Una de las características del ejercicio de la psicología, es que se escuchan muchas historias que no se ventilan en otros lugares, más que en las cuatro paredes del consultorio. Lo interesante de ello va del lado del relato, de la palabra dicha que intenta ser racional, y sin que sea así, puede ser el principio de un razonamiento que pone a tambalear a la misma humanidad.
En cierta ocasión dentro de consulta, un asesor de ventas contaba que en un día de trabajo normal, se encontraba leyendo un libro de Filosofía en su hora de descanso. Para desgracia de él, su jefe logra verlo y le dice naturalmente: “¿Por qué lees eso?... si eso no sirve, mejor lee algo que te ayude a conseguir dinero”. Estupefacto el vendedor, cerró su libro avergonzado.
Si bien es cierto, la Filosofía no tiene como fin una utilidad económica y peor aún, alguna de cualquier índole productiva. Por este motivo la crítica hacia el vendedor con aires de filósofo está justificada. Es porque vivimos en la vigencia de la tendencia mercantil, de la información y otra de la velocidad, y todas se encuentran entrelazadas para formar un conglomerado llamado: Tecnología.
Se lo refiere de esta manera, porque se consume tecnología, se compra y se vende. Para estar dentro de un sistema de información que avanza a pasos gigantescos, sin dar lugar a detenerse simplemente a pensar; sino, hay que ganar dinero, hay que twittear. El pragmatismo del “mundo de las ventas”, es tejido con la misma máquina con que se consume la tecnología. Comercio y tecnología, corren la misma carrera, avanzan en la misma pista, pero en carriles separados.
Hoy en día, ha desaparecido la cabida para los pensadores, escritores y filósofos. Salvo los de la vieja guardia que aún siguen en pie. Las nuevas generaciones se han visto consumidas por las empresas y el ciber espacio. En lo contemporáneo, no hay ya la producción literaria como la que movió susceptibilidades en el siglo XX, más que lo light: lecturas de una noche. Desde la aparición de artefactos tecnológicos hasta hoy, las mentes jóvenes se han ido degradando.
Puede ser a manera de justificación, pero se sostiene que estar colapsados por tecnología, hace que nuevas formas de pensar salgan a la vista, por el Twitter, por ejemplo. Pero es hasta abatirse, ver cómo se llega a prostituir la poesía en algunos casos en medios como esos. Funciona como la dialéctica del Amo y el Esclavo. La web todo absorbe y no deja nada, se pierde un legado, así como la relación de jefe – empleado.
Hablamos entonces del hombre distraído, subsumido, idiotizado. Que ha dejado de preguntarse acerca de su complejidad, de su ser, de su condición como ser humano: de eso trata la Filosofía. Si eso ocurre en el presente dentro de lo virtual, quedará como una huella sin trascendencia. Como una suerte de despojo de lo que le pertenece a cada cual, sobre lo que piensa.
Carlos Silva Koppel
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