Ya lo vimos en Black Mirror, lo apocalíptico con respecto a la IA.
Es verdad lo que han comentado los expertos, eso de que todo avanza muy rápido y que nos estamos quedando obsoletos. Pero yo diría más bien, engañados.
Tememos a un "futuro" cuando ya en el presente es que la IA está haciendo un poco de las suyas en relación a lo que somos, lo que decimos y pensamos. Nos ha atravesado el ser también, porque, no podemos imaginarnos la libertad sin lo tecnológico. ¿Pero somos realmente libres? Se ha dicho hasta el cansancio incluso, que las redes sociales son el nuevo Ágora de la democracia, pero creo que no hay nada más lejano a eso. Lo interesante es que se lo haya asumido como una verdad, porque esa es la sensación que los que están detrás de las distintas redes sociales, quieren que sintamos. Lo abordo enseguida.
El algoritmo en tanto nos ofrece una burbuja que presenta una realidad, la que ¿necesitamos o deseamos ver? Nos agrupa con un montón de personas que tienen nuestros mismos intereses o comparten la misma opinión; por ahí también somos el objeto útil que otros necesitan para discrepar. La tecnología, de la cual insisto ninguno de nosotros actualmente está librado -salvo en los países subdesarrollados y los que aún se encuentran en pobreza extrema-, condiciona nuestro ser dándonos un lugar en lo que creemos como un mundo con ontología, es decir, que posee substancia.
Las preguntas sobre lo que somos ahora a partir de la IA como expresión superior de la tecnología, no las estamos haciendo con la suficiente entereza. Más allá de que nos quite trabajos, la IA nos mantiene bajo control, apagados, mientras el mundo con condición de ser, es decir, el que tiene substancia, está en ebullición. Siempre lo ha estado, pero me llama principalmente la atención que sigamos explotándonos, cuando ya la historia ha demostrado las consecuencias de las guerras, la explotación de recursos naturales, el fracaso de la democracia, las consecuencias del consumismo indiscriminado, etc.
Tenemos la certeza de que nos mantenemos informados, en que nuestra palabra es escuchada, de que el amor de nuestra vida está en alguna red, de que somos de clase media alta, etc., todas estas ficciones, más bien, nos mantienen sometidos bajo un manto de engaño que nos lleva a preguntar, ¿Quién está detrás de todo esto? ¿A qué corporación, famoso, Estado, poderosos, les conviene tener a una sociedad adormecida, ensombrecida bajo el manto del algoritmo? Hasta que lleguemos a pensar que la IA posea conciencia. Lo que sí es cierto, es que nos ha arrebatado nuestra conciencia de clase... de clase en relación al lugar que ocupamos frente a la tecnología. Pensamos que la consumimos cuando es más probable que sea ella la que nos esté consumiendo a nosotros.
Carlos Silva Koppel
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