sábado, 2 de mayo de 2020

Freud: “yo no quiero ser salvado”



Supondría, es lo que diría el creador del psicoanálisis a sus detractores y críticos.  No hay que sacar mucho pecho al ser un crítico acérrimo de Freud, digo, no hay mucho mérito allí.  Menos hoy en tiempos de Netflix y posverdad, donde cualquiera puede ser presa del diluvio universal del dios de la opinión o ser protagonista de una serie muy mala.  Tampoco en defenderlo y seguirle religiosamente; como, por ejemplo, se ha concebido al psicoanálisis usualmente… en una religión, a Freud en su mesías y su obra, la Biblia.  No es nada nuevo lo que se dice aquí, ya lo han dicho otros.

Las similitudes bíblicas que se han hecho con el psicoanálisis y su «padre» son interesantes.  En este caso será con la muerte de Esteban, pasaje bíblico de Hechos 7: 54-60.  A Esteban, que en los Bosquejos para Sermones «Esteban, el mensajero martirizado», se dice que los hombres siempre son hombres y tienen tendencia a la equivocación.  Acá empleado para quien crea o agrupa una teoría o para los que tiran piedras, ambos sujetos de equivocación.  En los Bosquejos se propone que «Esteban» en griego es «marturion» y que desde allí surge la palabra «mártir» para todos los idiomas.  ¿Me siguen la idea? Con las piedras están haciendo de Freud un mártir y así mismo él podría exclamar “no saben lo que hacen”, pero sin decirle a nadie “perdónalos”.

         Los psicoanalistas estamos advertidos de una u otra manera, es decir, por la vía del análisis propio, como por la revisión de los textos, de ser menos ingenuos y darnos cuenta –si es que en algún momento incluso en el análisis se habría llevado la inquietud personal del malestar que se podría tener con Freud, que no se resuelva al fin y al cabo, desde la misma teoría– que Sigmund Freud no sería un autor tan improvisado incluso en sus últimos años, como para no fijarse de la dificultad que conllevaría replantear o hacer hincapié con nuevas reediciones sobre lo que escribió erradamente desde su inicio y hasta el final. Él sabía lo que hizo mal y se lo dejó a otros arreglarlo.

Había otras cosas sobre qué seguir escribiendo y dando más cabida a la ciencia nueva del psicoanálisis; eran épocas tensas, de depresiones económicas, de cambios científicos, guerras, etc. La labor para reformular sus ideas la dejó para los estudiosos venideros.  Jacques Lacan lo pudo notar y supo ir más allá del padre a condición de servirse de él[1], no matándolo ni mucho menos ahogándolo en el olvido.  Es decir, Lacan lo logró con instrumentos más sofisticados que las piedras.

¿Que si habría que criticar a Freud? Efectivamente.  Cualquiera que crea que deba iniciarse en este recorrido del psicoanálisis tendría la obligación de hacerlo, y sabemos, no en el sentido personal, más bien lo que nos importa está en función de la práctica psicoanalítica: su teoría y praxis, en la medida de aquella vara, incluso, epistemológica.  Su teoría es lo que hay, pero desde ahí no se le puede encontrar malicia… como si se le hubiese conocido en persona.

En este ejercicio, con la tirria o la manía no nos acercamos más que a sesgos peligrosos y este sería: descartar por completo a todo Freud, no leerle y convertirse en un simple rebuscador de citas: lo que se hace en Google, pero en los pdf’s.  El tiempo de entender se suplantó por el acto apurado de tener las respuestas, de creer que se las tiene.  Pero un Wikipedia no puede cumplir como psicoanalista.  Las citas, las palabritas, dónde se dijo esto y cuántas veces se dijo aquello, trae problemas de contexto, de discusión, de comprensión y de los usos, convenientes según lo que se quiera explicitar en un momento determinado.

¿Será de proponer que nos formemos como un psicoanalista culto –de la cultura– para prevenir al analista lego de Google? Esto tiene que ver con las herramientas de trabajo con nada más, en relación con lo que pueda escuchar dentro del consultorio, aunque fuera de éste los pacientes también se expresan… con el analista, quiero decir.

Considero buena idea seguir a Lacan y hacer como él con respecto a cultivar-se, porque en esta labor la ignorancia pasa de ser atrevida a ser peligrosa, más cuando se confía en que la propia lógica es infalible deviniendo en ridícula.  No siempre el consultorio, o la vídeollamada, es un búnker aislado del mundo.  Retomando, ¿sin Freud, Lacan es insuficiente? ¿Sin Lacan, Freud está obsoleto?


Freud en el baúl de los no leídos

         No dudo que habrá un sinnúmero de viejos autores importantes olvidados y suplantados por la campaña del “¡todo para ahora mismo!” de la época o de los problemas que nos convocan urgentemente.  Ignorancia y apuro no respetan los tiempos propios, ni los recorridos ajenos, que van cargados de observaciones personales del tan criticado valor de la experiencia.  Pero se critica la experiencia muchas veces cayendo en la tentación discursiva de: la tengo suficiente como para criticarla.


Concluyo…

No habría psicoanalista bueno, malo o excelentísimo… solamente hay psicoanalista en la medida que aparezca y perdure un analizante ¿Cómo se mediría que haya psicoanalista? ¿Por su afluencia de pacientes? ¿Por el número de libros publicados? ¿Por su salida mediática en los diarios? ¿Porque dice las cosas que todos o nadie quiere escuchar? ¿Porque escribe en lacanés en las redes sociales?

Al final del día, seguimos escuchando en los pacientes su influencia freudiana, su interés y amor por Freud, y el psicoanalista crítico escuchará a ¿regañadientes? Pero a otros analistas, aún freudianos, les hacemos las mimas preguntas, que a los críticos acérrimos de Freud: ¿sus pacientes regresan? ¿se curan? ¿hay análisis? Y pues, en los efectos lo veremos… aunque una mala praxis también produzca efectos.


Carlos Silva Koppel
Twitter/Instagram: @filosofocar
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[1] Lacan, Seminario XXIII.

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