martes, 13 de junio de 2023

Intelectuales en las redes sociales

 

           Para la exposición pertinente se ha decidido por definir en primera instancia ¿Qué es un intelectual? Es posible que por mucho tiempo estuviéramos engañados pensando cual efecto Mandela, que un intelectual es un señor con pipa que habla cosas en difícil.  Sumado a esto agreguemos que decir “intelectual” va cargado a priori de un género determinado, excluyendo así al género femenino o trans.  Para muestra un botón: Paúl Preciado en representación de lo trans, pero también hallamos a Camille Paglia, entre muchas otras, como representantes de lo intelectual fuera del campo netamente masculino.

Los intelectuales mismos dejarían de ser tal cosa si es que se excluyera por género al intelecto en la medida que dicho nombre se lo ganan por la supuesta amplitud de conocimiento sobre el mundo y las cosas.

Entonces, ¿Qué sería un intelectual? Según Umberto Eco (2020) podemos apuntar qué es un intelectual y qué no es un intelectual:

 

Si por intelectual entendemos únicamente todo aquel que trabaja con la cabeza, y no con sus manos, un empleado de un banco es un intelectual, y Miguel Ángel no.  Hoy, con los ordenadores, cualquiera es un intelectual.  Por eso, no creo que la cuestión tenga nada que ver con profesiones o clases sociales.  Para mí, un intelectual es alguien que produce nuevos conocimientos haciendo uso de su creatividad.  Un campesino, cuando comprende que un nuevo tipo de injerto puede producir una nueva clase de manzanas, está desarrollando una actividad intelectual, mientras un catedrático de Filosofía que se pasa la vida repitiendo una misma clase sobre Heidegger no tiene por qué ser un intelectual.  La creatividad crítica –el espíritu crítico para analizar lo que hacemos o inventar formas mejores de hacerlo– es la única vara para medir la actividad intelectual. (p. 2700)

 

                En esta novedosa definición, Eco (2020) ya se catapulta como intelectual al decir que no es una actividad netamente mental y que cualquiera con dispositivos tecnológicos, pudiera en teoría serlo muy fácilmente.

                Si medimos la acogida de personajes en redes sociales, podemos ver que quienes tienen más followers poseen toda una maquinaria de producción audiovisual, pero sus propuestas no son creaciones novedosas y menos aún, críticas o útiles.  Ni se diga que crucifiquen epistemológicamente el conocimiento anterior para dar un paso más adelante en el saber de lo humano, la vida o el universo.

                Se puede presentar como ejemplo a Jorge Alemán (filósofo y psicoanalista argentino) en su cuenta de Twitter, y tiene 22 mil cuatrocientos seguidores.  Otro ejemplo sería Michel Onfray, importante personalidad de la filosofía en Francia, tiene más de cien mil seguidores. Alguien más pop y difusivo sería el denominado filósofo mexicano Diego Ruzzarin con casi ciento noventa mil seguidores.

                Entre otros que podamos encontrar, son personalidades que se manejan en el mundo de la filosofía pero cumplirían, al menos Onfray y Alemán, el estatuto de intelectuales por proponer la novedad desde una postura crítica.  Sin embargo, el mayor contenido de sus propuestas seguiría siendo sus libros, a lo que podemos contraponer como pensamiento novedoso, es que prescindiríamos de los libros en papel en tanto todo lo que escribimos o subimos en nuestros sitios web, ya constituyen nuestra enseñanza, obra o libros.

                Para seguir con la definición de Eco (2020), tanto en Tik Tok como en Youtube encontramos (como puede haber muchos otros ejemplos similares), La granja del borrego.  Que al menos en Youtube tiene más de 4 millones de suscriptores y en Tik Tok alcanza los once millones y se trata de un adolescente colombiano que empezó a transmitir la vida en el campo desde la pandemia.  En aquél entonces tenía 13 años.  Su forma de comunicación es entretenida así como su producción audiovisual, pero también imparte un mensaje e información nueva y hasta interesante sobre la vida en el campo.

                Llegó la hora de preguntarnos si es que un intelectual en redes sociales es un influencer o no, a lo que decimos: no todo influencer es intelectual, ni todo intelectual es influencer. Pero un intelectual sí puede ser influencer en la medida que conozca cómo difundir su propuesta crítica a lo ya establecido.  Por ese lado se cumpliría el principio de: se piensa en el otro a la hora de transmitir lo que se quiere proponer en detrimento a quienes producen, escriben o siembran para sí mismos.

                ¿Qué tanto que quien produce conocimiento nuevo en redes sociales o en su defecto reflexivo, debe estar abierto a la discusión? Considero que parte de esto que he hablado, de lo intelectual, es apertura a la construcción y aval del conocimiento o saber novedoso.  Es importante desmarcar al intelectual de toda práctica ostracista, dogmática y centrada en el narcisismo, porque de lo contrario no hablamos de un intelectual, sino de tan solo un influencer que suscribe a las demandas del capitalismo sin ningún tipo de crítica o pensamiento novedoso al sistema del cual se sirve.




 

 

 Carlos Silva Koppel

Psicoanalista

 

 

 

 

Referencias Bibliográficas:

 

Belmonte, M., Calvo, J. y López Martín, F. (Trad.). (2020). The Paris Interview, Entrevistas. Barcelona: Acantilado.

 

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