domingo, 28 de agosto de 2016

Un psicoanálisis urgente para Ecuador**


Empecemos por separar psicología y psicoanálisis como dos actividades distintas. De los muchos contrastes que puedan discutirse de ambas, opto por resaltar que el psicoanálisis es una práctica que subvierte cualquier discurso, ajustándose únicamente al llamado del sujeto para que acorde a una ética, vaya a arreglárselas (más o menos) con la sociedad y su vida singular. ¿Por qué es una práctica subversiva? Porque al velar por el desciframiento de lo inconsciente, permite la singularidad de cada sujeto.

Debe sonarles familiar entonces cuando se ve a alguien que padece algún defecto que rebota entre lo sinvergüenza, irresponsable o tonto, se le dice cínicamente “¡Éste es un inconsciente!”.  El psicoanálisis no está muy lejos de nuestro lenguaje cotidiano, ni se trata además de un mero ejercicio intelectual, sino de algo muy afectivo que se acontece en la sesión con el/la psicoanalista, dando como resultado un “responsabilizarse emocionalmente” de actos y palabras.


No dar cuenta del inconsciente es estar abandonado al error y posteriormente, al reproche y a la queja insensata.  Es por ejemplo: navegar sin rumbo y en la tormenta echarle la culpa a la suerte o a Dios.  Hay que pensar la posibilidad de que cada error que se comete está capitaneado por material inconsciente, llevando al sujeto a la repetición si no se percata de ello.

Faltando poco para elecciones presidenciales, aún coexistimos en una sociedad que anhela al candidato paternal, para luego sacrificarlo o adorarlo según su gobierno sin nunca indagar-se ¿Por qué se sigue cayendo y creyendo en lo mismo? O ¿Por qué cualquier gestión individual no pasa de la queja y victimización?; no saber del inconsciente es dejarse engañar (por deseo propio).  Y por citar brevemente, la convivencia en sociedad también está llena de inconscientes. Pero tampoco ha de tenerse tantas esperanzas, el psicoanálisis es-ahí solo para pocos con deseo de interrogarse.


Carlos Silva Koppel




jueves, 11 de agosto de 2016

Pokémon GO y lo imposible de soportar


Muchos migrantes digitales están seducidos a participar de este juego: Pokémon Go.  El que no es posible jugar sin un teléfono móvil de avanzada con un paquete interesante de internet, para poder desplazarse por los diferentes puntos geográficos que exige la plataforma sin importar nada y alcanzar las metas sugeridas.  Un divertimento que atañe a unos y a otros angustia, mientras no estén insertos en la posibilidad de la lógica del gadget costoso.

Existen gustos diversos y entre ellos, hay quienes disfrutan desde mucho antes Pokémon.  Y quizá ahí haya un poco de luz para comprender esta tendencia abrupta por atrapar monstruos virtuales, mientras que los propios monstruos o fantasmas más bien, más reales, andan por ahí aún muy sueltos dentro esas cabezas. 

Pokémon es el padre de series y juegos posterior a su aparición en 1996 en distintos formatos.  Podría asegurar que desde ahí surgen Sakura Card Captors, Digimon, Yu-gi-Oh, entre otros.  Tenemos hoy la gran campaña mediática aprovechada esta vez por plataformas informáticas, sumado a que Pokémon es por decirlo así, parte de la infancia de muchos y que resulta un fenómeno que bien puede entrar en la categoría de epidemia de primer mundo.  Como punto aparte diría que los niños y jóvenes de hoy, se interesarán por poco tiempo en el juego, pero agrego que Pokémon Go es pionero en su tipo.

Puede ser visto como un alivio ir por la calle y escuchar a jóvenes hablando de dónde atrapar a Pikachu y no de dónde conseguir droga. Preferible el triunfo de este capitalismo al de un capitalismo gore.  Por otro lado dirán sutilmente los  llamados especialistas, que siempre este efecto se explica diciendo que se sustituye una droga por otra.  Pero el asunto siempre es más complejo que eso, como en cuestionar por qué el uso de cada droga.

Cuando están con la mirada en el teléfono móvil, ahora a más de que exista la posibilidad que estén en Instagram, Facebook, Twitter, Pinterest o Whatsapp, se añade por el momento este nuevo implemento.  Diferente, claro que sí, a Snake (2000), Candy Crush o Angry Birds; nombrando solo juegos que han tenido casi el mismo impacto y que son exclusivamente para teléfonos móviles, a diferencia de éste y su gran campaña mediática.

Por supuesto que Pokémon Go es mucho menos aburrido que Pokémon Snap, para Nintendo64, el que implicaba viajar en un vehículo sin poder salir de este, con la consigna de fotografiar los poket mosnters.  Esta vez el viaje no es a través de la consola y el televisor, sino que es en "la realidad" como se conoce, por medio de GPS con la misión inicial del imperativo "¡atraparlos ya!".  El hecho de tener que salir de un sitio para ir a la búsqueda, es un segundo paso luego del fracasado intento del Nintendo Wii para paliar el sedentarismo; pero hablamos siempre de un cuerpo abstraído que va por ahí a la buena de dios tecno y de la no muy elaborada sensatez.

Sin embargo este tema está sobre dimensionado en redes sociales y en lo mediático, como sucede con un sinnúmero de discusiones, que no alcanzan mayor trascendencia o puedan entrar en la categoría de acontecimiento.  Para quienes son gamers, es un juego más y no más encantador que cualquier otra aplicación y menos que una red social.

Es tentador ir tras algo que en realidad no está ahí, tal como se formula el deseo en psicoanálisis y la construcción de un objeto que, solamente se puede bordear y que es inasible, sujeto a la vez al hartazgo para dar paso a la búsqueda de un siguiente objeto.  El que camina con sus ojos atados al teléfono móvil, siendo un personaje guiado por un GPS, adopta la idea de que se está en un lugar y que de hecho en cuerpo esté, mas no en ser.  En la búsqueda del objeto perdido (el Pokémon) que está, pero a la vez no, certificando que las masas acostumbran a buscar y creer cosas que no están ahí, pero que ojalá que sí estén.

Capturar en la "realidad aumentada" algo intangible (virtual), es parecido al ideal de querer capturar un pensamiento o una palabra, dicha o no, que desaguan como causa de la dinámica deseo, culpa y goce, con la diferencia que estos se marcan en el cuerpo.  El juego puede reducirse a una muletilla más para poder lidiar con lo insoportable de la existencia o sí un salvoconducto para los olvidados, a los que esconden en las cloacas del mundo.
 
Niños sirios aprovechando fiebre pokémon
para ser rescatados.

Algunos educadores, científicos y me atrevo a decir psicoanalistas, ingenuos quizá, entenderán las subjetividades que se suceden a partir de las nuevas tecnologías, optando por inventarse neo formas de llegar a sus alumnos, corriendo de un lado al otro con la cara pintada de Bullbasaur para que copien la tarea.  Otros más tercos en cambio, querrán utilizar prácticas metodológicas antiguas para lidiar con estas generaciones, incluso llegando a utilizar estrategias anti tecnología.  Eso no está en cuestión, sino preguntarse a qué nos enfrentamos cuando suponemos que son estas nuevas subjetividades las hechizadas por lo banal, cuando las viejas ya lo estaban según su época, dependientes o no de una estructura de mercado, aplanadas por la cultura de forma totalitaria, como lo dijo Freud en 1930.

Desde el psicoanálisis se sabe que el juego alimenta a la pulsión y no necesariamente un juego tiene que formar el carácter, preparar a un niño para la adultez o contribuir al adulto a ignorar su miserable vida.  La subjetividad del sujeto, la verdad, lo imposible de ver frontalmente está ahí aguantado, pero en cualquier momento de vuelta.




Carlos Silva Koppel