domingo, 16 de noviembre de 2014

Crossfit: un antídoto al consumo de drogas

El ser humano es un sistema complejo; un mecanismo inalcanzable para ser comprendido desde las ciencias.  Más que carne es un cuerpo, es decir un sujeto, porque solo psicológicamente hablando se lo puede concebir como un cuerpo.  Si no hay mente, no puede haber entonces lo que llamamos cuerpo.

            Es desde la negación de esta fórmula que lo que se conoce como “enfermedad”, no es aprehensible en su totalidad y lo que se denomina “salud”, es precario, inestable y momentáneo.  ¿A qué dinámicas responden los actos de las personas, cuando sabemos que la mayoría de estas acciones van del lado de la muerte, la violencia, la agresión, la autodestrucción y agresividad? ¿Por qué si en teoría se sabe que no se debe fumar, consumir alcohol, mucho menos drogas, se lucha por adquirirlas y consumirlas? Y no se hable de lo relacionado a afectar a los otros, que aparentemente está implicada una fuerza que empuja a dañar y herir de obra o palabra.  Solamente puede conocerse aquello del ser humano desde la aceptación de la existencia de un inconsciente existente en el aparato psíquico.

            Eros y Tanatos, pulsión de vida y de muerte respectivamente, que para Sigmund Freud –inventor del psicoanálisis- son dos fuerzas que circulan en la psiquis humana, y que sin embargo, no estarían en equilibrio.  Vale decir que la pulsión de muerte correspondería al inconsciente. Por ejemplo: cuando uno está muy “sano”, buscaría enfermarse; cuando se está muy “enfermo”, busca curarse; somos más o menos así.  Sumándole a esto, no es hasta el diagnóstico de cáncer que se deja de fumar, mientras tanto, las imágenes mórbidas de las cajetillas resultan algo divertidas. ¿Lo han notado?

            Se conocen casos excepcionales de personas que logran cosas formidables teniendo algún tipo de “discapacidad”, mientras que quienes estarían “sanos”/ “completos” se esfuerzan por tomar caminos que los matan de a poco.  Como si el principio de vivir estuviera apagado y solo se activara en los casos de pérdida o enfermedad, siendo estos los que después llevan al sujeto a romper sus propios límites físicos y mentales.

            Víctor Hugo Castro de 25 años, es coach de y practicante de Crossfit.  Cuenta que él es una persona que no ve limitaciones en sí y que las limitaciones en general son una cuestión de actitud.  Dice haber tenido muchos altibajos, pero que a lo largo de su experiencia se ha dado cuenta que, todo está en la mente.
Víctor Hugo Castro en competición. 

            El Crossfit, que es una práctica deportiva relativamente nueva a nivel global y con mucha acogida en Guayaquil, tiene como base teórica la exigencia corporal y psicológica, que desubica el imaginario de confort de quien lo practique, y lo lleva desarrollar habilidades físicas y mentales, que técnicamente mejorarían su día a día.  Es un conjunto de disciplinas deportivas en una sola práctica, que bien podría funcionar como metáfora de la vida cotidiana: hay obstáculos y se van venciendo.  Pero también hay otros efectos.
Castro compitiendo.

            En la práctica del Crossfit, se consolidan grupos y comunidades, que funcionan como apoyo a través de la identificación, que a la vez son reforzadores de la personalidad del sujeto.  Al final del día, el Crossfit se vuelve muy agradable, divertido y adictivo.

            ¿Qué más tiene de adictivo el Crossfit?  Aún practicando el Crossfit mesuradamente, tiene un nivel de exigencia alto, que implica una sensación de malestar/bienestar: falta la respiración, los músculos se fatigan momentáneamente, a veces se vomita; sin embargo, aquello por mórbido que parezca, causa satisfacción y genera deseo vehemente de volver a practicarlo.  No hay duda que Eros y Tanatos están ahí.  En Crossfit, Tanatos es engañado, porque los efectos de realizar este ejercicio prudentemente, son de salud.

            Por la misma vía de satisfacción de la pulsión de muerte, se encuentra el consumo de drogas.  El consumo de sustancias psicoactivas es un problema porque atenta contra la integridad del individuo, la familia y la sociedad en general.  Y su consumo está fuera de control a todo nivel, porque no existe una respuesta valiente a la problemática.  La sociedad que consume hoy, es sin duda un efecto de la época y síntoma de la misma cultura, ahí no hay mucha vuelta que dar.  Además que surge como un proceso social, esto quiere decir que no es al azar, ni algo casual; es incluso un fenómeno evolutivo.

            Los efectos de las drogas en general son intensos mientras se consume y en la abstinencia.  Existe aquí también este efecto de bienestar/malestar, pero quien consume estaría fuera del campo de la palabra y fuera de relacionarse con el otro –sanamente-.  La llegada al mundo de las drogas es múltiple, desde un problema familiar, hasta amenazas por no consumir.  Para salir de esta dinámica se necesita de algo fuerte y del deseo de salir.

            En Crossfit se conocen muchas historias y testimonios de personas que han salido de pandillas, alcohol y drogas.  Además que es un ambiente donde constantemente se observa a gente venciéndose a sí misma, saltando sus propias “trabas mentales”, cada una con sus motivos particulares.  No se trata tanto de superación personal, sino de otra forma de conocerse a sí mismo.  El dueño y coach de “Crossfit Urdesa”, Raúl Martillo, cree que el Crossfit bien podría ser una herramienta terapéutica efectiva para salir del mundo de las drogas.  Menciona que conoce casos de personas que ha abandonado el alcohol y el cigarrillo, gracias también a que en estos gimnasios la relación de grupo gira en torno a la salud. 
Raúl Martillo, entrenador y dueño de Crossfit Urdesa, durante
una clase.

            Hoy en día, el Crossfit cuenta con un gran mercado en la ciudad de Guayaquil, además con una cartera de clientes bastante buena.  El principio básico del Crossfit es ejercitarse con cualquier utensilio que se tenga a la mano y que sea de uso cotidiano, con movimientos funcionales del cuerpo, es decir, movimientos que el cuerpo está apto naturalmente para ejecutar (correr, saltar, cargar, empujar, trepar), para mejorar su funcionamiento en la cotidianidad.  Las mensualidades en los gimnasios de Crossfit están alrededor de $50 hasta $100, precios bajos por la oferta, en relación a otros países de la región, donde sobrepasan los $200 el mes.  Pero lo que un gimnasio de Crossfit necesita es muy básico.

            Martillo expresa que para llegar a los grupos vulnerables y de alto riesgo de consumo de drogas, efectivamente se necesita del apoyo de las autoridades pertinentes.  Dice que los parques son los sectores estratégicos donde pueden adecuarse áreas para que se pueda practicar Crossfit, con estructuras muy básicas, de barras estáticas por ejemplo.

            En el siglo XX en las épocas de guerra, en la antigua Unión Soviética, se optó por poner sistemas de barras en los parques, para que los civiles estén fuertes y atléticos, para el llamado a los campos de batalla, cosa que podía ocurrir en cualquier momento.  Desde entonces comienza por practicarse una modalidad de entrenamiento llamado “Street Workout” (entrenamiento callejero).  Se copió en otros países por los resultados y habilidades físicas que se adquirían.  Los parques con barras están en Rusia, Medio Oriente, España, Argentina, Colombia y en barrios populares de Estados Unidos.  Este entrenamiento de calle cumple una función social, se hacen grupos y tienen reglas.  Se alejan radicalmente de las drogas y pandillas.  Su efecto social es positivo.  Además que la misma práctica implica disciplina y cualquier claudicación, resta mucho de lo alcanzado en el entrenamiento.

Tanto para Martillo, como para Castro, por último, practicar Crossfit podría resultar efectivo por sustituir una adicción mala, por una buena: una que produce salud, por otra que mata.  En tanto, sobre el tratamiento del consumo de drogas, necesitamos sacudirnos.




 Psic. Carlos Silva Koppel

martes, 7 de octubre de 2014

El impuesto a gozar

Lo importante aquí es saber de qué se trata el “goce”.  A Jacques Lacan, psicoanalista francés, se lo conoce en la comunidad psicoanalítica como quien re/de-construyó el psicoanálisis freudiano.  El psicoanálisis contemporáneo bien podría ser lacaniano, avalado por el peso epistemológico del llamado “Retorno a Freud”, dicho esto por el mismo Lacan.  Es este señor Lacan quien introduce en el psicoanálisis la dimensión de “goce”, como (des)articulador de la subjetividad del sujeto.

(Uno de los problemas de hablar a partir de Lacan, desde su vasta y enredada teoría, es que quien escribe o menciona algo en función al autor en cuestión, debe saber – y no siempre pasa- desde dónde y en qué momento Lacan dijo aquello, además de por qué lo habrá dicho.  Pero no solo la responsabilidad es de quien está escribiendo desde Lacan, sino también de quien está leyendo).

Goce, gozar, gozo, goza; es un imperativo.  Es muy interesante esto; la sociedad occidental se ha desarrollado con base en este mandato de “goce”: goce usted señor.  Pues, la estructura capitalista está asentada en la categoría de goce, que discursivamente se le nombra consumismo.  Por otro lado se observa la dinámica socialista con la regulación excesiva del goce.  Pero el goce no es algo que se encuentra y se promueve o se coarta solo desde el afuera, sino que está relacionado con lo más oscuro del sujeto: su inconsciente. 

Para Lacan, goce es “la satisfacción de una pulsión”.  Pero ojo, entendamos algo acá, la pulsión se tiene que leer de forma compleja, partiendo de que esta no se refiere a una necesidad, sino, de aquello que al tratar de satisfacer deja un saldo de insatisfacción que empuja a la repetición y que se perpetúa en la memoria del sujeto, condicionando su conducta[1] en tanto que queda insatisfecho.  El goce es ese saldo que resta al momento de no satisfacer la pulsión.  Recordemos que están la pulsión de vida y de muerte (Eros y Tanatos), en constante lucha y movimiento, mas no en equilibrio.  Desde la pulsión de muerte, la voluntad de destruir, para llevarlo todo nuevamente a la vida.

 El “goce” concierne entonces al deseo y se opone al placer.  El goce concierne estrictamente al sujeto y está bajo su responsabilidad; el goce comprende el cuerpo.  Para entenderlo de mejor manera, el goce se trata de aquella actividad que después de hacerla, pero que es incitado por una fuerza psíquica a cometerla, nos trae culpa, malestar, rechazo (por el superyó); acción que sin embargo se vuelve a ejecutar.  Entre goce y deseo, hay un idilio en el aparato psíquico del sujeto.  Dentro de la clínica psicoanalítica, se conduce al sujeto a desmembrar eso que encarna el goce para llegar a su deseo.  Es lo que caracteriza la singularidad de cada sujeto, opuesto a una masificación del individuo llevado a ser Uno solo: esa es la chatarra de la que hay que hablar en algún momento.

Entonces, se puede hacer referencia al goce en función al consumo de cigarrillo, alcohol, el juego, droga… la comida chatarra.  ¿A quién no le ha pasado que después de comer un combo de hamburguesa con doble tocino a lo grande, se siente culpable después de haberlo disfrutado? Ocurre con más frecuencia con los que ya son diagnosticados con obesidad y en general, con quienes a los que se hace referencia, que son los que “llenan los hospitales mantenidos con dinero del Estado” (hospitales de ellos, los gobernantes).  Estas formas de gozar no disminuirían con el cobro de impuestos por consumir esas hamburguesas, sino que desembocarían en otro lado y quizá de peor forma. 


Hay sociedades donde el gran problema es la obesidad, mientras que en otras es la anorexia.  Los ideales que podría establecer un Estado en cuanto salud y otras categorías, responden a una suerte de fetichización en todo sentido, que a la vez entra en el orden de la perversión, más aún, si va de la mano de una sanción, como un impuesto a la comida chatarra.  Sin embargo, las sociedades están estructuradas para regular los goces y para generar malestar en el sujeto; y es por eso que existe el psicoanálisis, donde el sujeto puede llegar al núcleo de su goce, velar por su deseo y medio liberarse de la chatarrización cultural, a través de la palabra… la suya.

Actualmente no podemos decir que la forma de alimentarnos es natural o como se hacía en la época de las cavernas, sino que alimentarse es algo cultural.  No se come sencillamente para nutrirse, en el acto de comer está involucrada la pulsión, como lo he tratado de mostrar aquí.  Pulsión que se satisfaría para ser reconocido por otro (Padre, Estado, grupo).  Los discursos demandan al sujeto: consumo, belleza, salud, control de peso, y que la diferencia de llevar a estos extremos al sujeto radica en la seducción (discurso capitalista) y lo punitivo/restrictivo (socialista), posturas que conllevan a un absolutismo psíquico.

El goce corresponde al cuerpo,  y no se puede huir del cuerpo, ni de la pulsión, que a su vez está lleno de palabra.  Los castigos y prohibiciones que se imponen sobre el goce del sujeto en cuanto incumbe a su propio cuerpo, desaguaría en el delirio de este cuerpo/sujeto.




Carlos Silva Koppel
Psicólogo






[1] Palabra que tomo prestada de la psicología.

miércoles, 1 de octubre de 2014

Hamburguesa, psicoanálisis y papas fritas.

No.  Este título no corresponde al nombre de ningún posgrado, aunque muy bien podría serlo.  Es decir con una maestría así, a un psicoanalista le podría ir de maravilla trabajando en un local de comidas rápidas; al menos sí en Ecuador.  Como verán, no muchos van al psicoanalista por acá, pero sí que se llenan los restaurantes “fast-food”.  Sin embargo el psicoanálisis no se aprende en aulas universitarias, así como tampoco ahí se aprende a freír papas.  Entonces habrá que tener cuidado a qué oficio nos dedicamos por fuera de la academia.  Aunque haya que admitir que resulta más rentable laborar en restaurantes donde venden este tipo de alimentos que a ser psicoanalista; pero mejor no se dediquen a ninguna de las dos cosas.  Ahora menos con esos rumores de un nuevo impuesto a la “comida chatarra” y que siendo un poco paranoicos, todo un sistema laboral puede verse afectado.   Además son dos oficios complicados.

Por otra parte, queda claro que las personas no van al psicoanalista, pero sí a los restaurantes de “comida chatarra”; y es que el psicoanálisis no es para todo el mundo,  lo segundo sí.  Entre estas dos alternativas pueden haber tres posibles conexiones en el menú: el deseo, el dinero y los efectos, tanto de ir al psicoanalista o de comer chatarra.  Donde por ejemplo: al psicoanalista se va a hablar chatarra (la propia) y a estos restaurantes se va a comer chatarra, pero también a compartir momentos con la familia.  Estas dos elecciones no dejan de ser propias del sujeto a partir de su deseo.



El tema del dinero siempre ha sido conflictivo, pero que: permite los encuentros.  Un encuentro con el psicoanalista no puede darse sin la función que tiene la transacción del dinero (de la moneda en papel, del billete).  Pero el encuentro con el otro, también está atravesado por lo monetario.  No tachen esta postura de –burguesa-, porque sí que lo es. Y, ¿Qué no es burgués? Si hasta el mismo concepto de ciudad es burgués.  Mientras se viva en ciudad y aparezca la necesidad del encuentro con el otro, se requiere del dinero.  Más aún en una ciudad como Guayaquil, que los encuentros desde hace 20 años han sido en lugares comerciales.  Por muchos factores: falta de espacios abiertos, aumento delincuencial, calor, novelería, entro otros.  No está de más mencionar que a lo que aquí se llama “encuentro”, bien podría significar un –relacionarse con el otro-.

Recordemos el famoso “vamos al Burger de Urdesa”, o simplemente “vamos al Burger”.   Que en expresión guayaca, era lo más aniñado que podía haber.  Ahí se daban muchos encuentros.  Era un poco caro, pero asequible; eso no quiere decir que siempre se iba a consumir, a veces se iba simplemente a estar.  Las épocas cambiaron y después se decía “vamos al Mall”, y las épocas siguen cambiando y los lugares de encuentro con el otro, no dejan de estar cruzados por un aspecto comercial.  El dinero… ¡Qué tema! El dinero nos permite tomar nuestras propias decisiones y relacionarnos con el otro.

¿Qué pasaría si siguen subiendo los precios de los lugares que frecuenta la gente? Que ya de por sí están un poco caros.  Los padres llevan a sus hijos a lo mucho una vez por semana a los sitios de comida chatarra, los domingos por lo general, cuando no cocinan en casa y además si los niños se han portado bien en la escuela.  No es apresurado preguntar: ¿Qué sector de la población acude a las cadenas de restaurantes de comidas rápidas? ¿Con qué frecuencia? ¿Qué comen ahí: la ensalada césar o la hamburguesa doble carne y tocino? (Recuerden que la ensalada siempre es la más cara). La comida chatarra hace daño, pero no hay duda que en donde la venden, son lugares familiares.

Si se trata de hambre, la gente de a pie, de calle, come la fritada que está en la esquina, la salchipapa de la “Madrina” o en el “Papipollo de Niño Andrés” (donde también muchos chicos llevan a sus novias a comer).  En las cadenas de restaurantes de comida rápida se cumplen estándares internacionales de calidad; Rosa, la señora que vende empanadas en un populoso sector de la ciudad, cambia el aceite cuando tiene la oportunidad.  Pero no olvidemos que una empanada puede costar hasta 50ctvs. y son bien ricas.  Estas son comidas que bien se consumen todos los días.

Los impuestos y las alzas de los precios no disminuirán el consumo de la comida chatarra y menos las enfermedades que se quieren prevenir.  Así como ha pasado con los impuestos a los cigarrillos, la gente sigue fumando igual, pero gastando más.  Asimismo ¿De qué salud se habla cuando se piensa ponerle impuestos a las cosas? Aquello también enferma, produce dolor de cabeza, gastritis, estrés y cáncer. Si hay impuestos, se seguirá consumiendo igual o hasta en mayores cantidades.  Eso quiere decir que habrá muchas recaudaciones.

Un impuesto es una vía punitiva, y la historia nos ha enseñado que ese es el camino al fracaso social.  La educación alimentaria puede ser una alternativa, pero: ¿El semáforo en los empaques de las comidas? ¿Rojo, amarillo o verde? Se está reforzando una sociedad de idiotas.  La composición de los alimentos es mucho más compleja que tres colores o las tres categorías nutricionales que se exponen en los empaques: grasas, sal y azúcar.  Es decir, se está educando a la sociedad para ser simplista y conformista.  ¿Desde qué estándares o dietas se hacen estas regulaciones? Porque por ejemplo, habrá dietas que proponen un libre consumo de grasas u otras de alta ingesta de carbohidratos.  Los alimentos contienen toda una tabla nutricional compleja. Así no se está educando, sino, chatarrizando criterios.

Los efectos de ingerir alimentos “chatarra” son nocivos para la salud del individuo.  Los efectos de asistir al psicoanalista, conllevan al sujeto a reelaborarse psíquicamente, a reinventarse, descargar la chatarra cultural y puede ser nocivo para los dispositivos de control.  En cualquiera de los dos casos, poder discernir y decidir por sí mismo es lo que importa.  Solo que decidir hoy en día está un poco más caro, nada más. 




Carlos Silva Koppel


Psicólogo. 

lunes, 25 de agosto de 2014

El amor

En la propuesta de ir buscando en el interior de la mente la naturaleza de los afectos, pregunto ¿Qué es el amor? Eso que está perdido, eso de lo que nadie sabe y funciona en maridaje con el odio; así es como lo hemos experimentado.  Las definiciones que da la psicología de todos los afectos, no sirven o más bien, se ajustan a la cotidianeidad de los individuos, pero sirven de muy poco o nada para el conocimiento de sí.  Habrá también algunos tontos que creerían que para este estudio y de las otras afecciones, habría que crear organizaciones o ministerios para fomentar y regular la felicidad, el amor, la buena convivencia, etc.  Se dice y se repite todo el tiempo que hay que amar a dios, que hay que amar al prójimo, al Estado, a la ideología, al equipo de fútbol, etc., pero, ¿Qué es lo que se está diciendo realmente ahí? Cuando todo lo relacionado a esas categorías está lleno de violencia y agresión.

Nosotros en la medida de nuestras limitaciones y en el trabajo en nosotros mismos (en el yo), si es que se logra un trabajo profundo, podemos acercarnos a saber qué es el amor, por medio de conocer qué no es amor.  Si se investiga qué no es amor, se puede renunciar a ello y posteriormente intentar amar.  Pero estas dos iniciativas, las de investigar-se y la de renunciar son las más difíciles; el “yo” no investiga, el “yo” no renuncia.  Así es cómo nos ha cultivado el mundo en la historia de la humanidad y eso es lo que elegimos.

Lo que busca el individuo siempre es ganar, conquistar, competir; es ambicioso, quiere poder, quiere ser famoso, quiere gobernar, quiere la búsqueda espiritual, quiere iluminarse, quiere ir al cielo; este individuo está embebido por ambición, que a la vez está subyugada a la emergencia del tiempo que se le transcurre, que se le “escurre”.  Pero la ambición no es amor, aunque suene raro para algunos.

Hay algo de lo que no queremos saber: la realidad.  Aquella es que esta es una vida desgraciada, esta vida burguesa o no-burguesa, compuesta de celos, posesión, violencia, muerte, divisiones, discriminación de todas las índoles.  Es la vida que hemos creado, en la que creemos y queremos seguir viviendo.  Entonces ¿De qué hablamos cuando escuchamos por ejemplo “Dios es amor”, “ama la vida”, “ama la Patria”?  Es puro marketing. Investíguemonos mejor.



Carlos Silva Koppel
Psicólogo

lunes, 18 de agosto de 2014

Agresividad


¿Por qué somos agresivos? Es una interrogante que como individuos y como sociedad debemos investigar-nos hondamente. En la política, religión, negocios, estudios, vida profesional y cotidiana existe la agresividad. Es como que si se tratara del pilar fundamental para constituir la sociedad humana. ¿Por qué somos agresivos dentro de la familia, con nuestra pareja o nuestros hijos? ¿Por qué lo somos incluso en las redes sociales?

La agresividad puede originarse por muchos factores. Los animales por ejemplo, son agresivos al momento de defender su territorio, siendo una cuestión de posición, pertenencia o temor a perder algo que se posee, se ha ganado o establecido. Un socialista defiende sus ideas ante otro que no lo es o viceversa; sus ideales es lo que lo sostiene. Así como uno de alguna religión que se defiende de otro, por el temor de perder su creencia y quedarse sin nada: el temor deviene agresividad.

La pregunta aquí planteada es un cuestionamiento que cada uno debe hacerse, solamente confrontándose a sí, puesto que no hay una teoría que dé solución y cuya respuesta tampoco se encuentra en el orden de lo intelectual. Porque no nos libramos de la agresividad con una teoría de la no-agresividad, ni con una declaración de los derechos humanos, peor con un sistema político, religión o dios; la historia y la actualidad demuestran lo contrario.

¿Puede una sociedad vivir sin agresividad?



Carlos Silva Koppel

domingo, 11 de mayo de 2014

De pensar la muerte, de morir pensando….



Yendo al grano: pienso en la muerte, luego existo feliz. 

Es extraño… pensamos que pensamos, pensamos que vivimos y no pensamos que morimos, sin saber siquiera qué es eso del pensar y por ende, no sabríamos qué es vivir, mucho menos morir.  Aquí no escribiré ni por poco de qué se trata el llamado “arte de pensar”, que muchos creemos que ejercemos, porque tampoco sé bien de qué se trata.  Además ya en la filosofía del pensar hay suficiente materia arrumada que nadie lee, con excepciones de quienes sí lo hacen creyendo que la erudición de la cita, tiene algún acercamiento al pensamiento, -incluyéndome porque hablo en clave nietzscheana- sin pasar sin embargo, más allá de la juerga universitaria y de caerle mal al resto.

No es la primera vez que digo que me cuesta escribir en difícil y ahora le agrego, me cuesta también escribir en pretencioso.  Más bien en este documento lanzaré una propuesta que invite al comentario, al diálogo si se quiere o al silencio de pensar, sobre estos tres puntos ya manoseados: pensar, vivir y morir.

Se me ocurre disparar que pensar se trata sobre la soberanía del cuerpo, su triunfo sobre la tiranía del afuera.  En la medida en que todo ya existe ahí, cuando nosotros estamos o aparecemos ahí. ¡Yo sé! los eruditos dirán que suena heideggeriano y sí, pero no va tanto por ese rumbo.  Una forma de maquinaria ya se encuentra existiendo cuando nos encontramos con el mundo: llámenle a este sistema “maquínico” o como quieran llamarle, pero no nos perdamos, comprende todo lo que conocemos y creemos saber.  Maquinaria perversa, en tanto que se apropia de Uno, del cuerpo, es decir, de lo subjetivo, sin mostrarnos la mínima opción de salir de ella, sino todo lo contrario: es un vórtice. 

En este punto vale decir que es perversa en la medida que creemos que tomamos nuestras propias decisiones y en realidad es, que tomamos las decisiones sobre lo que está expuesto ahí en el mundo que ya existe cuando nosotros aparecemos y nos encontramos con él, en él; en una suerte de automatismo.  Y desde esta lógica todos estamos atrapados, aún si queremos decidir sobre nosotros, debemos hacerlo a partir de lo que el mundo hizo de nosotros, porque eso mismo que hacemos de nosotros, lo hacemos a partir del mismo mundo que conocemos.

Siguiendo esta línea entonces, propongo dos maneras para el acto de pensar(nos).  La primera, huir del planeta tierra y acurrucarnos en algún otro astro, así como nos lo enseñó Dr. Manhattan en el cómic Watchmen. La otra, muy parecida, renunciar al mundo; pero esto es casi imposible tal como suena.


La renuncia al mismo mundo y su contenido, trivial para la existencia humana, es la única manera que nos lleve al encuentro con el pensar.  Hay que decirlo, el pensar no como un fluir de ideas y luego aflojarlas por la boca, sino, como la conquista de sí mismo dentro del juego del mundo.  En pocas palabras, la renuncia al mundo para la conquista de sí, para su desenvolvimiento en el mundo.  Queda ahí la pregunta de cómo lograr la renuncia, quizá representada en la figura de ascetismo nietzscheano.  Porque si no es eso, ¿Entonces qué?  Así como describo el pensamiento, bien puede ser concebido como algo que no existe o al menos, se espera que exista.  Así como Dios, por ejemplo.  Porque si existiera, habría la posibilidad de generar una ruptura con el mundo cognoscente y bueno, preguntémonos quién ya ha pasado por esta experiencia. 

La renuncia al mundo, tampoco quiere decir ir a exiliarse a la montaña, porque la montaña está en el mundo, porque se llama “montaña”, porque el mundo es lenguaje.  La renuncia de la que se habla es igualmente una forma de renuncia topológica y también lingüística.

***

Aún ciego.
Desperdicio de tiempo.
No hay más preguntas para la vida,
lo trivial es un tapón.
Además, no sé sumar.
Tampoco sé el valor de vivir.
 Seguramente porque una vida es invaluable
y seguramente, porque me faltan más muertes en la vida.

Porque para poder decir algunas pequeñas cosas de la vida, hay que pensar en la muerte.  No hay discusión entonces: la filosofía de la vida, es la filosofía de la muerte.  Si el pensamiento puede ser una ruptura con la realidad que se conoce e implica sobrepasar el límite humano, entonces la muerte sería una buena metáfora del pensamiento, porque en primer lugar, afecta a todo lo que corresponde el individuo y afecta directamente a todo lo tocado por este individuo mientras estuvo en el mundo.

Cabe entonces preguntar ¿Cómo hacer? Revolcando un poco la discusión, el límite del mundo, son los límites del lenguaje, lo que domina entonces el pensamiento tal como lo conocemos.  Pero el pensamiento está más allá de esta lógica lingüística (es decir, más allá del mundo), porque está en la capacidad de interrogar al mundo/lenguaje.  Las preguntas recaen entonces sobre el Ser. La pregunta sigue abierta ¿Cómo llegar ahí? Según lo que propongo, solo podemos considerar aproximaciones al verdadero acto de pensar y al pensamiento per sé, por lo tanto, al de concebirse a sí mismo que conlleve a hacerse cargo de su existencia y convivencia con el mundo.



Carlos Silva Koppel