miércoles, 18 de abril de 2018

Ecuador de la nueva era




La conmoción por lo que ha sucedido en los recientes días, no es ajena para los ecuatorianos.  No porque seamos enteramente sensibles, sino porque este tipo de traumas es nuevo para nosotros.  Hay que lamentar profundamente la pérdida de las vidas de los inocentes compatriotas y a estar preparados para lo que se viene.

Las respuestas a estos incidentes deben ser claras y concisas: no olvidar las vidas que fueron arrebatadas, para así tomar decisiones radicales en el marco de la ley e impedir que vuelva a suceder; establecer las causas, ya que los secuestros y los anuncios de los grupos narcoguerrilleros son solo efectos y no esperemos aplacarlos.  En el establecimiento de las causas (políticas), se pueden encontrar vías, incluso pacíficas, siendo hoy la paz lo más radical en este mundo de conflicto. 

Habría que delimitar al enemigo, no para acabarlo, porque eso deviene en belicismo, sino para establecer las condiciones políticas para subsistir con éste.  Delimitarlo quiere decir incluso, conceptualizarlo, definirlo.  Quienes conocen los conflictos en frontera saben que es un enemigo difuso, al que se pretende atacar sin saber siquiera dónde ubicarlo.

Hay que tener en cuenta la existencia de un grupo de personas que, desde hace mucho tiempo atrás, se dedicó a secuestrar y conseguir a cambio concesiones políticas o sumas de dinero. Y estos, los secuestradores, grupos insurgentes, guerrilleros, etc., son completamente racionales en cuanto lo que desean, establecer negociaciones y precautelar sus intereses.  Cuentan con planes de contingencia ante imprevistos o faltas en las negociaciones, lo hemos visto ya.

Los secuestros persistirán mientras sean rentables para los secuestradores y mientras sean posibles realizarlos.  Es por eso que la toma de medidas de prevención anti secuestro de parte de la sociedad y Estado se vuelve una prioridad.  Si los secuestros no son frustrados, entonces hay que ceder ante las peticiones.  No es garantía la no negociación para frustrar el beneficio que se quiere conseguir con el secuestro, aquello conlleva a desenlaces desgraciados y otros secuestros igualmente se van a producir.

También mencionemos que el gasto de recursos destinado “para el embate” a los secuestradores, bien puede servir para precautelar la seguridad de nuestros ciudadanos frente a esta nueva amenaza para nosotros.  Pero, dicho sea de paso, cómo puede ser posible aquello si difícilmente hemos podido ganar la batalla a la criminalidad interna. 

Estamos ante la paradoja de la inclemente no negociación con los terroristas que en teoría desmotivarían futuros secuestros, pero devendrían en desenlaces penosos de asesinato y que igualmente derivarían en nuevos secuestros ante la evidencia de lo que son capaces.  La solución emergente: a través de políticas, la negociación debe afectar o reducir los beneficios que los secuestradores han calculado de manera racional, convirtiendo su acto atroz en uno poco rentable.  Una política por ejemplo que establezca que las vidas de las personas no son negociables. Y bajo ese nuevo marco legal, a ver qué pasa.


Carlos Silva Koppel