viernes, 24 de febrero de 2023

Salinas 2023 (II)

 

Me gustaría también que podamos pensar este suceso para hacer un análisis de ¿Qué es lo que somos?, quiero decir, para pensar al ecuatoriano.

Puede parecer un poco filosófica la pregunta, pero no está de más plantearla. ¿Qué es lo que somos ahora? ¿Es lo que hemos sido siempre? Vean qué interesante es hablar de esto. ¿Cómo condicionaría nuestra vida, nuestro destino, haber participado de ello, haberlo visto? ¿Debería cambiarla? Y si no ocurre algún efecto a partir de lo sucedido ¿lo habremos normalizado?  

Recuerdo el libro de El Perfume, en el que hubo un momento de inmenso éxtasis de todo un pueblo, que cayó absorbido por el exceso debido a la embriaguez que produjo un aroma obtenido por el perfumista.  Luego del evento, quedaron la vergüenza y la culpa.

Pero en ese presente de descontrol ¿saben lo que se hallaba? La incertidumbre acerca del futuro. Es posible que la pandemia haya dejado un rezago de aquello: la afectación del futuro.  No obstante, en esta suerte de debacle político-social, existe la percepción de que no hay futuro en la ausencia del progreso y del desarrollo; en que la vida no la tenemos segura en las calles; por eso el momento presente es desmedido, se asume sin consecuencias, sin importar si graban, sin importar el derecho de los otros, la propiedad privada, etc.

Por ahí he escuchado que “hay que dar la vuelta a la página”.  Es claro que cada suceso nos marca como individuos.  ¿Por qué llegamos ahí? Para eso se pueden plantear ciertas hipótesis, pero una adecuada es que la masa es por definición: acéfala, por lo tanto, puede ser peligrosa; impredecible: no sabes lo que ahí va a suceder y hasta cierto punto puede llegar a ser incontrolable.

También podemos pensar en la libertad ¿Qué es libertad? ¿Es lo que vimos aquél día? Los límites de los derechos individuales pueden verse afectados por el concepto impreciso de libertad. ¿Será que hemos confundido, políticamente, libertad con olvido? Quizá desde el plano político estos podrían ser los efectos que tanto se le critica al denominado “neoliberalismo”.

Creo que es un gran ejemplo, lo sucedido en Salinas, para decir que nos va mejor como sociedad sin ser libres. Con límites, autoridad, leyes claras. Otro problema es también el maridaje entre libertad vs. seguridad.  El tema de la seguridad es complejo ya que, puede tener sus excesos y caer en totalitarismo.

Se habla de “incivilización”, de “catarsis”, de “depravación” … pero a mí me gustaría ser un poco más profundo.  ¿Nos dominamos? fuimos testigos de que no tenemos control de nuestra vida, peor de nuestra conducta. Y este no es un problema social, sino intrínseco del ser humano de la sociedad moderna.  Ese vivir a la deriva, con la ruta marcada por otros: el trabajo, la religión o la ley.  Y, ¿Qué hay de la conciencia de nosotros? ¿Por los suelos?

El hedonismo corriente (no epicúreo), que salta como trampolín desde el consumismo, es una respuesta política.  El hedonismo desbocado producto por el ultraconsumismo audiovisual, el mismo que se da para vivir al margen de la realidad social, es una respuesta que se quiere instalar como antídoto a la ansiedad de vivir día a día en esta sociedad extremamente peligrosa y olvidada.

Pertenecemos a una sociedad cansada, que está agotada por el exceso de trabajo, carestía de la vida (salud, educación, bienestar). No se justifica, pero es la expresión del fenómeno social como síntoma.  Si se pudiera hacer un estudio acerca de en qué puesto de felicidad se encuentra Ecuador en el mundo, creo que estaríamos entre los más bajos.  El aliciente por definición que debería existir y ser explotado en demasía, para paliar la ansiedad y/o depresión de vivir enfrente del desconsuelo y la tiranía de la cotidianidad, es el arte.  Pero en un Estado que no se preocupa por lo básico, no puede atender los pluses de la sociedad.  Ese plus es abordado por lo privado que confunde arte con espectáculo o entretenimiento, el mismo que alimenta el consumismo distractor que desataría lo que queremos evitar.

Por otro lado, el uso desbocado del espacio público, uso que terminó en una serie de excesos, es la apropiación orgiástica debido a la inexistencia o imposibilidad de poder utilizar espacios públicos donde se pueda mesuradamente, sostener pequeños placeres medidos y permitidos socialmente.  La exclusividad no permite a muchos tener acceso a ellos, por un lado, y la inseguridad, impide que podamos hacer uso de la misma ciudad.  Entonces en la primera oportunidad, proclive a desbordarse, tengan por seguro que algo así va a ocurrir.  Por eso, la respuesta no es plantear más exclusividad, sino, mayor seguridad social.

Manifestarse apocalípticamente sobre estos hechos, de manera visceral, es muy fácil. Debemos leer un poco más a fondo este tipo de fenómenos sociales, porque si no, no podemos abordarlos para poder cambiarlos.  Con esto puedo traer a colación la importancia de tener un sentido crítico agudo, en tanto, no dejarnos llevar también por las pasiones de la denuncia, que son bastante parecidas a las pasiones del descontrol carnavalero.


Carlos Silva Koppel

Psicoanalista

jueves, 23 de febrero de 2023

Salinas 2023

 

Recuerden que no podemos explicar ningún fenómeno social o psicológico sin comprender época, contexto, aspectos etarios o de género. Ahora lo ocurrido en Salinas u otras partes del Ecuador, no deja de ser –como se ha visto en varias ocasiones similares– un chivo expiatorio para sacar la moralina que llevamos dentro y hacernos creer a la otra parte de la masa (la que no participó, la masa que critica en redes sociales) mejores que los otros, por encima que ellos, agentes de las buenas costumbres, “policías de lo correcto”. Me planteo las preguntas ¿Hay diferencias entre los excesos en las fiestas españolas de “La Tomatina” y el “San Fermín” con el carnavalazo en Salinas? o ¿Las fiestas setenteras del Woodstock? Quizá lo que faltó fue Rock n Roll y otras cosas más ¿Qué es lo que estamos juzgando? ¿Color de la piel, estrato social? Por otro lado, veamos algunos aspectos que pueden haber desencadenado excesos que irrumpían los derechos de los otros:

·   Vivimos en una época bastante sexualizada, mediáticamente hablando. El momento se dio para poner en práctica todo lo que hemos consumido audiovisualmente por un buen tiempo.

·   En Ecuador nos encontramos en una fuerte crisis política y social, en cuanto a precariedad en seguridad, por ejemplo.  Las bufonadas y otros excesos, fácilmente son hacerle mofa a la autoridad, lo vimos en uno de los vídeos cuando bañaban a un agente de tránsito.  Quiero decir que podemos considerar los actos llevados a cabo en Carnaval, como una manifestación política, que se ve en: el uso desmedido del espacio público, la confirmación de la ausencia de autoridad o la precariedad de las leyes, para que nos ordene. No es la educación la que ordena la polis, sino la ley.

·   Concluyo que si consideramos lo sucedido como una debacle social, es nada más un síntoma sociopolítico en la medida que, lo psicológico es condicionado por la situación de inestabilidad política en la que vive.

·   El exceso dionisiaco lo puedo proponer como una contestación al exceso de violencias y muertes que vivimos todos los días, para lo cual necesitamos ser igual de incisivos como lo hemos sido con estos actos inmorales. Los actos públicos que rondan lo sexual, son inversamente proporcionales a la muertes que se dan a la luz del día, día a día.

·   Quienes entran en aquella masa desmedida, aceptan las reglas del juego. Sin embargo, estas van cambiando a medida que los humos se van subiendo, para lo que luego sería tarde retractarse.

·   Los actos individuales se esconden en la masa, así que se dan rienda suelta a comportamientos que cotidianamente no pueden ser aceptados.

·    Es el efecto de “hinchada” de la que parte nuestra sociedad.  No podemos desmarcarnos de esa matriz ideológica futbolera que nos arrastra a hacer o defender cosas sin pizca de discernimiento.


¿La presencia policial hubiera servido para detener los desmanes?

La policía ha servido bastante bien para reprimir a civiles indefensos, mas no para combatir eficazmente el hampa que nos acecha diariamente. No es la presencia de “más policías”, es la acción estratégica, sin violencia o represión brutal, la que puede sostener un orden.  Sin embargo, como he dicho, lo sucedido en días recientes es precisamente eso: estamos sin autoridad.

 


Carlos Silva Koppel

Psicoanalista

 


martes, 14 de febrero de 2023

No todo es relativo: una crítica a la ideología del sentido común

 


               Es cierto que el relativismo tiene entre nosotros una suerte de popularidad, pero más allá de su alcance, no llega a sostenerse sino con el ideal de “relatividad” de Einstein que se apropia del sentido común, sin ni siquiera saber antes de qué va la fórmula E=MC2.

         Eso del relativismo se enfrenta a dos grandes problemas: el planteamiento de un universal y el reduccionismo de que una verdad, lo bueno o lo justo responden al contexto social.  En Occidente nos hemos apegado a este último, que les puedo proponer como un relativismo contextual.  De esta manera es cómo se ha configurado nuestro pensamiento y establecido incluso las diferencias entre “los unos y los otros”.  Los unos “más salvajes” y otros, “los civilizados”. Ya luego la psicología social se encargará con detalle abordar el tema de los gregarismos o la antropología de la mano de Mead, Boas o Benedict, que sostenían la inconsistencia de evaluar una cultura mediante otra.

          Pero el universalismo es un problema de cierta manera.  Además de que grandes pensadores de la historia han planteado universales, como, por ejemplo, el papi del psicoanálisis Freud, con la idea de que todos “tenemos inconsciente”.   Se le puede contraponer lo que sustenta Richard Rorty de que cualquier verdad “objetiva” vendría de un cientificismo de la ilustración.

             Por otra parte, el relativismo llega a permear el sentido común aupado a la vez con posiciones progresistas, que rechazan el universalismo por considerarlo colonial estableciendo una cultura eurocéntrica que no considera la subalternidad.

       Podríamos decir que en nuestro contexto ecuatoriano “pluricultural”, donde se manifiestan distintos grupos que defienden la diversidad, se entendería la multiplicidad de las culturas… pero no.  Se creería que somos relativistas, porque nos tenemos tolerancia entre nosotros, sin embargo, el día a día demuestra que no es así.

   Debería ser entonces, que nuestra posición del “todo es relativo”, la misma que va en consecuencia con la corriente de las ciencias sociales de a mediados del Siglo XX, chomskiana, foucoultiana, poulantziana, bourdieuana, etc., etc., no es congruente con la manera de comportarnos entre nosotros o referirnos a otros: en los dualismos de clase, de etnia, de grado, económicos, estéticos, etc.  Allí somos universalistas.

           Además, que ese relativismo moral del que nos jactamos es peligroso porque nos obliga a respetar una justicia fuera de la ley (justicia indígena), matrimonios de hombres con menores de edad que son intercambiadas por vacas. O a tolerar lo que pasa en otros países, como la ablación del clítoris, la circuncisión a la vista del público o la violencia de género que se sostiene en el islam.  Aquél relativismo cultural, conservador por cierto, no acepta que las costumbres, las prácticas sociales y la cultura va cambiando.

               En esta medida cabe la pregunta sobre ¿Por qué esa adicción la de nosotros de sostener el pasado a fin de conservar la pureza de los inicios? No les puedo dar una apreciación aún de ¿por qué sostener prácticas tan antiguas, cuando hemos avanzado en pensamiento, leyes, educación, producción y formas de relacionarnos?

            ¿La solución? Hay principios metaéticos y universales como los Derechos Humanos a los que todos, sin excepción, nos debemos de regir.

 

 

 

Carlos Silva Koppel

Psicoanalista