Me gustaría también que podamos
pensar este suceso para hacer un análisis de ¿Qué es lo que somos?, quiero
decir, para pensar al ecuatoriano.
Puede parecer un poco filosófica
la pregunta, pero no está de más plantearla. ¿Qué es lo que somos ahora? ¿Es lo que
hemos sido siempre? Vean qué interesante es hablar de esto. ¿Cómo condicionaría
nuestra vida, nuestro destino, haber participado de ello, haberlo visto?
¿Debería cambiarla? Y si no ocurre algún efecto a partir de lo sucedido ¿lo habremos normalizado?
Recuerdo el libro de El Perfume, en el que hubo un momento de
inmenso éxtasis de todo un pueblo, que cayó absorbido por el exceso debido a la
embriaguez que produjo un aroma obtenido por el perfumista. Luego del evento, quedaron la vergüenza y la
culpa.
Pero en ese presente de
descontrol ¿saben lo que se hallaba? La incertidumbre acerca del futuro. Es
posible que la pandemia haya dejado un rezago de aquello: la afectación del
futuro. No obstante, en esta suerte de
debacle político-social, existe la percepción de que no hay futuro en la
ausencia del progreso y del desarrollo; en que la vida no la tenemos segura en
las calles; por eso el momento presente es desmedido, se asume sin
consecuencias, sin importar si graban, sin importar el derecho de los otros, la
propiedad privada, etc.
Por ahí he escuchado que “hay que
dar la vuelta a la página”. Es claro que
cada suceso nos marca como individuos.
¿Por qué llegamos ahí? Para eso se pueden plantear ciertas hipótesis,
pero una adecuada es que la masa es por definición: acéfala, por lo tanto, puede
ser peligrosa; impredecible: no sabes lo que ahí va a suceder y hasta cierto
punto puede llegar a ser incontrolable.
También podemos pensar en la
libertad ¿Qué es libertad? ¿Es lo que vimos aquél día? Los límites de los
derechos individuales pueden verse afectados por el concepto impreciso de
libertad. ¿Será que hemos confundido, políticamente, libertad con olvido? Quizá
desde el plano político estos podrían ser los efectos que tanto se le critica
al denominado “neoliberalismo”.
Creo que es un gran ejemplo, lo
sucedido en Salinas, para decir que nos va mejor como sociedad sin ser libres.
Con límites, autoridad, leyes claras. Otro problema es también el maridaje entre
libertad vs. seguridad. El tema de la
seguridad es complejo ya que, puede tener sus excesos y caer en totalitarismo.
Se habla de “incivilización”, de
“catarsis”, de “depravación” … pero a mí me gustaría ser un poco más
profundo. ¿Nos dominamos? fuimos
testigos de que no tenemos control de nuestra vida, peor de nuestra conducta. Y
este no es un problema social, sino intrínseco del ser humano de la sociedad
moderna. Ese vivir a la deriva, con la
ruta marcada por otros: el trabajo, la religión o la ley. Y, ¿Qué hay de la conciencia de nosotros?
¿Por los suelos?
El hedonismo corriente (no
epicúreo), que salta como trampolín desde el consumismo, es una respuesta
política. El hedonismo desbocado
producto por el ultraconsumismo audiovisual, el mismo que se da para vivir al
margen de la realidad social, es una respuesta que se quiere instalar como
antídoto a la ansiedad de vivir día a día en esta sociedad extremamente
peligrosa y olvidada.
Pertenecemos a una sociedad
cansada, que está agotada por el exceso de trabajo, carestía de la vida (salud,
educación, bienestar). No se justifica, pero es la expresión del fenómeno
social como síntoma. Si se pudiera hacer
un estudio acerca de en qué puesto de felicidad se encuentra Ecuador en el
mundo, creo que estaríamos entre los más bajos.
El aliciente por definición que debería existir y ser explotado en
demasía, para paliar la ansiedad y/o depresión de vivir enfrente del
desconsuelo y la tiranía de la cotidianidad, es el arte. Pero en un Estado que no se preocupa por lo
básico, no puede atender los pluses de la sociedad. Ese plus es abordado por lo privado que
confunde arte con espectáculo o entretenimiento, el mismo que alimenta el consumismo
distractor que desataría lo que queremos evitar.
Por otro lado, el uso desbocado
del espacio público, uso que terminó en una serie de excesos, es la apropiación
orgiástica debido a la inexistencia o imposibilidad de poder utilizar espacios
públicos donde se pueda mesuradamente, sostener pequeños placeres medidos y
permitidos socialmente. La exclusividad
no permite a muchos tener acceso a ellos, por un lado, y la inseguridad, impide
que podamos hacer uso de la misma ciudad.
Entonces en la primera oportunidad, proclive a desbordarse, tengan por
seguro que algo así va a ocurrir. Por
eso, la respuesta no es plantear más exclusividad, sino, mayor seguridad
social.
Manifestarse apocalípticamente
sobre estos hechos, de manera visceral, es muy fácil. Debemos leer un poco más
a fondo este tipo de fenómenos sociales, porque si no, no podemos abordarlos para
poder cambiarlos. Con esto puedo traer a
colación la importancia de tener un sentido crítico agudo, en tanto, no dejarnos
llevar también por las pasiones de la denuncia, que son bastante parecidas a
las pasiones del descontrol carnavalero.
Carlos Silva Koppel
Psicoanalista