sábado, 10 de febrero de 2018

Con tra(lo)bajo del psicoanalista




Inicialmente hay que contextualizar.  Es más o menos la situación que se ha dado en Guayaquil –quizá en el Ecuador– desde hace muchos años en cuanto al psicoanálisis, lo que es y  a su enseñanza.  Ninguno de los llamados intelectuales locales ha podido plantarse fuerte ante los postulados que se vinieron masticando e introduciendo sistemáticamente desde la universidad (aún hasta hoy) moldeando y con un discurso enamorador, seduciendo a los estudiantes con la teoría psicoanalítica que ahí se impartía, bañada con la suerte del misticismo y la verdad; y que esta serviría en la profesión de la psicología o como una puerta de entrada en la difícil labor de ejercer como psicoanalista.  Los intelectuales no lo han hecho, porque han comulgado con la postura del sentido común, de la forma, la evidencia, la experiencia, la substancialidad, el argumento disfrazado de ingenio, la pose - poesía... o por la simpatía.

La manera cómo se transmite el psicoanálisis es: Miller dijo que Lacan dijo o basánsdose en un Miller dixit, en el mejor de los casos, el Lacan dixit de Miller.  Sabemos los problemas que ello acarrea: Miller = Freud ≠ Lacan: "la escuela se hace milleriana diciéndose freudiana en el mismo momento en que afirma ser lacaniana" (1).  Y muy seguramente para zafar de tantos años de un discurso monogámico y tratar de definir X (el psicoanálisis lacaniano), haya que definir qué no es X (el psicoanálisis milleriano); es pertinente luego de tantos años de un embuste institucionalizado, feroz y metastásico.  No se trata por lo tanto de decir “quién tiene al verdadero Lacan”, sino, conocer de una vez a Lacan o al menos, al que no nos hemos enterado de que existe.  Porque así como se lleva hoy el psicoanálisis por los psicoanalistas de alguna reputación otorgada por otros, se está escribiendo el mismo final de esta práctica y da pie para llamarse a sí mismos y al mismo psicoanálisis como un discurso de la basura, negligentemente.  Por eso son la burla en las comunidades científicas y la sensación en las pequeñas y elitizadas comunidades literarias, pero con Lacan no era así.

Los disensos son tomados como delirios, desacreditados o como una característica por la “falta de análisis” y eso se utiliza en la conversación; es decir plantear elucidar a Lacan se lo toma como una cuestión delirante, por eso Phillipe Sollers en su momento dijo que los lacanianos son unos ignorantes, sin embargo, Lacan no era un ignorante. 

Indiscutiblemente hay un nosotros tenemos-al-verdadero-Lacan y pertenecemos a la asociación de analistas únicos que se reconocen y tramitan/transitan entre ellos para una ciudad (y país), poniendo en entredicho la autorización de otros analistas con los argumentos falaces antes mencionados.  

El desencanto de los estudiantes encandilados por el psicoanálisis introducido desde la universidad y después reclutados para ser servidores de UNA escuela de psicoanálisis, es una constante en el tiempo.  Estos terminaron por dedicarse a cualquier otra cosa (oficio psi), y bueno, la respuesta a eso suele ser: no se analizaron lo suficiente.  

Es evidente que hay un poder institucionalizado no ajeno a la burocracia y a los juegos perversos propios del poder, que ha detentado un psicoanálisis durante cuatro décadas y quienes en algún rato han tenido reparos sobre las ruindades de esa práctica, permanecieron ahí, haciendo nada más que de cómplices y ya no hay cómo escapar de ello a estas alturas, al menos no fuera de interdicción alguna.

No es posible llevar algún tipo de debate o discusión que ponga en tela de juicio la línea teórica, porque aunque digan “no se trata de quién tenga el verdadero Lacan”, no es lo mismo un Lacan de Miller, que un Lacan ceñido a la letra o un Lacan de Vappereau, Roudinesco, de Soler o de Eidelsztein.  Entonces todo “trabajo teórico” si va por la vía de pensamiento del poslacanismo ecuatoriano, no tiene mayor problema, y ese es: pensar en clave milleriana la fenomenología de la época.  Está bueno entonces sentarse en el trono de la autoridad asumida a través de juegos de poder y dejar que los niños se diviertan citando a Miller y a su Lacan, cometiendo barbarismos epistemológicos, el de ajustar la visión fenomenológica al uso indiscriminado de citas… aplausos en el auditorio.  

Muchos psicoanalistas se quedaron en la epistemología, la ética, la física, del siglo XIX.   Pero el destierro siempre será con el del disentimiento. Siempre habrá ex comulgados, como le pasó a Lacan… como le hubiera pasado a Lacan si Freud lo hubiera conocido… los desterrados serán los del disentimiento y sobre eso, hay que resistir.  Cada uno verá cómo lo soporta, en función de sostener una práctica no solo en una sociedad ingrata con el psicoanálisis, sino también, en una sociedad donde menos de diez psicoanalistas, son un verdadero obstáculo para el psicoanálisis.

Sí, es una tarea dura y esforzada marcar inicialmente qué no es X para poder definir luego X, pero necesaria después de tantos años de oscurantismo.  Las discusión y los planteamientos quedan abiertos, aquí no se hará un corte dramático, el viejo truco  de antaño cuando cuando faltan los argumentos.



Carlos Silva Koppel




  1. Cita de E. Roudinesco tomada de Parra, C. y Tabakian, E. (2005).  Ese Yerno de Lacan, historia de un insulto.  Buenos Aires: Biblos. p. 78., para referirse en el momento en que Miller convierte una doctrina (el psicoanálisis) en una causa.

No hay comentarios: