lunes, 1 de julio de 2013

Ecos del Conversatorio



El 20 de junio del 2013, se llevó a cabo en la Universidad Católica Santiago de Guayaquil, un conversatorio que tuvo por nombre “Hacia dónde se dirige la sociedad hoy”, abordado desde tres posturas: el psicoanálisis, la filosofía y la sociología; encarnadas por tres pensadores y catedráticos importantes de la ciudad de Guayaquil, Antonio Aguirre, Joaquín Hernández y Héctor Chiriboga, respectivamente.

“El tema del conversatorio es arbitrario, el conversatorio debe llevar un tema, pero los conversadores hablarán sin ningún formato establecido”; “Es necesario que la Universidad tenga estos espacios para generar una fuente de emancipación. Emanciparse del consenso dominante.  En donde en algún rato nos plantea que en el plano de las ideas en algún lado puede ser planteado por la política. El disenso es la política”.  Son las palabras de apertura del moderador Carlos Silva.


Héctor Chiriboga

El sociólogo decide traer la conversación a la realidad local. Indica que la sociedad ecuatoriana está engañada, cómoda y autoengañada, además.  Alude que el aparato democrático se encuentra cuando se sale a las calles y eso, por una parte, se refleja como una muestra de pérdida de poder de la sociedad; en este sentido, el Estado es el beneficiado. La sociedad es débil.

Cita:

“¿Cuáles son las expresiones de la debilidad de la sociedad?  La Universidad en términos generales sufre una debilidad estructural, el conocimiento y el saber han sido degradados. El privilegio del desarrollo de la investigación ha sido dejado de lado, a partir de unas transformaciones en la Universidad que reflejan una transformación de la propia economía”.

Por otra parte, menciona que ha habido cambios positivos en el aspecto laboral, sin embargo, como una suerte de canje, de atadura, los mismos cambios demandan más del sujeto:

“Estamos en una dinámica de llevarnos el trabajo a casa. Adicción al trabajo. Estamos sometidos a un estrés. El trabajo, en estas condiciones, no es un elemento de realización. Es un agobio”, dice el sociólogo. Plantea la fórmula: “más trabajo, más control, menos tiempo libre”.

De esta forma se engrana cierta complicidad entre la sociedad y el Estado, en la medida que se tiene un trabajo, pero a cambio de un desgaste a la existencia del sujeto.  Como una alusión al fin de la vida, del amor, de la familia.



Joaquín Hernández

Abre su conversación con la pregunta: “¿Y si la sociedad no va a ninguna parte cuál es el problema?”.  Cuestiona que, ¿Por qué hay que pensar que la sociedad tiene que ir a alguna parte? Y en la misma pregunta, se ven implícitas las ideas de “avance”, “progreso”, “modernización”, entre otras.  En contraste, plantea que la sociedad se despliega de forma rizomática.

Menciona que hace 80 años los filósofos decían que las sociedades tenían un punto común de unificación. Que había la creencia de que existía una esencia común entre el mexicano, ecuatoriano, colombiano, un punto en el que todos coincidían, es decir, formula que no hay “una” sociedad.

Cita:

“Luego nos damos cuenta que eso es una obstinación, por la identidad. No era posible porque ni los mexicanos, ni los ecuatorianos eran iguales entre sí”.


También aludió al “Fin de la Historia”, que fue cómo las sociedades occidentales llamaron a un fenómeno creyendo algunos erróneamente que se trataba del fin de las cosas, decía Hernández.  Lo que querían decir es que ya no habían expectativas posibles de algo radicalmente nuevo. Quizás el fin de la historia es que no haya novedades absolutas: “No hay novedades radicales, lo que hemos hecho ahora es inventar”.


Antonio Aguirre

Desde la práctica psicoanalítica, estamos rodeados, dice el psicoanalista.  Se pregunta: ¿Adónde va la sociedad en nuestros días? Y contesta con otra pregunta, seguida de una lista de posibles verdades. ¿Cuáles son las verdades colectivas en las que nos sostenemos, en las que queremos flotar en un mundo de incertidumbres?

“El matrimonio gay, la adopción, el cambio de género, la restauración imaginaria del Papa, verdades colectivas”.  Asevera que las verdades colectivas son enunciados que constituyen la base identificatoria de la colectividad, diferentes/contradictorias. Necesitamos verdades colectivas, vivimos en ellas, nos asentamos en ellas. Pero ellas nos defienden de afrontar nuestra propia verdad, dice el psicoanalista.

Alude luego a la juventud como sinónimo de insensatez.  “No se conformen pero tampoco se dejen llevar por la utopía revoltosa e insensata”, dice.  “Si se puede ser joven y sensato también se puede ser joven y conformista”, continúa.


Menciona que el sujeto tiene siempre una relación con la colectividad, pero eso no lo libra de los efectos de su realidad personal. Los vacíos en la estructura burocrática son llenados por el liderazgo político. Nadie va a querer hacer el trabajo con la gente porque ahí uno se equivoca. Más fácil es ser inspectores, supervisores, etc.

Culmina diciendo que mientras haya una sociedad civil habrá oportunidad para cada uno de ustedes de hacerse cargo de su verdad personal.



Carlos Silva Koppel
Colaboración: Sofía Mera. @sofiamera



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