martes, 28 de junio de 2011

El Sacrificio de ser, humano.

Puede ser que al escuchar la palabra “sacrificio”, ciertas susceptibilidades sientan un ligero escozor rondando por la piel. Quizá por la carga significante que lleva este vocablo. Ya que es percibido, sentido y luego es llevado a la palabra: es hablado por el sujeto. Por eso también se lo asocia con el sufrimiento; el sacrificio se encuentra en un recoveco opuesto al placer.

¿Cuántas veces no hemos oído del sacrificio usado en el sentido estricto de muerte?: “el sacrificar a alguien”, como se pudo haber leído en los libros de Historia. Así, puede asumirse el término como un sinónimo de muerte. Al realizar un sacrificio, algo desaparece, se extingue, en consecuencia se obtiene una valía trascendental, proveniente de alguna entidad. Y no se malentienda, esto puede ser espiritual, religioso o subjetivo: la famosa gratificación, es ya una iluminación. Dando como resultado la fórmula: sacrificio = sufrimiento + placer.

Una figura que no resulta nueva. Ha sido muchas veces tema filosófico, y en el mismo psicoanálisis se lo ha visto desde un inicio en Sigmund Freud como “pulsión de vida” y “pulsión de muerte” y posteriormente en el psicoanalista francés Jacques Lacan, como “goce”. Hablando más en un sentido hegeliano, el sacrificio es lo que implica devenir en hombre, en ser humano. Se es logrado hombre/mujer cuando se sacrifica algo; hablando de una forma de realización del ser humano. El trabajador, el artista, el consumidor, el religioso, han renunciado a algo.

De esta manera, nos encontramos más cercanos a la muerte de lo que conocemos. Se deviene en ser humano, en tanto sacrificamos lo natural que se lleva dentro, que no es nada más que "lo animal" . Se sacrifica lo pecaminoso, lo deshonesto, lo banal, lo improductivo, para una sociedad o en su defecto, al grupo donde pertenecemos. Al final del día, se habla de sacrificio en detrimento a la identificación. Devenimos en seres humanos, según adonde queramos pertenecer: nos sacrificamos, para identificarnos/estar en un grupo.

El goce, no en el sentido lacaniano, se encuentra en la ruptura de una prohibición, en la ausencia del sacrificio. Pero hasta aquí, estamos hablando del sacrificio como “muerte del animal”, para que surja el hombre. Es en sí, cómo se constituye una sociedad, con personas “bien hechas”, con sus fugas y pecadillos de vez en cuando, pero respetando la vida del otro.

Sin embargo, si el sacrificio no va del lado de lo natural del hombre, sino que se mata al mismo hombre, dejando destapada libremente su “bestia” ¿Qué quedaría como consecuencia? El sacrificio de "lo animal", es matar a la muerte, vista como pulsión de muerte freudiana. Queda entonces observar si es que en nuestros días, lo que se está sacrificando del ser humano es a su mismo hombre, para luego poder decir “El hombre ha muerto”, para gritar “Larga vida a la bestia”.

Carlos Silva Koppel

viernes, 17 de junio de 2011

Números humanos

Si bien es cierto, transitamos en una época que trae con ella fenómenos sociales, que al hombre posmoderno cuesta adaptarse. El abordaje de las manifestaciones sociales contemporáneas, como la delincuencia, la drogadicción, el analfabetismo, el callejismo infantil, etc., siempre tienden a realizarse de la manera más objetiva posible. Se puede decir entonces que esta lente está empañada.

La objetividad con que se miran los problemas sociales, ya lo deberíamos haber descubierto, peca de ingenua. Se simplifican a investigaciones, que son los levantamientos de los proyectos, con un alto valor estadístico. Se cree que los números, en cuestiones sociales y que comprenden estrictamente con el sujeto, son definitorios para llegar a alguna solución viable. Las estadísticas acallan las subjetividades, sin embargo son rentables en la rapidez con que se elaboran los proyectos y diferentes tipos de intervención social.

No se pueden pensar las Ciencias Sociales, como ciencias duras. La frialdad científica con que se estudia al sujeto y a la sociedad, y que posteriormente elabora los planes de intervenciones psicológicas y sociales, está condicionada a la eficacia, eficiencia, premura del tiempo y presupuesto que está destinado para ello. Nos dedicamos a aprender a hacer encuestas, más no a entender a la sociedad.

Siguiendo este razonamiento, no se invierte y no interesa caminar por esta vía más profunda, no por lo complicado que resulta ser, sino por lo poco rentable y el tiempo que conlleva aprender bien. El ímpetu de la Ciencia y ahora, la propaganda política, por resolver problemas de forma eficaz, resultan una arada en el mar. Hay que entender bien, que la estadística y la planificación en materia social, no tiene caso. A veces la intervención social, es para apantallar que se está haciendo algo o que algo se puede hacer con respecto al problema; que funcione, es otra cosa.

El ser humano es biopsicosocial, pero azaroso, necio y cínico por voluntad. Reducir su estudio a términos cuantitativos, con las chispitas de lo cualitativo no es buena empresa. Suponer medidas de salud social, sin conocer bien sobre cómo camina el hombre, es sombrío. Por ejemplo: pensar que se dejará de fumar porque se sube el precio del tabaco, es una ingenuidad terrible y no mayor que las políticas aplicadas.

Es importante estar al tanto del azar, de la irreversibilidad, de las relaciones sociales, de la psicología de las masas, para entender mejor a la sociedad y tomar medidas sobre ella. No por medio del ensayo y el error, peor aún, por medio de elaboración de estrategias basadas en números, construidos a partir de las mismas subjetividades. Dichos números, por lo tanto, son cambiantes; se mueven de un lado al otro, porque son humanos.

Carlos Silva Koppel

martes, 14 de junio de 2011

El Hombre Distraído

Una de las características del ejercicio de la psicología, es que se escuchan muchas historias que no se ventilan en otros lugares, más que en las cuatro paredes del consultorio. Lo interesante de ello va del lado del relato, de la palabra dicha que intenta ser racional, y sin que sea así, puede ser el principio de un razonamiento que pone a tambalear a la misma humanidad.

En cierta ocasión dentro de consulta, un asesor de ventas contaba que en un día de trabajo normal, se encontraba leyendo un libro de Filosofía en su hora de descanso. Para desgracia de él, su jefe logra verlo y le dice naturalmente: “¿Por qué lees eso?... si eso no sirve, mejor lee algo que te ayude a conseguir dinero”. Estupefacto el vendedor, cerró su libro avergonzado.

Si bien es cierto, la Filosofía no tiene como fin una utilidad económica y peor aún, alguna de cualquier índole productiva. Por este motivo la crítica hacia el vendedor con aires de filósofo está justificada. Es porque vivimos en la vigencia de la tendencia mercantil, de la información y otra de la velocidad, y todas se encuentran entrelazadas para formar un conglomerado llamado: Tecnología.

Se lo refiere de esta manera, porque se consume tecnología, se compra y se vende. Para estar dentro de un sistema de información que avanza a pasos gigantescos, sin dar lugar a detenerse simplemente a pensar; sino, hay que ganar dinero, hay que twittear. El pragmatismo del “mundo de las ventas”, es tejido con la misma máquina con que se consume la tecnología. Comercio y tecnología, corren la misma carrera, avanzan en la misma pista, pero en carriles separados.

Hoy en día, ha desaparecido la cabida para los pensadores, escritores y filósofos. Salvo los de la vieja guardia que aún siguen en pie. Las nuevas generaciones se han visto consumidas por las empresas y el ciber espacio. En lo contemporáneo, no hay ya la producción literaria como la que movió susceptibilidades en el siglo XX, más que lo light: lecturas de una noche. Desde la aparición de artefactos tecnológicos hasta hoy, las mentes jóvenes se han ido degradando.

Puede ser a manera de justificación, pero se sostiene que estar colapsados por tecnología, hace que nuevas formas de pensar salgan a la vista, por el Twitter, por ejemplo. Pero es hasta abatirse, ver cómo se llega a prostituir la poesía en algunos casos en medios como esos. Funciona como la dialéctica del Amo y el Esclavo. La web todo absorbe y no deja nada, se pierde un legado, así como la relación de jefe – empleado.

Hablamos entonces del hombre distraído, subsumido, idiotizado. Que ha dejado de preguntarse acerca de su complejidad, de su ser, de su condición como ser humano: de eso trata la Filosofía. Si eso ocurre en el presente dentro de lo virtual, quedará como una huella sin trascendencia. Como una suerte de despojo de lo que le pertenece a cada cual, sobre lo que piensa.

Carlos Silva Koppel

miércoles, 8 de junio de 2011

Yo, Robot

De seguro el título hace la sugerencia de recordar los relatos del escritor ruso – estadounidense Isaac Asimov o la adaptación de estas obras a la pantalla grande. Sin embargo este no es tanto el caso. Más bien, se trata de recoger aquéllas ideas de comparación que hubo en algún tiempo en la Psicología, entre el ser humano con el robot o la computadora. Este modelo fue superado a medida que se estableció, que el individuo no podía ser como una computadora solamente por sus procesos intelectivos, sino que también posee volición, afectividad; y en otra postura: inconsciente - lenguaje.

La idea de “Robot”, a manera de impresión se revela en el sujeto originalmente desde la cultura. Por la vigencia de individuos, más parecidos los unos a los otros, más que meramente como un proceso de identificación, como un proceso de igualación, de réplica de la imagen. La réplica no ocurre de forma accidental, ni mucho menos, es una intencionalidad de la maquinaria mercantil. Solamente hay que subrayar, que este fenómeno surge de la misma elección del sujeto, a partir de la oferta del mercado.

Existe una suerte de producción continua, secuencial, de individuos iguales, caracterizados por el plástico y los gadgets. Ensamblados en el mismo molde y con los mismos juguetes o artefactos. La cuestión está en el lado que, se pide a la “fábrica” ser ensamblado como el otro. De esta manera, se libera un tanto de responsabilidad al mercado (entendido como estructura), y se baña al sujeto con su capacidad de decisión: pedir al mercado, ser a imagen y semejanza del otro.

Pero se encuentra a la venta la idea de pertenecer a un grupo, que no es más que una forma de estandarización de la masa ya no como una imposición, sino como una elección del sujeto. Lo interesante es que la identificación que aquí se da no ocurre sobre algo trascendental, a simple vista, sino que aparece desde la propuesta que hay en el mercado. Dicha propuesta, no va más allá de un retoque de nariz, unos implantes o la compra de un celular de última generación.

La réplica y la compra de la imagen, aparece por la carencia de ese lugar para el sujeto, para ser de un grupo y ser distinto a la vez. Afuera se vive como un robot, pensando a través de la tecnología, estando conectado al otro, con la condición de estar a la misma altura de él/ella: imitándolo, siendo idéntico. El robot hecho por miles, uno tras otro, con los mismos artefactos e iguales entre ellos; no piensan, sino que reciben órdenes. La pregunta ahora es ¿de quién?

La institución familiar y la educativa (la universidad, el colegio), son lugares que deben resguardar los espacios para la identificación entre los sujetos. Respetando las afiliaciones entre los miembros de la familia, los estudiantes. Si se coartaran estos pequeños lugares propicios para la identificación, no habrá semblantes trascendentales a los cuales afiliarse.

Carlos Silva Koppel