Ir al cine ahora es más interesante que de costumbre. Principalmente porque se ha abolido el antiguo sistema de hacer fila para entrar a disfrutar de la película: pelear por los asientos, reservando puestos para amigos fantasmas o perdiendo tiempo de la película en la misma cola. Ahora uno puede escoger sus asientos, ya que estos se encuentran numerados.
Sin embargo, el nuevo sistema aún causa confusión entre los consumidores del cine comercial. La gente tiende a ocupar asientos que no le correspondían, ocasionando altercados en medio de la película, que por lo general podrían extenderse largos minutos. Siendo este un problema mayor, cuando la película es prometedora. Es un problema que sucede con todo tipo de público. En primera instancia pensaríamos que es una cuestión de “educar a la gente” o “culturizarla”.
Podríamos relacionar esto como una suerte de labor social, ejecutada por una corporación o una cadena de cines importante, por ejemplo. Este sistema de comprar los boletos numerados seguramente funciona bien en otros países, en base a un motivo específico: países del primer mundo, saben consumir mejor. Nos encontramos frente a un “educar a la gente”, para que puedan consumir mejor. Una labor interesante proveniente desde un dispositivo mercantil.
Somos testigos de este intento de educar a la gente dentro de un sistema de consumo, de una sociedad regida bajo las determinaciones del mercado. Más que una sociedad dentro del dispositivo de consumo, se entendería a la sociedad como sinónimo de mercado. Entonces podría decirse sin mucha dilatación, que respetar los límites o derechos del otro en esta sociedad, es saber consumir. Saber comportarnos como sociedad es: saber consumir de manera óptima, ordenada y eficaz. Cualquiera que esté dentro de la sociedad (entiéndase como sinónimo de mercado), debe saber consumir bien. Si no se está dentro de la sociedad, esa es otra historia. Pero se intenta sin embargo, que el sujeto sea parte de la sociedad de consumo, vehementemente.
El mercado, la corporación, quizá prepare mejor al sujeto para moverse dentro de los resquicios sociales, mejor que la escuela inclusive. Aunque la escuela prepara al sujeto para dejarlo instalado en lo social (en el mundo mercantil) y el mercado lo “educa”, para el buen consumir (que en nuestra tierra no sería el Sumak Kawsay, sino el Sumak Rantina); esto no quiere decir que no lo haga en demasía, sino todo lo contrario. En la escuela no enseñan a respetar los asientos dentro del cine. El mercado educa para que se consuma lo que brinda. Amoldar al sujeto, para que sea un buen hijo consumidor.
Super 8 por otro lado, es una película interesante.
Sin embargo, el nuevo sistema aún causa confusión entre los consumidores del cine comercial. La gente tiende a ocupar asientos que no le correspondían, ocasionando altercados en medio de la película, que por lo general podrían extenderse largos minutos. Siendo este un problema mayor, cuando la película es prometedora. Es un problema que sucede con todo tipo de público. En primera instancia pensaríamos que es una cuestión de “educar a la gente” o “culturizarla”.
Podríamos relacionar esto como una suerte de labor social, ejecutada por una corporación o una cadena de cines importante, por ejemplo. Este sistema de comprar los boletos numerados seguramente funciona bien en otros países, en base a un motivo específico: países del primer mundo, saben consumir mejor. Nos encontramos frente a un “educar a la gente”, para que puedan consumir mejor. Una labor interesante proveniente desde un dispositivo mercantil.
Somos testigos de este intento de educar a la gente dentro de un sistema de consumo, de una sociedad regida bajo las determinaciones del mercado. Más que una sociedad dentro del dispositivo de consumo, se entendería a la sociedad como sinónimo de mercado. Entonces podría decirse sin mucha dilatación, que respetar los límites o derechos del otro en esta sociedad, es saber consumir. Saber comportarnos como sociedad es: saber consumir de manera óptima, ordenada y eficaz. Cualquiera que esté dentro de la sociedad (entiéndase como sinónimo de mercado), debe saber consumir bien. Si no se está dentro de la sociedad, esa es otra historia. Pero se intenta sin embargo, que el sujeto sea parte de la sociedad de consumo, vehementemente.
El mercado, la corporación, quizá prepare mejor al sujeto para moverse dentro de los resquicios sociales, mejor que la escuela inclusive. Aunque la escuela prepara al sujeto para dejarlo instalado en lo social (en el mundo mercantil) y el mercado lo “educa”, para el buen consumir (que en nuestra tierra no sería el Sumak Kawsay, sino el Sumak Rantina); esto no quiere decir que no lo haga en demasía, sino todo lo contrario. En la escuela no enseñan a respetar los asientos dentro del cine. El mercado educa para que se consuma lo que brinda. Amoldar al sujeto, para que sea un buen hijo consumidor.
Super 8 por otro lado, es una película interesante.
Carlos Silva Koppel
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