Supondría, es lo que diría
el creador del psicoanálisis a sus detractores y críticos. No hay que sacar mucho pecho al ser un
crítico acérrimo de Freud, digo, no hay mucho mérito allí. Menos hoy en tiempos de Netflix y posverdad, donde
cualquiera puede ser presa del diluvio universal del dios de la opinión o ser
protagonista de una serie muy mala. Tampoco
en defenderlo y seguirle religiosamente; como, por ejemplo, se ha concebido al
psicoanálisis usualmente… en una religión, a Freud en su mesías y su obra, la
Biblia. No es nada nuevo lo que se dice
aquí, ya lo han dicho otros.
Las similitudes
bíblicas que se han hecho con el psicoanálisis y su «padre» son interesantes. En este caso será con la muerte de Esteban, pasaje
bíblico de Hechos 7: 54-60. A Esteban,
que en los Bosquejos para Sermones «Esteban, el mensajero martirizado», se dice
que los hombres siempre son hombres y tienen tendencia a la equivocación. Acá empleado para quien crea o agrupa una
teoría o para los que tiran piedras, ambos sujetos de equivocación. En los Bosquejos se propone que «Esteban» en
griego es «marturion» y que desde allí surge la palabra «mártir» para todos los
idiomas. ¿Me siguen la idea? Con las
piedras están haciendo de Freud un mártir y así mismo él podría exclamar “no
saben lo que hacen”, pero sin decirle a nadie “perdónalos”.
Los
psicoanalistas estamos advertidos de una u otra manera, es decir, por la vía
del análisis propio, como por la revisión de los textos, de ser menos ingenuos
y darnos cuenta –si es que en algún momento incluso en el análisis se habría
llevado la inquietud personal del malestar que se podría tener con Freud, que
no se resuelva al fin y al cabo, desde la misma teoría– que Sigmund Freud no
sería un autor tan improvisado incluso en sus últimos años, como para no fijarse
de la dificultad que conllevaría replantear o hacer hincapié con nuevas
reediciones sobre lo que escribió erradamente desde su inicio y hasta el final.
Él sabía lo que hizo mal y se lo dejó a otros arreglarlo.
Había otras cosas
sobre qué seguir escribiendo y dando más cabida a la ciencia nueva del
psicoanálisis; eran épocas tensas, de depresiones económicas, de cambios
científicos, guerras, etc. La labor para reformular sus ideas la dejó para los
estudiosos venideros. Jacques Lacan lo pudo
notar y supo ir más allá del padre a condición de servirse de él[1], no matándolo ni
mucho menos ahogándolo en el olvido. Es
decir, Lacan lo logró con instrumentos más sofisticados que las piedras.
¿Que si habría que
criticar a Freud? Efectivamente. Cualquiera
que crea que deba iniciarse en este recorrido del psicoanálisis tendría la
obligación de hacerlo, y sabemos, no en el sentido personal, más bien lo que
nos importa está en función de la práctica psicoanalítica: su teoría y praxis,
en la medida de aquella vara, incluso, epistemológica. Su teoría es lo que hay, pero desde ahí no se
le puede encontrar malicia… como si se le hubiese conocido en persona.
En este ejercicio,
con la tirria o la manía no nos acercamos más que a sesgos peligrosos y este
sería: descartar por completo a todo Freud, no leerle y convertirse en un
simple rebuscador de citas: lo que se hace en Google, pero en los pdf’s.
El tiempo de entender se suplantó por el acto apurado de tener las
respuestas, de creer que se las tiene.
Pero un Wikipedia no puede
cumplir como psicoanalista. Las citas,
las palabritas, dónde se dijo esto y cuántas veces se dijo aquello, trae
problemas de contexto, de discusión, de comprensión y de los usos, convenientes
según lo que se quiera explicitar en un momento determinado.
¿Será de proponer que
nos formemos como un psicoanalista culto –de la cultura– para prevenir al
analista lego de Google? Esto tiene
que ver con las herramientas de trabajo con nada más, en relación con lo que
pueda escuchar dentro del consultorio, aunque fuera de éste los pacientes
también se expresan… con el analista, quiero decir.
Considero buena idea
seguir a Lacan y hacer como él con respecto a cultivar-se, porque en esta labor
la ignorancia pasa de ser atrevida a ser peligrosa, más cuando se confía en que
la propia lógica es infalible deviniendo en ridícula. No siempre el consultorio, o la vídeollamada,
es un búnker aislado del mundo.
Retomando, ¿sin Freud, Lacan es insuficiente? ¿Sin Lacan, Freud está
obsoleto?
Freud
en el baúl de los no leídos
No
dudo que habrá un sinnúmero de viejos autores importantes olvidados y
suplantados por la campaña del “¡todo para ahora mismo!” de la época o de los
problemas que nos convocan urgentemente.
Ignorancia y apuro no respetan los tiempos propios, ni los recorridos
ajenos, que van cargados de observaciones personales del tan criticado valor de
la experiencia. Pero se critica la
experiencia muchas veces cayendo en la tentación discursiva de: la tengo
suficiente como para criticarla.
Concluyo…
No habría
psicoanalista bueno, malo o excelentísimo… solamente hay psicoanalista en la
medida que aparezca y perdure un analizante ¿Cómo se mediría que haya psicoanalista?
¿Por su afluencia de pacientes? ¿Por el número de libros publicados? ¿Por su
salida mediática en los diarios? ¿Porque dice las cosas que todos o nadie
quiere escuchar? ¿Porque escribe en lacanés
en las redes sociales?
Al final del día,
seguimos escuchando en los pacientes su influencia freudiana, su interés y amor
por Freud, y el psicoanalista crítico escuchará a ¿regañadientes? Pero a otros
analistas, aún freudianos, les hacemos las mimas preguntas, que a los críticos
acérrimos de Freud: ¿sus pacientes regresan? ¿se curan? ¿hay análisis? Y pues,
en los efectos lo veremos… aunque una mala praxis también produzca efectos.
Carlos Silva Koppel
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