miércoles, 5 de diciembre de 2018

Sobre el pase (aval/permiso/garantía de la escuela de psicoanálisis, para convertir a uno en psicoanalista)






A partir de un testimonio de la experiencia de fin de análisis, en el libro "La Batalla de cien años: historia del psicoanálisis en Francia (3)", Roudinesco, p. 248:
Se cita la carta,
"Julliete Labin se suicidó por el pase [...] el pase es una máquina infernal y la herramienta impecable de un delirio del poder [...] Tal vez Julliete se hubiera suicidado sin el pase, pero entonces hubiera sido asunto de ella y en vez de eso ustedes favorecieron su división".
Sigue el texto:
-Después de esta carta, los miembros del jurado van tomando posición uno por uno. Mathis, Conté, Safouan, Clavreul y Ginette Rimbault se niegan obstinadamente a escuchar la verdad de ese suicidio y sostienen menos que depende del pase que de la estructura del pasante. Pero, no sabiendo cómo dar cuenta de esta muerte ocurrida en el curso del procedimiento, prefieren evadirse. Sólo Lacan y Leclaire aceptan la idea de que el pase pueda entrañar un riesgo. Lacan: "Enuncié que el psicoanalista solo se autoriza por sí mismo. Es incuestionable, pero entraña un riesgo. Agrego que este riesgo, en el pase, no está obligado a correrlo. Se ofrece deliberadamente."-

Fin de cita.
Es decir, no está obligado a correr el riesgo a que se le diga que "no" y devenir en delirio o tampoco están obligados a negarlo "se ofrece deliberadamente". 
Como he venido comentando... a los psicoanalistas de la localidad y a los que se les ha negado no el solo pase, sino ser miembro de escuela, no han terminado bien. Somos los llamados locos o los perversos.
Carlos Silva Koppel

sábado, 16 de junio de 2018

Aborto, una lectura


Luego de que en la Argentina la ley de despenalización del aborto ha pasado favorablemente, me siento un poco con más soltura para traer al estrado algunos planteamientos.  Cuestionamientos que me han surgido a lo largo de este recorrido que no intentan ser, ni de cerca, una provocación para ninguno de los colectivos que están a favor o en contra, sino una respuesta de ideas a otras ideas, pero no exentos de discrepancias.  Así que, si las intenciones sobre este tema es entrar en una guerrilla política o ideológica con quien escribe, puede dejar de leer en este momento.

         Por mi formación psicoanalítica —lacaniana—, me he pensado cómo alimentar o desnutrir este debate sin necesidad de plantear a un impensable “psicoanalista de lo social” y cuidando en lo posible de no caer en el tedioso blablablá, del que sé, ya están (estamos) un poco hartos, es decir, “teorizando esotéricamente” nada más cuando hay en “concreto”, en juego, un debate donde se ventilan conceptos de vida - muerte.  Sino que a partir de la modesta formación que llevo, leer la cosa en otra clave sin dejarse llevar por la marejada de la que si no se sigue ahoga, me problematizo con los siguientes cuestionamientos, partiendo de una lógica.

         Hay algunos argumentos en contra y a favor que podemos pensarlos más hondamente.  Los argumentos en contra, que la mayor parte están impulsados por discursos religiosos no dan apertura a mucho, por el baño de divinidad y dogma que manejan. O una somera visión liberal se negará a la despenalización del aborto porque rompe el principio de no agresión, en el lecho de agredir a quien no ha agredido; en todo caso al enunciar a un “quien”, se puede asumir que ya hay sujeto ¿Lo hay?  Por otro lado, los que están a favor, más allá de seguir una fuerte corriente ideológica, al menos se asientan en bases biológicas, estadísticas de mortalidad, otros supuestos liberales, etc.  Hay que entender que estar en contra del aborto no significa obligar a una mujer a ser madre, ni tampoco la despenalización del aborto significaría en absoluto obligar a una mujer a abortar o a instigarla a que lo haga. 

         Se utilizan los argumentos de “consentimiento”, “defensa de la vida”, “decidir sobre el propio cuerpo” y de aquí los invito a ir pensando cada una de estas construcciones.

         Si el problema central radica en un asunto biopolítico que implica “el mandato sobre el cuerpo” y más complejo aún si se cree un “propio cuerpo”, podemos establecer la pregunta de ¿qué es un cuerpo? Y además uno ¿propio? Tenemos que salir necesariamente un rato de la biología y de la usual biología lacaniana para poder problematizarlo.  Primero que el cuerpo no es lo real, sino lo imaginario, como está planteado en La Tercera de Lacan. 


La relación del hombre, de lo que llamamos con este nombre, con su cuerpo, si algo subraya bien que es imaginaria, es el alcance que tiene en ella su imagen y desde el punto de partida, subrayé bien que era necesaria para eso de todos modos una razón en lo real, (…) es que sólo la prematuración explica esta preferencia por la imagen, que procede del hecho de que ella anticipa su maduración corporal, con todo lo que eso comporta, por supuesto, a saber, que no puede ver a uno de sus semejantes sin pensar que ese semejante le quita el sitio, y entonces naturalmente, lo vomita. (Lacan, 1975, p. 18 -19)[1]


Quiere decir que en relación a que hay semejante, hay cuerpo y que, dicho sea de paso, con respecto a ese vómito del cuerpo del otro, se establece la imagen del “propio cuerpo”.  Que el cuerpo sea imaginario quiere decir que implica un engaño (Eidelsztein, 2015), es decir, que pensar que el cuerpo suponga algo material y sustancial es un engaño sostenido por el sentido común, la ciencia moderna y la cultura Occidental.  Si el cuerpo no está capturado en lo imaginario entonces sería como una bolsa con un montón de órganos, como a la que se refería Lacan (2006) … es lo que en algún momento podría considerarse a un embrión.  Si fuera este el caso, el cuerpo como un pedazo de carne solamente, una bolsa que contiene órganos y la demanda contestataria va para suprimir el mandato sobre el propio cuerpo, entonces ¿no se contradice este enunciado, ya que, un embrión, feto o como sea nombrado es igualmente una bolsa de órganos sobre el que se tomaría una decisión?  El problema ético de toda la historia ha sido tomar decisiones sobre lo que carece o se excluye del lenguaje, desde el quehacer sobre la naturaleza, hasta los proyectos eugenésicos.

“El propio cuerpo”, solamente puede ser pensado en la medida de lo imaginario y en tanto, clave del narcisismo que en Lacan es el yo es otro, o sea, el yo inscrito en el discurso del Otro.  Lo que soporta el ideal de tener un propio cuerpo, es Otro, quien incluso es el que inscribe en el discurso.


El amor propio es el principio de la imaginación. El parletre adora su cuerpo porque cree que lo tiene. En realidad, no lo tiene, pero su cuerpo es su única consistencia - consistencia mental, por supuesto, porque su cuerpo a cada rato levanta campamento. (Lacan, 2006, p. 64).


El problema con el cuerpo es el engaño de la percepción, es que lo podemos “ver”, “sentir”.  Pero en el estar inscrito en el discurso del Otro se determina qué se es: hombre, mujer, gordo, trans, feto, bebé, embrión o solo una bolsa de órganos.  Entonces, lo imaginario que se atraviesa con el sentido (perteneciente a lo simbólico), es lo que diría si hay un “nuestro cuerpo”, “mi cuerpo”.  Tres citas de Lacan del Seminario XXIII para entenderlo mejor:


Solo en la medida en que los seres son inertes, es decir, están sostenidos por un cuerpo. (Lacan, 2006, p. 107).

El psicoanálisis, en suma, no es más que cortocircuito que pasa por el sentido - el sentido como tal, que hace poco definí mediante la copulación del lenguaje, puesto que asiento allí el inconsciente, con nuestro propio cuerpo. (Lacan, 2006, p.120).


Cuando Lacan dice aquí “copulación del lenguaje con nuestro propio cuerpo”, se refiere al encuentro entre lo imaginario y lo simbólico.


Relacionarse con el propio cuerpo como algo ajeno es ciertamente una posibilidad que expresa el uso del verbo tener. Uno tiene su cuerpo, no lo es en grado alguno. De aquí que se crea en el alma, después de lo cual no hay razones para detenerse, y también se piensa que se tiene un alma, lo que es el colmo. (Lacan, 2006, p.147).


¿Se dan cuenta que Lacan da al cuerpo un estatuto de un objeto cualquiera si no es inscribe en lo simbólico?  Es un objeto cualquiera, un pedazo de víscera, un mueble, si no copula con el lenguaje.

Aquella confesión de Lacan (2006), al señalar que eso de tener el cuerpo no sería más que, en un sin-sentido/sin estar en el lenguaje, tener otro objeto cualquiera, es lo tremendamente fuerte.  Lo que hace que haya cuerpo en tanto ser -no importa si cuerpo, si feto o embrión, sujeto- es por estar representado por un significante ante otro significante.  Que, por otro lado, un orden simbólico, o sea lo discursivo, hace que ello exista. 

Cuando una mujer pierde accidentalmente su embarazo (muerte fetal), comúnmente se dice “perdió al bebé” y en lo posterior hay un duelo, se dan pésames; y no se dice “perdió al feto” y no pasó nada.  El colectivo a favor de la despenalización[2] del aborto ha sostenido hasta la saciedad por medio de papers, investigaciones científicas, etc., que no se trata de un bebé, sino de un embrión que no es un ser humano.  Independientemente que ese saco de células grasas y sangre sea o no un ser humano, es cómo eso se inscribe en un discurso.

Al hablar de “consentimiento”, ya estamos señalando que se trata de un hecho discursivo.  Además, que, habríamos de reparar aquello que “el consentimiento” trae consigo y eso es que no hay consenso, no hay consentimiento, es la fórmula de Lacan “no hay relación sexual”, que nos obliga necesariamente a trabajar la cuestión del malentendido.

El idilio gira en torno a la vida, a sus postulados, a su defensa…, etc., por parte de quienes llevan las dos empresas, a favor o en contra, respectivamente.  Lacan en La Tercera (1975) inscribe “vida” en lo real, porque de esta no se sabe nada más que gozarla.  Considerar que el origen de toda la vida inicia con una asquerosa molécula, es impensable, imposible de imaginar.  De esta manera se avizora que habrá rencillas para largo entre los pros, los contra, a favor o demás… ya que, sobre lo real, habrá que cubrirse con mantos ideológicos o divinos.

Por último y como una lectura personal: la estrategia de tomar como ejemplo leyes aprobatorias o políticas de otros países, es como querer aplicar el modelo de educación finlandés en Ecuador: traer profesores o llevar alumnos ¿funcionaría? Cada logro alcanzado en materia de derechos, debería –técnicamente– responder al contexto de cada sociedad.




Carlos Silva Koppel
Twitter: @Filosofocar

















Referencias Bibliográficas

— Eidelsztein, A. (2015). Otro Lacan. Buenos Aires: Letra Viva.

— Lacan, J. (2006). El Seminario, Libro XXIII El Sinthome. Buenos Aires: Paidós.

— Lacan, J. (1975). La Tercera. Lettres de l’École freudienne, nº 16, pp. 177-203. (Traducción de Patrick Valas recuperada directamente de la web).



[1] Traducción de Patrick Valas, archivo disponible directamente desde su sitio web.
[2] Quisiera insistir en que veo diferencias entre “estar a favor de la despenalización” y estar a “favor del aborto”.  Me parecen planteamientos distintos.

miércoles, 18 de abril de 2018

Ecuador de la nueva era




La conmoción por lo que ha sucedido en los recientes días, no es ajena para los ecuatorianos.  No porque seamos enteramente sensibles, sino porque este tipo de traumas es nuevo para nosotros.  Hay que lamentar profundamente la pérdida de las vidas de los inocentes compatriotas y a estar preparados para lo que se viene.

Las respuestas a estos incidentes deben ser claras y concisas: no olvidar las vidas que fueron arrebatadas, para así tomar decisiones radicales en el marco de la ley e impedir que vuelva a suceder; establecer las causas, ya que los secuestros y los anuncios de los grupos narcoguerrilleros son solo efectos y no esperemos aplacarlos.  En el establecimiento de las causas (políticas), se pueden encontrar vías, incluso pacíficas, siendo hoy la paz lo más radical en este mundo de conflicto. 

Habría que delimitar al enemigo, no para acabarlo, porque eso deviene en belicismo, sino para establecer las condiciones políticas para subsistir con éste.  Delimitarlo quiere decir incluso, conceptualizarlo, definirlo.  Quienes conocen los conflictos en frontera saben que es un enemigo difuso, al que se pretende atacar sin saber siquiera dónde ubicarlo.

Hay que tener en cuenta la existencia de un grupo de personas que, desde hace mucho tiempo atrás, se dedicó a secuestrar y conseguir a cambio concesiones políticas o sumas de dinero. Y estos, los secuestradores, grupos insurgentes, guerrilleros, etc., son completamente racionales en cuanto lo que desean, establecer negociaciones y precautelar sus intereses.  Cuentan con planes de contingencia ante imprevistos o faltas en las negociaciones, lo hemos visto ya.

Los secuestros persistirán mientras sean rentables para los secuestradores y mientras sean posibles realizarlos.  Es por eso que la toma de medidas de prevención anti secuestro de parte de la sociedad y Estado se vuelve una prioridad.  Si los secuestros no son frustrados, entonces hay que ceder ante las peticiones.  No es garantía la no negociación para frustrar el beneficio que se quiere conseguir con el secuestro, aquello conlleva a desenlaces desgraciados y otros secuestros igualmente se van a producir.

También mencionemos que el gasto de recursos destinado “para el embate” a los secuestradores, bien puede servir para precautelar la seguridad de nuestros ciudadanos frente a esta nueva amenaza para nosotros.  Pero, dicho sea de paso, cómo puede ser posible aquello si difícilmente hemos podido ganar la batalla a la criminalidad interna. 

Estamos ante la paradoja de la inclemente no negociación con los terroristas que en teoría desmotivarían futuros secuestros, pero devendrían en desenlaces penosos de asesinato y que igualmente derivarían en nuevos secuestros ante la evidencia de lo que son capaces.  La solución emergente: a través de políticas, la negociación debe afectar o reducir los beneficios que los secuestradores han calculado de manera racional, convirtiendo su acto atroz en uno poco rentable.  Una política por ejemplo que establezca que las vidas de las personas no son negociables. Y bajo ese nuevo marco legal, a ver qué pasa.


Carlos Silva Koppel


martes, 27 de marzo de 2018

Lenguaje Ofensivo*


¿Es cierto que hay palabras que no debo decir, porque son sexistas?

El lenguaje no es sexista.  Quien sí podría ser sexista es el ser humano, la única especie esclava del lenguaje, que, consciente o inconscientemente, puede darle un sentido sexista a las palabras tanto desde una posición de emisor, como de receptor.


¿Cómo cuidar mi forma de hablar para no ofender?

El lenguaje tampoco es perfecto, ni su uso.  Es por eso que no podemos estar todo el tiempo pendientes del uso políticamente correcto del lenguaje.  Pero sí es sensato reflexionar o razonar, el sentido que esconden las palabras, más aún si las utilizamos enfrente de nuestros hijos y más aún, para educarlos.





¿Mis palabras pueden afectar la educación de mis hijos?

Y aquí cabe decir que educar es una imposibilidad.  No es una tarea que está libre del error.  Lo que sí podemos hacer es intentar enseñar a los hijos que todos somos iguales, en la medida que todos somos distintos.  Y este concepto solamente puede surgir en nosotros si lo hemos pensado antes.  Y aquí entramos en un campo complejo de discusión, porque solemos educar a los hijos desde un lugar del privilegio, aquél lugar que los acentúa en una posición específica frente a los otros.  Es nuestro intento de quererlos dejar en un buen lugar en la sociedad, esta cancha que está llena de carreras y competencias en la que muchas veces se atenta contra los demás.


¿Qué herramientas puedo usar para estar más consciente de lo que digo?

Desde mi línea de trabajo, puedo decir, que el psicoanálisis nos permitiría desentrañar aquellas nociones del lenguaje que provienen de la cultura, del entorno familiar, de las normas de existencia establecidas tanto desde el campo de la salud, de la educación, de la religión, del consumo o de la moda.  Todas estas las que nos indican cómo tenemos que vestirnos, hasta cómo debemos de hablar.



*Este texto es una transcripción que surge a partir de una entrevista que me realiza el suplemento dominical del diario El Universo, La Revista.  Este vídeo se produjo para la página de Facebook. Aquí el link: https://www.facebook.com/larevista/videos/10155527554512153/

sábado, 10 de febrero de 2018

Con tra(lo)bajo del psicoanalista




Inicialmente hay que contextualizar.  Es más o menos la situación que se ha dado en Guayaquil –quizá en el Ecuador– desde hace muchos años en cuanto al psicoanálisis, lo que es y  a su enseñanza.  Ninguno de los llamados intelectuales locales ha podido plantarse fuerte ante los postulados que se vinieron masticando e introduciendo sistemáticamente desde la universidad (aún hasta hoy) moldeando y con un discurso enamorador, seduciendo a los estudiantes con la teoría psicoanalítica que ahí se impartía, bañada con la suerte del misticismo y la verdad; y que esta serviría en la profesión de la psicología o como una puerta de entrada en la difícil labor de ejercer como psicoanalista.  Los intelectuales no lo han hecho, porque han comulgado con la postura del sentido común, de la forma, la evidencia, la experiencia, la substancialidad, el argumento disfrazado de ingenio, la pose - poesía... o por la simpatía.

La manera cómo se transmite el psicoanálisis es: Miller dijo que Lacan dijo o basánsdose en un Miller dixit, en el mejor de los casos, el Lacan dixit de Miller.  Sabemos los problemas que ello acarrea: Miller = Freud ≠ Lacan: "la escuela se hace milleriana diciéndose freudiana en el mismo momento en que afirma ser lacaniana" (1).  Y muy seguramente para zafar de tantos años de un discurso monogámico y tratar de definir X (el psicoanálisis lacaniano), haya que definir qué no es X (el psicoanálisis milleriano); es pertinente luego de tantos años de un embuste institucionalizado, feroz y metastásico.  No se trata por lo tanto de decir “quién tiene al verdadero Lacan”, sino, conocer de una vez a Lacan o al menos, al que no nos hemos enterado de que existe.  Porque así como se lleva hoy el psicoanálisis por los psicoanalistas de alguna reputación otorgada por otros, se está escribiendo el mismo final de esta práctica y da pie para llamarse a sí mismos y al mismo psicoanálisis como un discurso de la basura, negligentemente.  Por eso son la burla en las comunidades científicas y la sensación en las pequeñas y elitizadas comunidades literarias, pero con Lacan no era así.

Los disensos son tomados como delirios, desacreditados o como una característica por la “falta de análisis” y eso se utiliza en la conversación; es decir plantear elucidar a Lacan se lo toma como una cuestión delirante, por eso Phillipe Sollers en su momento dijo que los lacanianos son unos ignorantes, sin embargo, Lacan no era un ignorante. 

Indiscutiblemente hay un nosotros tenemos-al-verdadero-Lacan y pertenecemos a la asociación de analistas únicos que se reconocen y tramitan/transitan entre ellos para una ciudad (y país), poniendo en entredicho la autorización de otros analistas con los argumentos falaces antes mencionados.  

El desencanto de los estudiantes encandilados por el psicoanálisis introducido desde la universidad y después reclutados para ser servidores de UNA escuela de psicoanálisis, es una constante en el tiempo.  Estos terminaron por dedicarse a cualquier otra cosa (oficio psi), y bueno, la respuesta a eso suele ser: no se analizaron lo suficiente.  

Es evidente que hay un poder institucionalizado no ajeno a la burocracia y a los juegos perversos propios del poder, que ha detentado un psicoanálisis durante cuatro décadas y quienes en algún rato han tenido reparos sobre las ruindades de esa práctica, permanecieron ahí, haciendo nada más que de cómplices y ya no hay cómo escapar de ello a estas alturas, al menos no fuera de interdicción alguna.

No es posible llevar algún tipo de debate o discusión que ponga en tela de juicio la línea teórica, porque aunque digan “no se trata de quién tenga el verdadero Lacan”, no es lo mismo un Lacan de Miller, que un Lacan ceñido a la letra o un Lacan de Vappereau, Roudinesco, de Soler o de Eidelsztein.  Entonces todo “trabajo teórico” si va por la vía de pensamiento del poslacanismo ecuatoriano, no tiene mayor problema, y ese es: pensar en clave milleriana la fenomenología de la época.  Está bueno entonces sentarse en el trono de la autoridad asumida a través de juegos de poder y dejar que los niños se diviertan citando a Miller y a su Lacan, cometiendo barbarismos epistemológicos, el de ajustar la visión fenomenológica al uso indiscriminado de citas… aplausos en el auditorio.  

Muchos psicoanalistas se quedaron en la epistemología, la ética, la física, del siglo XIX.   Pero el destierro siempre será con el del disentimiento. Siempre habrá ex comulgados, como le pasó a Lacan… como le hubiera pasado a Lacan si Freud lo hubiera conocido… los desterrados serán los del disentimiento y sobre eso, hay que resistir.  Cada uno verá cómo lo soporta, en función de sostener una práctica no solo en una sociedad ingrata con el psicoanálisis, sino también, en una sociedad donde menos de diez psicoanalistas, son un verdadero obstáculo para el psicoanálisis.

Sí, es una tarea dura y esforzada marcar inicialmente qué no es X para poder definir luego X, pero necesaria después de tantos años de oscurantismo.  Las discusión y los planteamientos quedan abiertos, aquí no se hará un corte dramático, el viejo truco  de antaño cuando cuando faltan los argumentos.



Carlos Silva Koppel




  1. Cita de E. Roudinesco tomada de Parra, C. y Tabakian, E. (2005).  Ese Yerno de Lacan, historia de un insulto.  Buenos Aires: Biblos. p. 78., para referirse en el momento en que Miller convierte una doctrina (el psicoanálisis) en una causa.