Luego de que en la
Argentina la ley de despenalización del aborto ha pasado favorablemente, me
siento un poco con más soltura para traer al estrado algunos
planteamientos. Cuestionamientos que me
han surgido a lo largo de este recorrido que no intentan ser, ni de cerca, una
provocación para ninguno de los colectivos que están a favor o en contra, sino
una respuesta de ideas a otras ideas, pero no exentos de discrepancias. Así que, si las intenciones sobre este tema
es entrar en una guerrilla política o ideológica con quien escribe, puede dejar
de leer en este momento.
Por
mi formación psicoanalítica —lacaniana—, me he pensado cómo alimentar o
desnutrir este debate sin necesidad de plantear a un impensable “psicoanalista
de lo social” y cuidando en lo posible de no caer en el tedioso blablablá, del
que sé, ya están (estamos) un poco hartos, es decir, “teorizando esotéricamente”
nada más cuando hay en “concreto”, en juego, un debate donde se ventilan
conceptos de vida - muerte. Sino que a partir de la modesta formación que
llevo, leer la cosa en otra clave sin dejarse llevar por la marejada de la que
si no se sigue ahoga, me problematizo con los siguientes cuestionamientos,
partiendo de una lógica.
Hay
algunos argumentos en contra y a favor que podemos pensarlos más
hondamente. Los argumentos en contra,
que la mayor parte están impulsados por discursos religiosos no dan apertura a
mucho, por el baño de divinidad y dogma que manejan. O una somera visión
liberal se negará a la despenalización del aborto porque rompe el principio de
no agresión, en el lecho de agredir a quien no ha agredido; en todo caso al
enunciar a un “quien”, se puede asumir que ya hay sujeto ¿Lo hay? Por otro lado, los que están a favor, más
allá de seguir una fuerte corriente ideológica, al menos se asientan en bases
biológicas, estadísticas de mortalidad, otros supuestos liberales, etc. Hay que entender que estar en contra del
aborto no significa obligar a una mujer a ser madre, ni tampoco la despenalización
del aborto significaría en absoluto obligar a una mujer a abortar o a
instigarla a que lo haga.
Se
utilizan los argumentos de “consentimiento”, “defensa de la vida”, “decidir
sobre el propio cuerpo” y de aquí los invito a ir pensando cada una de estas
construcciones.
Si
el problema central radica en un asunto biopolítico que implica “el mandato
sobre el cuerpo” y más complejo aún si se cree un “propio cuerpo”, podemos
establecer la pregunta de ¿qué es un cuerpo? Y además uno ¿propio? Tenemos que
salir necesariamente un rato de la biología y de la usual biología lacaniana para poder problematizarlo. Primero que el cuerpo no es lo real, sino lo imaginario, como está planteado en La Tercera de Lacan.
La
relación del hombre, de lo que llamamos con este nombre, con su cuerpo, si algo
subraya bien que es imaginaria, es el alcance que tiene en ella su imagen y
desde el punto de partida, subrayé bien que era necesaria para eso de todos
modos una razón en lo real, (…) es que sólo la prematuración explica esta
preferencia por la imagen, que procede del hecho de que ella anticipa su
maduración corporal, con todo lo que eso comporta, por supuesto, a saber, que
no puede ver a uno de sus semejantes sin pensar que ese semejante le quita el
sitio, y entonces naturalmente, lo vomita. (Lacan, 1975, p. 18 -19)[1]
Quiere decir que en relación a que hay
semejante, hay cuerpo y que, dicho sea de paso, con respecto a ese vómito del
cuerpo del otro, se establece la imagen del “propio cuerpo”. Que el cuerpo sea imaginario quiere decir que
implica un engaño (Eidelsztein, 2015), es decir, que pensar que el cuerpo
suponga algo material y sustancial es un engaño sostenido por el sentido común,
la ciencia moderna y la cultura Occidental.
Si el cuerpo no está capturado en lo imaginario entonces sería como una
bolsa con un montón de órganos, como a la que se refería Lacan (2006) … es lo
que en algún momento podría considerarse a un embrión. Si fuera este el caso, el cuerpo como un
pedazo de carne solamente, una bolsa que contiene órganos y la demanda
contestataria va para suprimir el mandato sobre el propio cuerpo, entonces ¿no
se contradice este enunciado, ya que, un embrión, feto o como sea nombrado es
igualmente una bolsa de órganos sobre el que se tomaría una decisión? El problema ético de toda la historia ha sido
tomar decisiones sobre lo que carece o se excluye del lenguaje, desde el
quehacer sobre la naturaleza, hasta los proyectos eugenésicos.
“El propio cuerpo”, solamente puede ser
pensado en la medida de lo imaginario y en tanto, clave del narcisismo que en
Lacan es el yo es otro, o sea, el yo
inscrito en el discurso del Otro. Lo que
soporta el ideal de tener un propio cuerpo, es Otro, quien incluso es el que
inscribe en el discurso.
El amor propio es el principio de la imaginación. El parletre
adora su cuerpo porque cree que lo tiene. En realidad, no lo tiene, pero su
cuerpo es su única consistencia - consistencia mental, por supuesto, porque su
cuerpo a cada rato levanta campamento. (Lacan, 2006, p. 64).
El problema con el cuerpo es el engaño de la
percepción, es que lo podemos “ver”, “sentir”.
Pero en el estar inscrito en el discurso del Otro se determina qué se
es: hombre, mujer, gordo, trans, feto,
bebé, embrión o solo una bolsa de órganos.
Entonces, lo imaginario que se atraviesa con el sentido (perteneciente a
lo simbólico), es lo que diría si hay un “nuestro cuerpo”, “mi cuerpo”. Tres citas de Lacan del Seminario XXIII para
entenderlo mejor:
Solo en la medida en
que los seres son inertes, es decir, están sostenidos por un cuerpo. (Lacan,
2006, p. 107).
El psicoanálisis, en suma, no es más que cortocircuito que pasa
por el sentido - el sentido como tal, que hace poco definí
mediante la copulación del lenguaje, puesto que asiento allí
el inconsciente, con nuestro propio cuerpo. (Lacan, 2006, p.120).
Cuando Lacan dice aquí “copulación del
lenguaje con nuestro propio cuerpo”, se refiere al encuentro entre lo imaginario
y lo simbólico.
Relacionarse con el propio cuerpo como algo ajeno es ciertamente
una posibilidad que expresa el uso del verbo tener. Uno tiene su cuerpo,
no lo es en grado alguno. De aquí que se crea en el
alma, después de lo cual no hay razones para
detenerse, y también se piensa que se tiene un alma, lo que es el
colmo. (Lacan, 2006, p.147).
¿Se dan cuenta que Lacan da al cuerpo un estatuto de un objeto
cualquiera si no es inscribe en lo simbólico?
Es un objeto cualquiera, un pedazo de víscera, un mueble, si no copula
con el lenguaje.
Aquella confesión de Lacan (2006), al señalar que eso de tener
el cuerpo no sería más que, en un sin-sentido/sin estar en el lenguaje, tener
otro objeto cualquiera, es lo tremendamente fuerte. Lo que hace que haya cuerpo en tanto ser -no importa
si cuerpo, si feto o embrión, sujeto- es por estar representado por un
significante ante otro significante.
Que, por otro lado, un orden simbólico, o sea lo discursivo, hace que ello
exista.
Cuando una mujer pierde accidentalmente su embarazo (muerte
fetal), comúnmente se dice “perdió al bebé” y en lo posterior hay un duelo, se
dan pésames; y no se dice “perdió al feto” y no pasó nada. El colectivo a favor de la despenalización[2]
del aborto ha sostenido hasta la saciedad por medio de papers, investigaciones científicas, etc., que no se trata de un
bebé, sino de un embrión que no es un ser humano. Independientemente que ese saco de células
grasas y sangre sea o no un ser humano, es cómo eso se inscribe en un discurso.
Al hablar de “consentimiento”, ya estamos señalando que se trata
de un hecho discursivo. Además, que,
habríamos de reparar aquello que “el consentimiento” trae consigo y eso es que
no hay consenso, no hay consentimiento, es la fórmula de Lacan “no hay relación
sexual”, que nos obliga necesariamente a trabajar la cuestión del malentendido.
El idilio gira en torno a la vida, a sus postulados, a su
defensa…, etc., por parte de quienes llevan las dos empresas, a favor o en
contra, respectivamente. Lacan en La Tercera (1975) inscribe “vida” en lo
real, porque de esta no se sabe nada más que gozarla. Considerar que el origen de toda la vida
inicia con una asquerosa molécula, es impensable, imposible de imaginar. De esta manera se avizora que habrá rencillas
para largo entre los pros, los contra, a favor o demás… ya que, sobre lo real, habrá que cubrirse con mantos
ideológicos o divinos.
Por último y como una lectura personal: la estrategia de tomar como
ejemplo leyes aprobatorias o políticas de otros países, es como querer aplicar
el modelo de educación finlandés en Ecuador: traer profesores o llevar alumnos
¿funcionaría? Cada logro alcanzado en materia de derechos, debería
–técnicamente– responder al contexto de cada sociedad.
Carlos Silva Koppel
Twitter: @Filosofocar
Referencias
Bibliográficas
— Eidelsztein, A. (2015).
Otro Lacan. Buenos Aires: Letra Viva.
— Lacan, J. (2006). El Seminario, Libro XXIII El Sinthome.
Buenos Aires: Paidós.
— Lacan, J. (1975). La
Tercera. Lettres de l’École freudienne,
nº 16, pp. 177-203. (Traducción de Patrick Valas recuperada directamente de la
web).
[1] Traducción de Patrick Valas, archivo disponible
directamente desde su sitio web.
[2] Quisiera insistir en que veo diferencias entre
“estar a favor de la despenalización” y estar a “favor del aborto”. Me parecen planteamientos distintos.