miércoles, 14 de marzo de 2012

Identidad y Medios de Comunicación


La intención del texto presente es aludir algunos aspectos que podrían considerarse relevantes, con respecto a la influencia de los medios de comunicación, frente a la construcción de la identidad del sujeto o más ampliamente, a un grupo humano. En sí, es un tema muy amplio y para lo que solamente, hincaremos ciertos puntos procurados a generar algún tipo de discusión, manteniendo algunas nociones psicoanalíticas.

Las preguntas son sencillas, ¿Quién soy? ¿Quiénes somos?/ ¿Cómo soy? ¿Cómo somos? / ¿Para qué soy? ¿Para qué somos?. Nótese la importancia de realizarlas de los dos modos, singular y plural, puesto que asumirse de forma singular, implicaría a un otro; asumirse singularmente, comprendería en sí, el colectivo social. Estas preguntas no aparecen de manera explícita, lo hacen en formas un tanto cifradas, enmascaradas, escondidas, sin un sentido. Sin tratarse tanto del idilio del género o la “Guerra de los Sexos” (en términos de Camille Paglia), hablamos inicialmente de un sujeto, que está perdido.

Este sujeto interrogador, que no sabe bien por dónde camina, constante en la búsqueda de sentido, es lo que mantiene igualmente en una pesquisa sin cese a las corporaciones en general. Pero sin desmerecerlas, un poco más cercana a lo que comprende el sujeto en tanto hablante -ser-hablante- , están los medios de comunicación, en detrimento a la construcción de imaginarios sociales, hasta la identidad del yo. Es un sujeto perdido lo que los medios buscan, lo saben, ya lo conocen. La televisión por ejemplo, podría asumirse como una mantis gigante, monstruo enmascarado, donde el sujeto solo puede verse reflejado en los ojos del mismo monstruo[1], interrogándose ¿Qué hace ahí? ¿Qué quiere el insecto de mí?. Subrayemos de lo anterior, “verse reflejado”.

Por ser en sí mismo un sujeto perdido, hacen de los medios de comunicación, entidades devoradoramente demandantes. No se pretende con esto reconocer a los medios como sujetos, técnicamente sería imposible. Sin embargo, simbólicamente se constituyen como un ente que se encuentra en una constante búsqueda de un sujeto que está perdido, a la vez que éste está en la búsqueda de su objeto perdido. De esta manera, lo catastrófico oscila en el encuentro de éstos dos.

Los medios intentan con todas sus armas facilitarle la búsqueda al sujeto. Es decir, que la entrega de sentidos al sujeto no es limpia en absoluto. Está condicionada a lo que el mercado señala y de donde el medio se parasita para así subsistir: de la comprensión afortunadamente limitada del sujeto. La entrega de sentido va cargada de basura.

Los medios, de lo que entendidamente conocen del sujeto, se muestran como él, “lo muestran” a él. Lleva así una suerte de malentendido inconmensurable, en una dialéctica de “mostrar lo que son para que sean” y “ver lo que se es, para ser”. Y en sí, no es tan sencillo, a medida que aquello se va dando, alternamente el sujeto tendrá sus propios desencuentros subjetivos, que corresponden al orden de lo singular, donde los medios de comunicación ocupan, llenan, desbordan, ese lugar en falta del sujeto.


La Televisión: “Así soy, como tú eres”

Bajo la siguiente lógica, “yo sé lo que eres y eso te muestro: a ti mismo, es lo que tú quieres”, bien puede ir sujetada a dos vertientes que logran una fractura: las verdaderas intenciones del medio y el mismo “no saber qué/quién soy” del sujeto. Suponer conocer al sujeto y entregar la basura determinada no solamente por un mercado del consumo, sino también político; conjugada con la inherencia narcisista y morbosa del propio sujeto, permitiendo que los dos coexistan de manera armoniosa, establece la constitución de una identidad, no solamente para el sujeto, sino para ambos.

Sin embargo, los posicionamientos discursivos son distintos: la posición de sujeto (tachado), frente a la de los medios de comunicación, de gran Otro, que se encuentra bajo el discurso Amo. No habría sino una dialéctica de Amo-esclavo, adaptándose constantemente el uno con el otro. La diferencia es que el medio influye a un sujeto que afecta a su sociedad y esta afecta al medio para llegar al sujeto.

Para el psicoanálisis, el concepto de identidad, tendrá el mismo valor que el de personalidad, sin embargo, la identidad como estructura psíquica, representa un lecho importante en lo que significaría la relación con el otro, en tanto, la identidad esté relacionada con el yo y este a su vez con el fantasma. En términos sencillos, hablamos de la historia del sujeto.

“Así soy - eso eres”, “La comunidad”, etc. (recursos latinoamericanos, aunque no exclusivos), son formas de transmitir una realidad asumida por el medio, construyendo así la realidad del sujeto, a partir del malentendido del lenguaje, inflado del espectáculo y lo mercantil. Haciendo creer que el medio comprende al sujeto, lo valora, lo ayuda; es la oferta. Consecuentemente, el medio cae en la barbaridad y en la inmundicia, que es donde recurre el sujeto constituyéndose parte de él como tal, de manera ilusoria.

Carlos Silva Koppel.



[1] Tomado de la analogía que hace J. Lacan en el Seminario X, referente al sujeto y su relación con el Otro.

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