Hay algo que la Psicología de corte científica intenta enseñarnos desde muy temprano y esto es que: al manipular algunas variables del “mundo externo”, la conducta del individuo puede ser modificada. Así, se podría organizar mejor a los sujetos y a la comunidad que les circunda. Sin embargo, el trasfondo del asunto es la manipulación, el manoseo, no de lo inanimado, sino del sujeto, junto a la intencionalidad que hay de por medio, que se ve justificada con el romanticismo de la salubridad mental y el bien común; es un asunto al que se le debe prestar especial atención. Empezando por esta dirección, decimos entonces que el sujeto es manipulado con intenciones que no conocemos.
Estar en la potestad de manipular, lleva una cuota de poder. La justificación de pensar en el bien de un colectivo, da una carga de política: conocido así popularmente. De aquí que surge un maridaje infernal, al que llamaremos el de “Las tres P”: Psicología, Poder y Política. Infernal porque ya suficiente se tiene con cada una de estas figuras por separado. Se entendería que estando juntas, es la captación de todos los espacios en los que el sujeto había deambulado de una forma u otra, sin quedar siquiera un cabo suelto.
Como cualquier otra profesión, la Psicología, y podríamos tenerlo en cuenta de esta manera, tiene cosas que hacer o limitadamente quiere intentar hacerlas. Pero su labor es frágil, inclusive empezar a montar una idea sobre ¿De qué se trata la psicología como profesión?, tiene una suerte de inconsistencia y más aún si pensamos en su finalidad. Ahora bien, si de esto consiste más o menos andar dentro de la Psicología, ¿qué pasaría si ésta se dedicara a la actividad política? Y en lo que debemos ocuparnos en entender como actividad política, es en la lucha cabal e imponente de un color inmortal, para llegar a una posición de poder y ejercerlo sobre un grupo determinado.
La política no implica el ejercicio del poder, sino una acción, que para Jacques Rancière parte desde una racionalidad específica a la que podemos llamar ideología. Sin embargo, desde una posición de poder (con o sin minúsculas), cualquier práctica está relacionada con el ejercicio del éste. Para Foucault el poder existe solamente cuando es puesto en acción; una acción sobre otra acción, sin consentimiento natural o manifestación de un consenso[1].
Por sí misma la psicología es informe, sin forma. Peor si, quien se diga adepto a ella tiene intenciones de estar dentro de la política. No se debe descartar que su intencionalidad se trate de estar en el poder y recibir la calidez que este le pueda brindar. Por lo tanto esta llamada ciencia sería precaria por los siguientes aspectos: inicialmente con su contrariedad epistémica, luego por el olvido de ésta para hacer política o por el ejercicio de ella por medio de una dictadura ideológica. Tornándose cómico y escabroso, dedicarse a la política para ejercer la psicología. Pareciendo una verdad de Perogrullo, puede preguntarse ¿Qué de Psicología se puede saber, si se dedica a la política, como una lucha de clase por el poder? Probablemente la respuesta sea: mucho, porque la psicología es el ejercicio de poder.
George Orwell en “1984”, dice que: “el poder es el valor absoluto y único; para conquistarlo no hay nada en el mundo que no deba ser sacrificado y, una vez alcanzado, nada queda de importante en la vida a no ser la voluntad de conservarlo a cualquier precio”[2]. Bien intencionados entonces quienes se dediquen a duras penas estudiar la Psicología, para que con su corto precio de cabezas piensen que algo harán con ella, porque esto es menos terrorífico que lo anterior. Aquí no hay lucha por una posición de poder, se está conforme con la que ya se tiene o se va a obtener.
Siendo ya psicólogo, se asume una posición de poder, avalada con la certificación universitaria; que juega al observador, al vigilante de lo patológico, al normalizador, al soplón, al infiltrado; que se sirve del interrogatorio y de la confesión, de esta última no para dar el perdón, sino para encontrar un síntoma: diferenciarlo, fragmentarlo, tacharlo, para burocratizarlo. Ya sabíamos que la Psicología está al servicio del poder, pero ¿si fuera parte del poder absoluto?
Es lo que intenta la llamada Psicología científica: abarcar todos los poderes. Cree en una forma científica de gobernar, para lo que acertadamente Mijail Bakunin menciona: “Un cuerpo de científicos en el gobierno se olvidaría de la ciencia y se dedicaría a perpetuar su poder idiotizando a las masas para dominarlas más fácilmente. No es posible un gobierno de la ciencia”[3]. Y establece tres imposibilidades de gobernar a partir de la ciencia:
1- La ciencia es imperfecta e inacabada y está siempre en evolución.
2- Una sociedad que se sometiera a una legislación científica no porque la considere razonable, sino por el peso de la ciencia de la cual emana. Se convertiría pronto en una sociedad de bestias.
3- Peligro de corrupción absoluta de sus miembros dirigentes.
Podemos llamar de escandaloso al hecho de que la psicología esté ubicada en una posición de poder, para ser primero político y luego psicólogo. Se exacerbarán todos los mecanismos de control, que como dice Bakunin, investidos de poder se convierten en opresores y explotadores de la sociedad. La burocracia aumentaría, la discriminación, el castigo, la censura, el chantaje, etc.
¿Qué potestad tiene la Psicología sobre el sujeto, en términos de soberanía y acciones sobre éste? Se está constantemente tentando a pensar en ¿cómo el sujeto podría librarse de esto, si todos los espacios se encuentran amenazados de censura? Por último, pensar en las intenciones de la psicología y su relación con el ejercicio de la política y el poder.
Estar en la potestad de manipular, lleva una cuota de poder. La justificación de pensar en el bien de un colectivo, da una carga de política: conocido así popularmente. De aquí que surge un maridaje infernal, al que llamaremos el de “Las tres P”: Psicología, Poder y Política. Infernal porque ya suficiente se tiene con cada una de estas figuras por separado. Se entendería que estando juntas, es la captación de todos los espacios en los que el sujeto había deambulado de una forma u otra, sin quedar siquiera un cabo suelto.
Como cualquier otra profesión, la Psicología, y podríamos tenerlo en cuenta de esta manera, tiene cosas que hacer o limitadamente quiere intentar hacerlas. Pero su labor es frágil, inclusive empezar a montar una idea sobre ¿De qué se trata la psicología como profesión?, tiene una suerte de inconsistencia y más aún si pensamos en su finalidad. Ahora bien, si de esto consiste más o menos andar dentro de la Psicología, ¿qué pasaría si ésta se dedicara a la actividad política? Y en lo que debemos ocuparnos en entender como actividad política, es en la lucha cabal e imponente de un color inmortal, para llegar a una posición de poder y ejercerlo sobre un grupo determinado.
La política no implica el ejercicio del poder, sino una acción, que para Jacques Rancière parte desde una racionalidad específica a la que podemos llamar ideología. Sin embargo, desde una posición de poder (con o sin minúsculas), cualquier práctica está relacionada con el ejercicio del éste. Para Foucault el poder existe solamente cuando es puesto en acción; una acción sobre otra acción, sin consentimiento natural o manifestación de un consenso[1].
Por sí misma la psicología es informe, sin forma. Peor si, quien se diga adepto a ella tiene intenciones de estar dentro de la política. No se debe descartar que su intencionalidad se trate de estar en el poder y recibir la calidez que este le pueda brindar. Por lo tanto esta llamada ciencia sería precaria por los siguientes aspectos: inicialmente con su contrariedad epistémica, luego por el olvido de ésta para hacer política o por el ejercicio de ella por medio de una dictadura ideológica. Tornándose cómico y escabroso, dedicarse a la política para ejercer la psicología. Pareciendo una verdad de Perogrullo, puede preguntarse ¿Qué de Psicología se puede saber, si se dedica a la política, como una lucha de clase por el poder? Probablemente la respuesta sea: mucho, porque la psicología es el ejercicio de poder.
George Orwell en “1984”, dice que: “el poder es el valor absoluto y único; para conquistarlo no hay nada en el mundo que no deba ser sacrificado y, una vez alcanzado, nada queda de importante en la vida a no ser la voluntad de conservarlo a cualquier precio”[2]. Bien intencionados entonces quienes se dediquen a duras penas estudiar la Psicología, para que con su corto precio de cabezas piensen que algo harán con ella, porque esto es menos terrorífico que lo anterior. Aquí no hay lucha por una posición de poder, se está conforme con la que ya se tiene o se va a obtener.
Siendo ya psicólogo, se asume una posición de poder, avalada con la certificación universitaria; que juega al observador, al vigilante de lo patológico, al normalizador, al soplón, al infiltrado; que se sirve del interrogatorio y de la confesión, de esta última no para dar el perdón, sino para encontrar un síntoma: diferenciarlo, fragmentarlo, tacharlo, para burocratizarlo. Ya sabíamos que la Psicología está al servicio del poder, pero ¿si fuera parte del poder absoluto?
Es lo que intenta la llamada Psicología científica: abarcar todos los poderes. Cree en una forma científica de gobernar, para lo que acertadamente Mijail Bakunin menciona: “Un cuerpo de científicos en el gobierno se olvidaría de la ciencia y se dedicaría a perpetuar su poder idiotizando a las masas para dominarlas más fácilmente. No es posible un gobierno de la ciencia”[3]. Y establece tres imposibilidades de gobernar a partir de la ciencia:
1- La ciencia es imperfecta e inacabada y está siempre en evolución.
2- Una sociedad que se sometiera a una legislación científica no porque la considere razonable, sino por el peso de la ciencia de la cual emana. Se convertiría pronto en una sociedad de bestias.
3- Peligro de corrupción absoluta de sus miembros dirigentes.
Podemos llamar de escandaloso al hecho de que la psicología esté ubicada en una posición de poder, para ser primero político y luego psicólogo. Se exacerbarán todos los mecanismos de control, que como dice Bakunin, investidos de poder se convierten en opresores y explotadores de la sociedad. La burocracia aumentaría, la discriminación, el castigo, la censura, el chantaje, etc.
¿Qué potestad tiene la Psicología sobre el sujeto, en términos de soberanía y acciones sobre éste? Se está constantemente tentando a pensar en ¿cómo el sujeto podría librarse de esto, si todos los espacios se encuentran amenazados de censura? Por último, pensar en las intenciones de la psicología y su relación con el ejercicio de la política y el poder.
Carlos Silva.
[1] Foucault, Michel. “Sujeto y Poder”.
[2] Orwell, George. “1984”. España, Mestas Ediciones, 2008.
[3] Bakunin, Mijail. “Escritos de Filosofía Política”.