El 20 de junio del 2013, se llevó a cabo
en la Universidad Católica Santiago de Guayaquil, un conversatorio que tuvo por
nombre “Hacia dónde se dirige la sociedad hoy”, abordado desde tres posturas:
el psicoanálisis, la filosofía y la sociología; encarnadas por tres pensadores
y catedráticos importantes de la ciudad de Guayaquil, Antonio Aguirre, Joaquín
Hernández y Héctor Chiriboga, respectivamente.
“El tema del conversatorio es
arbitrario, el conversatorio debe llevar un tema, pero los conversadores
hablarán sin ningún formato establecido”; “Es necesario que la Universidad
tenga estos espacios para generar una fuente de emancipación. Emanciparse del
consenso dominante. En donde en algún
rato nos plantea que en el plano de las ideas en algún lado puede ser planteado
por la política. El disenso es la política”.
Son las palabras de apertura del moderador Carlos Silva.
Héctor
Chiriboga
El sociólogo decide traer la
conversación a la realidad local. Indica que la sociedad ecuatoriana está
engañada, cómoda y autoengañada, además.
Alude que el aparato democrático se encuentra cuando se sale a las
calles y eso, por una parte, se refleja como una muestra de pérdida de poder de
la sociedad; en este sentido, el Estado es el beneficiado. La sociedad es débil.
Cita:
“¿Cuáles son las expresiones de la
debilidad de la sociedad? La Universidad
en términos generales sufre una debilidad estructural, el conocimiento y el
saber han sido degradados. El privilegio del desarrollo de la investigación ha
sido dejado de lado, a partir de unas transformaciones en la Universidad que
reflejan una transformación de la propia economía”.
Por otra parte, menciona que ha habido cambios
positivos en el aspecto laboral, sin embargo, como una suerte de canje, de
atadura, los mismos cambios demandan más del sujeto:
“Estamos en una dinámica de llevarnos el
trabajo a casa. Adicción al trabajo. Estamos sometidos a un estrés. El trabajo,
en estas condiciones, no es un elemento de realización. Es un agobio”, dice el
sociólogo. Plantea la fórmula: “más trabajo, más control, menos tiempo libre”.
De esta forma se engrana cierta
complicidad entre la sociedad y el Estado, en la medida que se tiene un
trabajo, pero a cambio de un desgaste a la existencia del sujeto. Como una alusión al fin de la vida, del amor,
de la familia.
Joaquín
Hernández
Abre su conversación con la pregunta: “¿Y
si la sociedad no va a ninguna parte cuál es el problema?”. Cuestiona que, ¿Por qué hay que pensar que la
sociedad tiene que ir a alguna parte? Y en la misma pregunta, se ven implícitas
las ideas de “avance”, “progreso”, “modernización”, entre otras. En contraste, plantea que la sociedad se
despliega de forma rizomática.
Menciona que hace 80 años los filósofos
decían que las sociedades tenían un punto común de unificación. Que había la
creencia de que existía una esencia común entre el mexicano, ecuatoriano,
colombiano, un punto en el que todos coincidían, es decir, formula que no hay “una”
sociedad.
Cita:
“Luego nos damos cuenta que eso es una
obstinación, por la identidad. No era posible porque ni los mexicanos, ni los
ecuatorianos eran iguales entre sí”.
También aludió al “Fin de la Historia”, que
fue cómo las sociedades occidentales llamaron a un fenómeno creyendo algunos
erróneamente que se trataba del fin de las cosas, decía Hernández. Lo que querían decir es que ya no habían
expectativas posibles de algo radicalmente nuevo. Quizás el fin de la historia
es que no haya novedades absolutas: “No hay novedades radicales, lo que hemos
hecho ahora es inventar”.
Antonio
Aguirre
Desde la práctica psicoanalítica,
estamos rodeados, dice el psicoanalista.
Se pregunta: ¿Adónde va la sociedad en nuestros días? Y contesta con
otra pregunta, seguida de una lista de posibles verdades. ¿Cuáles son las
verdades colectivas en las que nos sostenemos, en las que queremos flotar en un
mundo de incertidumbres?
“El matrimonio gay, la adopción, el
cambio de género, la restauración imaginaria del Papa, verdades colectivas”. Asevera que las verdades colectivas son enunciados
que constituyen la base identificatoria de la colectividad, diferentes/contradictorias.
Necesitamos verdades colectivas, vivimos en ellas, nos asentamos en ellas. Pero
ellas nos defienden de afrontar nuestra propia verdad, dice el psicoanalista.
Alude luego a la juventud como sinónimo
de insensatez. “No se conformen pero
tampoco se dejen llevar por la utopía revoltosa e insensata”, dice. “Si se puede ser joven y sensato también se
puede ser joven y conformista”, continúa.
Menciona que el sujeto tiene siempre una
relación con la colectividad, pero eso no lo libra de los efectos de su
realidad personal. Los vacíos en la estructura burocrática son llenados por el
liderazgo político. Nadie va a querer hacer el trabajo con la gente porque ahí
uno se equivoca. Más fácil es ser inspectores, supervisores, etc.
Culmina diciendo que mientras haya una
sociedad civil habrá oportunidad para cada uno de ustedes de hacerse cargo de
su verdad personal.
Carlos Silva Koppel
Colaboración: Sofía Mera. @sofiamera
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