Inicialmente hay que contextualizar.
Es más o menos la situación que se ha dado en Guayaquil –quizá en el
Ecuador– desde hace muchos años en cuanto al psicoanálisis, lo que es y a su enseñanza. Ninguno de los llamados intelectuales locales
ha podido plantarse fuerte ante los postulados que se vinieron masticando e
introduciendo sistemáticamente desde la universidad (aún hasta hoy) moldeando
y con un discurso enamorador, seduciendo a los estudiantes con la
teoría psicoanalítica que ahí se impartía, bañada con la suerte del misticismo y la verdad; y que esta serviría en la profesión de la psicología o como una puerta de entrada en la difícil labor de ejercer como psicoanalista. Los intelectuales no lo han hecho, porque han comulgado con la
postura del sentido común, de la forma, la evidencia, la experiencia, la
substancialidad, el argumento disfrazado de ingenio, la pose - poesía... o por la simpatía.
La manera cómo se transmite el psicoanálisis es: Miller dijo
que Lacan dijo o basánsdose en un Miller dixit, en el mejor de los casos, el
Lacan dixit de Miller. Sabemos los
problemas que ello acarrea: Miller = Freud ≠ Lacan: "la escuela se hace milleriana diciéndose freudiana en el mismo momento en que afirma ser lacaniana" (1). Y muy seguramente para zafar de tantos años
de un discurso monogámico y tratar de definir X (el psicoanálisis lacaniano),
haya que definir qué no es X (el psicoanálisis milleriano); es pertinente luego
de tantos años de un embuste institucionalizado, feroz y metastásico. No se trata por lo tanto de decir “quién
tiene al verdadero Lacan”, sino, conocer de una vez a Lacan o al menos, al que
no nos hemos enterado de que existe.
Porque así como se lleva hoy el psicoanálisis por los psicoanalistas de
alguna reputación otorgada por otros, se está escribiendo el mismo final de esta
práctica y da pie para llamarse a sí mismos y al mismo psicoanálisis como un
discurso de la basura, negligentemente.
Por eso son la burla en las comunidades científicas y la sensación en
las pequeñas y elitizadas comunidades literarias, pero con Lacan no era así.
Los disensos son tomados como delirios, desacreditados o como
una característica por la “falta de análisis” y eso se utiliza en la
conversación; es decir plantear elucidar a Lacan se lo toma como una cuestión
delirante, por eso Phillipe Sollers en su momento dijo que los lacanianos son
unos ignorantes, sin embargo, Lacan no era un ignorante.
Indiscutiblemente hay un nosotros tenemos-al-verdadero-Lacan
y pertenecemos a la asociación de analistas únicos que se reconocen y
tramitan/transitan entre ellos para una ciudad (y país), poniendo en entredicho
la autorización de otros analistas con los argumentos falaces antes
mencionados.
El desencanto de los estudiantes encandilados por el
psicoanálisis introducido desde la universidad y después reclutados para ser
servidores de UNA escuela de psicoanálisis, es una constante en el tiempo. Estos terminaron por dedicarse a cualquier
otra cosa (oficio psi), y bueno, la respuesta a eso suele ser: no se analizaron lo
suficiente.
Es evidente que hay un poder institucionalizado no ajeno a la burocracia y a los juegos perversos propios del poder, que ha detentado un psicoanálisis durante cuatro décadas y quienes en algún rato han tenido reparos sobre las ruindades de esa práctica, permanecieron ahí, haciendo nada más que de cómplices y ya no hay cómo escapar de ello a estas alturas, al menos no fuera de interdicción alguna.
Es evidente que hay un poder institucionalizado no ajeno a la burocracia y a los juegos perversos propios del poder, que ha detentado un psicoanálisis durante cuatro décadas y quienes en algún rato han tenido reparos sobre las ruindades de esa práctica, permanecieron ahí, haciendo nada más que de cómplices y ya no hay cómo escapar de ello a estas alturas, al menos no fuera de interdicción alguna.
No es posible llevar algún tipo de debate o discusión que
ponga en tela de juicio la línea teórica, porque aunque digan “no se trata de
quién tenga el verdadero Lacan”, no es lo mismo un Lacan de Miller, que un
Lacan ceñido a la letra o un Lacan de Vappereau, Roudinesco, de Soler o de
Eidelsztein. Entonces todo “trabajo
teórico” si va por la vía de pensamiento del poslacanismo ecuatoriano, no tiene
mayor problema, y ese es: pensar en clave milleriana la fenomenología de la
época. Está bueno entonces sentarse en el
trono de la autoridad asumida a través de juegos de poder y dejar que los niños
se diviertan citando a Miller y a su Lacan, cometiendo barbarismos epistemológicos, el de ajustar la visión fenomenológica al uso indiscriminado de
citas… aplausos en el auditorio.
Muchos
psicoanalistas se quedaron en la epistemología, la ética, la física, del siglo
XIX. Pero el destierro siempre será con
el del disentimiento. Siempre habrá ex comulgados, como le pasó a Lacan… como
le hubiera pasado a Lacan si Freud lo hubiera conocido… los desterrados serán
los del disentimiento y sobre eso, hay que resistir. Cada uno verá cómo lo soporta, en función de
sostener una práctica no solo en una sociedad ingrata con el psicoanálisis,
sino también, en una sociedad donde menos de diez psicoanalistas, son un
verdadero obstáculo para el psicoanálisis.
Sí, es una tarea dura y esforzada marcar inicialmente qué no
es X para poder definir luego X, pero necesaria después de tantos años de
oscurantismo. Las discusión y los
planteamientos quedan abiertos, aquí no se hará un corte dramático,
el viejo truco de antaño cuando cuando faltan los argumentos.
Carlos Silva Koppel
- Cita de E. Roudinesco tomada de Parra, C. y Tabakian, E. (2005). Ese Yerno de Lacan, historia de un insulto. Buenos Aires: Biblos. p. 78., para referirse en el momento en que Miller convierte una doctrina (el psicoanálisis) en una causa.
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