sensibilidades políticas y de estatus, que de enseñanza y sostenimiento de un discurso.  Lo dice, nombra las escuelas, las únicas que hay en el mundo para él.

Sus palabras finales a este escrito son de terror: "inscribir para siempre la enseñanza de Lacan en el discurso universal", es decir, el Lacan que él ofrece, es decir él como cruzado que legitimó a Lacan: 1. como si Lacan lo necesitase, 2. como si en Miller se halla a Lacan.  Su mejor idea es a través de una militancia, una militancia corriente cualquiera, que no tiene que ver con escuela, ni enseñanza, sino con una intromisión politiquera del psicoanálisis en la coyuntura. Por otro lado, tanto "Universal" o "para siempre", son categorías que constantemente se trabajan en el psicoanálisis si no en más, para deconstruirlas.

Sabemos que "empezar desde cero" dejando lo que le antecede intacto, sin tomar en cuenta un retorno, es ingenuo, o solo tiene licencia para quienes encarnan esas luchas para ser recordados por la historia.

Miller dice que retornará al Miller1... ¿es un alivio?. Propongo que vayamos al Lacan 1.


El "renacido" Miller, es sin duda un evento que va con todo. ¿Qué es esto sino una fiel muestra mesiánica deschavetada? El espíritu de cuerpo es impresionante, a un nivel de bloque partidista; no hay intervenciones que apelen a una observación crítica de la cosa dentro, sino del tipo falacias o argucias retóricas que detentan los mismos analistas para zafarse de lo que los pone en entredicho, así como hacen los políticos.  O sea, hay un volcamiento a lo político para sostener al psicoanálisis, es decir ¿esa será la estrategia para hacer frente a las neurociencias o al marketing salvaje estragos de la globalización? ¿Qué dirán en el debate público/académico/científico/filosófico, alguna argucia retórica que apele a la persona y no a los contenidos?... el menosprecio, el viejo truco provinciano.

¿Hacer algo? ¿Se puede hacer algo en realidad o son ideales que responden a propias fantasmáticas? ¿O es estudiando como se sostiene el discurso? 




Carlos Silva K.