viernes, 15 de diciembre de 2017

El envejecimiento como no lo vemos




Lo que le importa al mundo son los adultos y sanos, no los enfermos, ni los viejos o los muertos… como en La Metamorfosis de Kafka, son puestos en un lugar lejano y a veces oscuro, para no hablar de eso u olvidarlo. En nuestra sociedad, Occidental de hoy, solo importa el que produce algo: mercancía, dinero, datos estadísticos. Los viejos están infravalorados, no como era antiguamente.

La visión de quienes plantean que la ancianidad debe ser productiva es de tipo funcionalista. Sociólogos creen que la vejez puede ser considerada como una categoría social inferior, que está formada por individuos improductivos y que suponen una carga y dependencia para la estructura social. También es una visión funcionalista aquella de la vejez como una situación de dependencia social y podemos considerarla de apurada y como una falta de conocimiento de los aspectos más importantes con respecto a la población adulta mayor.

De esta manera coincido con las posturas que dicen que no solo hay un olvido como había dicho antes, sobre la vejez, el envejecimiento… lo viejos, sino que hay discriminación. Habrá que recordar para esto a Jung, cuando sostenía que solo a los 80 años de edad podía desarrollarse un nivel superior de pensamiento, un tercer piso; algo de lo que carecemos los adultos no mayores.

Me parece importante que de aquí tengamos que re-plantearnos, como ejercicio científicamente sano, lo que se viene dando o diciendo. Preguntarse si la vejez activa, como se conoce ese constructo, ¿tendría que ver con la población de viejos que sean productivos a la sociedad o que sean productivos para sí mismos?; en este último sentido pensando únicamente en su vida.

Mientras somos jóvenes y adultos, de 20 a 55 años, somos indolentes con respecto a estos temas que nos convocan, precisamente porque esa indolencia está asociada a la productividad que nos caracteriza como sujetos sociales.

¿Qué tan grave es que nos basemos en los datos estadísticos para los estudios de estos temas, si esos mismos datos son los que hacen daño a eso mismo que estamos estudiando o interviniendo? Digo esto en relación a los discursos Amo, por ejemplo, el de la medicina al dictar las probabilidades de vida en la atención de ancianos en el sistema de salud. No se da la atención de salud integral o adecuada que necesitan, basados en la evidencia de las probabilidades de vida que botan datos estadísticos. 

Tute (2017), recuperado de su cuenta de Twitter @Tutehumor

Me preocupa muy poco el Estado de bienestar cuando tengo enfrente a alguien que le ha dedicado su vida a sostener dicho Estado y que cuando le toca el momento de recibir la retribución, es considerado “la carga”, “el desocupado”, el “no activo”, “el viejo demente”. A la larga el Estado se las arregla para sostenerse siempre.

Las necesidades sociales son esas que son síntoma del mismo sistema y si es así, es porque algo del sistema no anda y más bien debemos de estar del lado de quienes lo necesitan, sin ser parte del mismo sistema que produce a los necesitados, con ojos críticos y dispuestos a revelarnos con inteligencia.





Carlos Silva Koppel

martes, 12 de diciembre de 2017

La pareja que hemos elegido


En este apartado he escrito algunos puntos que pueden indicar que la relación en pareja es abusiva, tóxica, traumática, injusta, irracional o violenta.  Pues si estas viñetas tienen algo que ver con usted, puede pensar algo al respecto.  La postura que he utilizado para señalarlos, es desde un humanismo básico que tiene que ver con el respeto y consideración al otro, sobre sus derechos, cuerpo, vida y relación con sus semejantes.

-Le impide ver a sus familiares, amigos, vecinos.

-Le quita el dinero que usted gana o le pide prestado y no le devuelve.

-No le escucha o lo que usted dice no tiene o le representa mayor importancia a él/ella.  Su opinión le vale muy poco.

-Le insulta o amenaza constantemente.

-Le impide que estudie, trabaje o cumpla con sus compromisos sociales.

-No tiene en cuenta su deseo, motivaciones, necesidades.

-Usted le teme.

-Su pareja no respeta su espacio, sus objetos personales, sus recuerdos materiales, su privacidad del teléfono móvil, redes sociales; le pide las claves de sus cuentas para hurgar en ellas.

-Le dice que usted coquetea constantemente con otras personas y eso es motivo de amenazas o insultos.

-Se enoja sin razón alguna.

-Al enojarse, ella/él le empuja o le agrede; rompe, golpea cosas a su alrededor.

-Le dice que sin él/ella no puede hacer nada.

-Le dice que todo lo que hace está mal, le acusa de torpe.

-Cuando se enoja se desquita con las cosas que usted aprecia, incluso su mascota.

-Le hace sentir culpable porque no le da la atención que se merece o no le entiende.

-Se enfada si no cumple con las condiciones que él/ella ha puesto en la relación.

-Le tiene controlado sus horarios y fuera de ellos no puede hacer nada que no esté en conocimiento de él/ella.

-Le reprocha lo que le ha dado.

-Se burla de su idiosincrasia y sus creencias, las desacredita, además de no darle argumentos.

-Su trabajo o profesión no es valorado por su pareja, es más, es motivo de descrédito y burla.

-Le hace sentirse responsable de tareas que a usted no le competen realizar.

-Le denigra/desautoriza/burla delante de sus hijos.


Estos puntos bien forman parte de una sociología de la pareja de la vida contemporánea, que son parte del idilio que se vive en relación y que al mismo tiempo vuelve difícil identificar cuándo sobrepasa el conflicto de pareja llamado “normal” por los sociólogos y se convierte en una verdadera fuente de toxicidad y peligro.

Por eso es más o menos importante tener identificados los indicadores que nos hablen del maltrato, no para ser optimistas y esperar una transformación radical, que sería lo ideal, pero sí al menos para tener en cuenta y pensar la situación.  

Tengamos presente la distinción entre conflicto y violencia: el primero indica un reconocimiento de las partes sobre un problema existente y la violencia implica una supresión o aniquilamiento del otro, simbólica o físicamente.


Carlos Silva Koppel

lunes, 11 de diciembre de 2017

¿Noci-vidad o Na-vidad?*



Hace unos días atrás la Radio de la Universidad Católica de Guayaquil, tuvo el gentil gesto de invitarme para hablar sobre la interrogante de ¿por qué en diciembre aumentan los intentos de suicidio y la denominada depresión?, en relación a la noticia de la joven mujer que saltó de un paso peatonal. Tuvimos una plática que se quedó corta debido a que sobre esta tela se corta muy poco, pero coincidimos en que era importante decir algo al respecto. 

Pareciera que llegamos al último mes del año extenuados o exprimidos. El remate de volea se da cuando en diciembre se demanda desde la sociedad un poco más del sujeto que en los meses anteriores: como imperativo se demanda de éste que dé, que esté en paz, que sea feliz, que consuma más y comprometidamente, armonía, ¡amor! etc., lo que a veces no hay para dar.

Diciembre en su obligatoriedad de ser un mes de amor y vida, quizá produzca lo contrario. Pensemos si durante el año hay tiempo para el amor en los intersticios del trabajo insaciable, de las deudas, la coyuntura política-económica, malas noticias, desempleo, esto con respecto a lo sociológico más allá del dato estadístico que no podemos dejar de mirar; y en la otra parte está lo subjetivo. 

Cierto es que estamos en un medio perverso que seduce al sujeto a ponerse solo la soga al cuello: es emprendedor, busca el éxito, es su propio jefe/explotador, se cree inagotable; es lo que Sigmund Freud llamó El malestar en la cultura. 

Se ha dicho entre los psicoanalistas que llevar a cabo un suicidio es el único acto genuino y transgresor, sin embargo, habríamos de agregar que la felicidad también es un acto logrado y subversivo. ¿Pero es íntimo o público? Publicar la felicidad en redes sociales para satisfacer la demanda de otros, no solo que habla de la carencia de esta felicidad, sino que se somete al escrutinio y desaliento de los demás.

¿Quién es responsable de que alguien cometa el acto suicida? Es una pregunta harto difícil de responder, hay una decisión en quien lo hace, pero no podemos descartar que las coyunturas, las bajas económicas, la ilegalidad de las drogas y su persecución, una sociedad altamente meritocrática-competitiva-excluyente, moralista, demandante, el desempleo, la corrupción, la felicidad que aparentan unos, no sean alicientes para tomar una decisión como esta. El Estado dice y hace muy poco sobre estos casos, pero lo mínimo que puede hacer es cumplir con su trabajo: combatir la corrupción, las desigualdades sociales, delincuencia, ser menos torpe, etc.

Si alguien estuviera decido en acabar con su vida, un intento de asistir donde alguien que pueda escucharle libre de prejuicios la queja de lo que le acontece, no sería una pérdida de tiempo. Como alivio queda decir que no hay que tomarse tan a pecho estas fechas, ni el bombardeo mercantil, ni las fiestas o compromisos. Solo los seres queridos y uno mismo, quienes somos los que importamos todo el año.


Carlos Silva Koppel







*Amablemente este comentario fue publicado en diario El Universo, con una pequeña edición el martes 12 de diciembre de 2017




jueves, 21 de septiembre de 2017

“IT”, el horror de la naturaleza




Nada está seguro, ni controlado.  ESO estaría ubicado del lado de la esperanza o de la ilusión.  Se traza un camino, las conocidas “metas de vida”, se lleva una carrera que se pretende terminar, se edifican proyectos, se establecen competencias sucias y enemistades, el ciclo vital… la tontería, pero cada cierto tiempo lo inesperado aparece a rasgar los sueños, o la tierra, y recordarnos para qué estamos acá.

Como aquél payaso del globo rojo que se presenta como una ilusión pronta a realizarse, así “como todo en la vida", pero que esconde detrás una verdad cargada de horror: viene a comernos.  Lo máximo que se puede alcanzar a descubrir es ESO (IT), que existe la posibilidad que consideramos remota que se mueva y abra la tierra, para llevarse a unos cuantos y a otros dejarlos en terror.  Se le llama ESO a lo inesperado, a la incapacidad de conocer, predecir, controlar huracanes o terremotos.  Se le llama ESO al horror, al dolor de la pérdida.  También se le llama así, de la misma manera, a esa unión en masa antinatural de los humanos para ayudarse entre sí, que solo ocurre ante ESO circunstancias, porque moviliza, porque quizá es la única forma de superar ESO para sí mismo, de expiarse y zafarse ESO, para luego adaptarse, ajustarse y continuar con los mismos ciclos, con las mismas tonterías.



Carlos Silva Koppel

viernes, 15 de septiembre de 2017

No, los ecuatorianos no somos feos**




Las redes sociales se torcieron en estos últimos días al modo de ataque, asumiendo la moda y espíritu de cuerpo, a partir de lo que dijo una joven venezolana en pleno día de trabajo cuando le preguntaron “¿Qué le parecían los ecuatorianos?” ella responde “feos”, “¿Por qué feos?”, seguía la pregunta y en su nueva respuesta ella dice en tono inseguro “porque parecen indios”, riéndose después por lo que había dicho.  Este evento ha desatado mensajes de xenofobia y rechazo a absolutamente toda la comunidad venezolana y además cubana, arremetiendo con insultos y mensajes de odio.  Ridículamente estas palabras fueron tomadas como el peor atentado que pudimos sufrir, liberando lo más bajo de nuestros argumentos y chistes racistas utilizando incluso imágenes de nuestros indígenas que a lo mejor, ni están enterados de que una tontería se volvió todo un movimiento anti-venezolano.  Mientras en otros lados se sufren crímenes terroristas, el racismo y xenofobia se encuentran moderados y supongamos que esto ocurre porque sucede en países del primer mundo.

No, los ecuatorianos no somos feos, pero si nos preguntan alguna característica de ser ecuatoriano es probable que no sepamos qué responder o hablemos de algún atributo del país, que obviamente no corresponde en lo mínimo a lo que somos.  No somos feos, pero hacemos doble fila para girar con el auto o cuando lo chocamos y tenemos la culpa, decimos que no lo hicimos o nos damos a la fuga.  No somos feos, pero usamos el transporte urbano como nos da la gana, no respetamos los asientos preferenciales, obstruimos las salidas, no pedimos permiso, hombres irrespetan a las mujeres.  No somos feos pero nos colamos en la fila de pago en los supermercados o guardamos puesto hasta que venga el carrito lleno. No somos feos, pero cuando vamos a los patios de comidas o restaurantes, tratamos mal a los meseros o dejamos todo un chiquero al irnos.  No somos feos, pero utilizamos el claxon del vehículo indiscriminadamente o al pasar una ambulancia de emergencia aprovechamos y la seguimos detrás.  

No somos feos, pero sí somos regionalistas, nos miramos mal y nos cerramos las puertas entre serranos y costeños; también excluimos al cholo, indio, montuvio, afro y adoramos lo foráneo.  No somos feos, pero levantamos muros y nos vamos a vivir lejos “para que no nos roben”.  No somos feos, pero sí somos etnocentristas, eso quiere decir, que vemos todo con el lente de nuestro pequeño y céntrico mundo, más si se nos ha dicho que somos la mitad de éste.   No somos feos, pero somos capaces de promover xenofobia por lo dicho por una sola persona, con la justificación de “hermandad y patriotismo”. 

Venezolanos están hoy trabajando en nuestras localidades, en calidad de servidores y se nota la diferencia de atención; promueven la competencia laboral y nos enseñan obligadamente a ser mejores.  Nosotros no somos feos, pero amables tampoco. 
Es hora de pensar que lo feo o bonito no se trata del aspecto físico o lo que provee la naturaleza para nosotros sin costo, que es de lo que nos jactamos.  Sino de lo que hacemos para ser y vivir en sociedad, que aún está muy lejos de ser una inteligente.  ¿De dónde nos surge tanto resentimiento y aires de superioridad?


Carlos Silva Koppel
@Filosofocar



**Publicado en la sección de cartas al director en diario El Universo el martes 19 de septiembre de 2017 http://www.eluniverso.com/opinion/2017/09/19/nota/6389059/redes 


jueves, 14 de septiembre de 2017

Lo llamado ciencia para las Ciencias Sociales: deconstrucción del método cuantitativo y empirismo en un caso actual










Planteo la cuantificación versus intereses políticos, sociales y el ejercicio político como intervención social, con respecto al polémico y considerado ilegal referéndum, que se tiene previsto el 1 de octubre del 2017 para la independencia de Cataluña.

Se ha considerado como ilegal y se ha condenado todo tipo de apoyo a dicho referéndum. Según las evidencias empíricas ¿cuántos catalanes consideran viable la independencia? ¿cuántos "independentistas" hay no confesos?  ¿Por qué no ir por la independencia catalana?

Datos cuantitativos de Muñoz & Tormos (Montserrat Clua i Fainé, 2014), revelan que los motivos para llevar a cabo tal independencia son cuestiones económicas; siendo en aquella época, 2012, año duro para España.  También datos cuantitativos han señalado el fuerte apoyo para la independencia por parte de la población catalana (Montserrat Clua i Fainé, 2014) hasta convertirse hoy en un proyecto político.

El 9 de enero del año en curso, El Confidencial anota que si en aquellos días se hubiera celebrado el referéndum hubiera ganado el "SÍ" con el 42,3% a un "NO" del 41,9%, ante un 5,9% indeciso. Estos datos tomados a través de encuestas.

Lo que pongo en cuestión no es si Cataluña deba o no ser independiente. Hay muchas variables e historia en juego que habría que estudiar para emitir algún criterio más elaborado. Voy por el asunto del juego político, de la muestra de datos, de las decisiones tomadas a partir de las muestras que ¿representan a toda la población? ¿es en sí un reflejo de la realidad social? o es otro de esos "aparecen esas estadísticas y a mí nadie me ha consultado", tan común por parte de muchos ciudadanos.

Es preciso subrayar que son instrumentos de poder y disciplinamiento, digo: los datos, las estadísticas... donde hay intereses en juego. ¿Los interesados en estas vías de investigación seremos parte de esa dinámica o vamos a deconstruirla?




Carlos Silva K.

Referencias Bibliográficas

 





    jueves, 7 de septiembre de 2017

    Invitación a ver: La Chica de Mi Sueños*


    Aquí se habla del amor y en su imposibilidad, en que no hay teoría del amor, ni forma de bien-escribirlo, porque si se escribiera se haría desde la tinta de cada uno.  

    Es en esto con lo que sueñan los escritores y músicos, que al materializarse, no solo corresponderá a una proyección de su narcisismo, sino que en esta penosa aventura de relación, la intersección entre dos no llega a concretarse.

    No es vano mencionar que a consulta llegan personas desvalijadas o aturdidas con el tema del amor, el deseo/demanda del Otro, a lo que quienes ejercemos el psicoanálisis estamos atentos a escuchar aunque ceñidos a una teoría del significante, porque aun habiendo criterios y tips sobre el amor, no hay alguno que tenga la respuesta o solución adecuada.  Acudimos entonces a los poetas, a los escritores, al teatro, para ver pues, cómo es que esto funciona y concluir que el amor es nuestra ficción.










    *Se presenta en el Microteatro de #LaBota. #Guayaquil. Septiembre 2017.


    domingo, 6 de agosto de 2017

    Una observación a la moralina de algunos psicoanalistas. Escrito en diciembre del 2014



    Moralizar, ya es una inmoralidad.

    Con respecto a mi pregunta a la psicoanalista Hebe Tizio el día jueves (11/12/2014) pasado en la Universidad Católica, con respecto a que en las otras épocas el NDP se cumplía con rigor en la cultura, situación misma que por antonomasia genera-ba analizantes, y que ahora, siguiendo la exposición de la analista , se vive "la caída del NDP producto de la posmodernidad" (frase que se repite en muchos analistas), ¿Es que la posmodernidad ya no genera analizantes? ¿Está forcluida la cultura? ¿De qué se preocupa el analista?

    El psicoanalista mantiene una postura frente a la cultura (esto incluso a manera de pregunta), además que debe estar al tanto de la época, pero solamente para lo que fue inventado el psicoanálisis: para que el sujeto dé cuenta de sus formas de gozar, en relación a su deseo. Entonces mi pregunta para la psicoanalista: ¿Por qué el psicoanalista se introduce en los dispositivos de control, para sugerir cuánto limitar los goces o no? por ejemplo.  Quizá no pude ser claro con la pregunta en su momento, quizá menos ahora.  Seguida a esta idea sugería: "el psicoanalista está contra toda moralidad", y ella cerró esta postura con un "No" fuerte y claro.

    El psicoanálisis va contra todo bienestar y propuestas tranquilizadoras.  Su ética apunta al cuerpo que experimente sufrimiento a través del goce que, sufre por los "umbrales" del placer.  ¿Cuál debe ser la postura del analista frente a la decadencia de una época? Indicar "un camino a seguir" sería la menos indicada.  Mejor hay que preocuparse de por qué el psicoanálisis existe.

    La ética del analista no es una moral, eso es claro.  Es la ceñida por Freud en el tan recurrido texto Más allá del principio del placer.  Limitar el goce hoy no se puede lograr, sino es por los ideales de la religión, la biología, "el buen vivir", entre otros.  La ética del psicoanálisis implica una crítica a todas las desviaciones impuestas al deseo inconsciente.



    Carlos Silva Koppel

    sábado, 17 de junio de 2017

    ¿Por qué teatro y psicoanálisis? y ¿Por qué un hombre murió a puntapiés?**

    Invitación



    Esta obra en particular, la adaptación del cuento de Pablo Palacio, me llama personalmente la atención por la relación del método indiciario ­­­­­­­–es  decir de paradigma indiciario– con que se formulan las conjeturas, el mismo método que empleará Sigmund Freud o Sherlok Holmes para hallar “lo ominoso”: el método que va “de lo menos conocido a lo más conocido”.

    Tomo licencia para hablar justificándome con dos líneas que voy a trazar en cuanto la presentación de Aarón, en equivalencia con el trabajo de un psicoanalista… teatro y psicoanálisis.

    ¿Qué es la subjetividad sino lo más íntimo del sujeto?  En pocos lugares se asoma a cielo abierto, a cuerpo desnudo.  Sucede en el psicoanálisis en el lecho divanístico y en el teatro en la patria actoral.  No desdeñemos que la subjetividad puede ser acallada por cualquier banalidad, entre éstas, talleres de coaching o desarrollo de la creatividad.

    Vi el corte, el mismo que puede haber en una sesión de análisis, está a filo en la obra. 

    El corte solo es posible en espacios de intimidad y complicidad, entre psicoanalista y psicoanalizante… acá ente actor y espectador; solo es posible si tanto un psicoanalista, como un actor,  tienen un trabajo sobre su inconsciente y que dentro de la práctica –psicoanalítica o actoral, respectivamente-, está a la espera del surgimiento del inconsciente del público analizante.

    Un Hombre Muerto a Puntapiés puede ser llevada al teatro por cualquier actor, independientemente de la escuela actoral que sea, sin embargo diferirá de lo que salga de sí sobre su trabajo subjetivo... es lo que nos hará corte.  Igualmente, cualquiera puede autorizarse como psicoanalista, independientemente de la orientación lacaniana que elija, su trabajo subjetivo es el que oye cuando hace corte, cortadura que no es arbitraria; recordemos que un mal corte puede desanudar un lazo.


    La obra de Pablo Palacio es el acero, Aarón Navia es las tijeras y nosotros el papel.





    Carlos Silva Koppel


    **Se presenta en el Microteatro hasta Julio del 2017. 

    domingo, 11 de junio de 2017

    Sobre la nueva movida política pos lacaniana liderada por J-A. Miller

    Sadique, la religión del psicoanálisis emprende la cruzada

    Sadique (sádico), en el francés hay una cercanía homófona con Zadig. ¿Es que ha sido mordido, Miller, por la bestia voraz de la ambición? Es decir, por otra bestia voraz; Miller ha estado siempre en la palestra de la teoría lacaniana, la heredó, la tomó... detentando el discurso, autorizando, administrando -bajos sus telares de escuela- a l@s analistas que siguiendo su ejemplo, responden más a cuestiones de castas y sensibilidades políticas y de estatus, que de enseñanza y sostenimiento de un discurso.  Lo dice, nombra las escuelas, las únicas que hay en el mundo para él.

    Sus palabras finales a este escrito son de terror: "inscribir para siempre la enseñanza de Lacan en el discurso universal", es decir, el Lacan que él ofrece, es decir él como cruzado que legitimó a Lacan: 1. como si Lacan lo necesitase, 2. como si en Miller se halla a Lacan.  Su mejor idea es a través de una militancia, una militancia corriente cualquiera, que no tiene que ver con escuela, ni enseñanza, sino con una intromisión politiquera del psicoanálisis en la coyuntura. Por otro lado, tanto "Universal" o "para siempre", son categorías que constantemente se trabajan en el psicoanálisis si no en más, para deconstruirlas.

    Sabemos que "empezar desde cero" dejando lo que le antecede intacto, sin tomar en cuenta un retorno, es ingenuo, o solo tiene licencia para quienes encarnan esas luchas para ser recordados por la historia.

    Miller dice que retornará al Miller1... ¿es un alivio?. Propongo que vayamos al Lacan 1.


    El "renacido" Miller, es sin duda un evento que va con todo. ¿Qué es esto sino una fiel muestra mesiánica deschavetada? El espíritu de cuerpo es impresionante, a un nivel de bloque partidista; no hay intervenciones que apelen a una observación crítica de la cosa dentro, sino del tipo falacias o argucias retóricas que detentan los mismos analistas para zafarse de lo que los pone en entredicho, así como hacen los políticos.  O sea, hay un volcamiento a lo político para sostener al psicoanálisis, es decir ¿esa será la estrategia para hacer frente a las neurociencias o al marketing salvaje estragos de la globalización? ¿Qué dirán en el debate público/académico/científico/filosófico, alguna argucia retórica que apele a la persona y no a los contenidos?... el menosprecio, el viejo truco provinciano.

    ¿Hacer algo? ¿Se puede hacer algo en realidad o son ideales que responden a propias fantasmáticas? ¿O es estudiando como se sostiene el discurso? 




    Carlos Silva K.

    miércoles, 17 de mayo de 2017

    Burrismos



    ¿Qué está regido por las ideologías? ¿Qué referentes nos atraviesan (teóricos, vivenciales, deontológicos, culturales, etc)? Considerar que las "verdades" son ficciones o versiones; ver al victimismo como discurso populista (discurso del Amo) para crear conciencia de clase -lejano al fenómeno per sé-... es la base ideológica para justificar grandes barbaridades y afrentas como decir desde la política lo que sea “Los chavistas somos los judíos del siglo XXI”https://www.clarin.com/mundo/nicolas-maduro-chavistas-judios-siglo-xxi_0_S1isKTYl-.html (Enlaces a un sitio externo.) sin pensar en las repercusiones simbólicas a nivel global, desde las subalternidades.

    El sentido común de la época, la velocidad con lo que corre la información, surfear la ola solo desde la superficie y pasar la página, con el apuro de tener/ser/hacer... de terminar el libro sin digerirlo, por ejemplo... son síntomas posmodernos que nos impiden hacer lecturas algo más amplias sobre las bases estructurales de los problemas, sin entrar en el dilema de si son correctas o no.

    Carlos Silva Koppel

    domingo, 12 de febrero de 2017

    Apuntes sobre la experiencia psicoanalítica


    Resulta este comentario, desde la interrogante sobre el estudio del psicoanálisis y su misma transmisión.  De la que no es posible a través del discurso universitario o en detrimento de ello, de su enseñanza desde la palestra académica estudiando los textos, no como estudiosos de biblias, sino esta vez como lo hacen los filósofos.  En tanto que en el acaparamiento del saber que respecta al psicoanálisis, suponen, que no habría algo que falte, que es un discurso completo o al menos que debería serlo.

    Les funcionará más bien por algún tiempo, mientras las citas desde los estudios genealógicos del dato no falten, pero otros psicoanalistas más alevosos sabrán y tendrán en cuenta la existencia del objeto a, objeto a decir que enrumba la práctica.  Solamente el sustrato del pasaje al acto psicoanalítico, les dará por consecuencia el reconocimiento de lo penumbroso del uno por uno, incluido el analista desde su análisis.

     Que el quehacer y formación del analista se resguarden posiblemente en la comodidad del academicismo o en el deslizamiento de ser una mera práctica psicológica, atienden a intereses para ganarse la papa, o de ignorar/negar de qué va el psicoanálisis.  No es un acto de la consciencia, sino es el cuerpo que se resiste de muchas maneras a realizar la división del sujeto; cuestión por la cual el psicoanálisis se aleja de la filosofía.

    Para Lacan, el significante es la materia que se trasciende en lenguaje.  Hay entonces los que se jactan de no haber hecho su experiencia de análisis dando más valor al estudio académico de la teoría, pero con la probabilidad de no haberse encontrando con la propia mierda en su análisis o el escollo de un analizante en la práctica privada.  Con esta pobreza de saber, el filósofo se bate con la verdad. 

    Suficiente con haber sido analizado o ser analista para saber esto.



    Carlos Silva Koppel





    sábado, 4 de febrero de 2017

    Ese fútbol de la política


    La falta de inteligencia ecuatoriana para elaborar una estrategia sensata que le haga frente a la de “La Revolución Ciudadana”, convierte a esta última en un régimen anquilosado.  Súmese a esto que las voces intelectuales de peso han sido sumisas, sometidas a la burocracia o silenciadas por sueldos jugosos, como para establecer nuevas propuestas en política.  En efecto, no ha habido evento que nos haga corte.  Así como en el fútbol existe la incapacidad de poner un alto al fanatismo, sucede en política, más cuando toda presunta revolución termina con la idolatría de sus jefes; más allá de buscarle las causas místicas, es por la fuerte mediatización del culto a la personalidad.  En ambos casos, fútbol y política, se siguen a ídolos ¿a dónde? Nadie sabe.

    “Revolución” es una palabra mágica que cautiva a las masas, les vende el elíxir de la esperanza y promete cambiarlo todo.  Se vale del revisionismo histórico y lo más íntimo del imaginario social para utilizarlo luego en lo que puede denominarse desde lo utópico: un proyecto infinito.   Algo que nos ha enseñado la historia es que las revoluciones terminan vejadas por las más cobardes dictaduras.  Podemos remarcar entonces la existencia de una política objetiva, caracterizada por lo concreto entre desaciertos y aciertos de un gobierno, y una política subjetiva observada en la militancia, que coincide con los grupos que han sido beneficiados en el poder y por el poder.  Sin embargo un llamado proyecto revolucionario es imposible que continúe su curso, sin que la subjetividad no esté guiada por el líder que le haya dado nacimiento; lo más probable es que fracase.

    Sobre las ruinas del correísmo ¿Qué podría triunfar? Con el paso del tiempo se ha olvidado qué es un triunfo político o nos han hecho creer cuál sí es un triunfo a través de la propaganda, siendo ésta el verdadero triunfo de los partidistas.  Comprenderlo es más complicado que un score futbolístico.   A estas alturas un triunfo sería esclarecer de dónde provienen las sospechosas grandes fortunas de los que tienen o han tenido un acercamiento a la política.  No desde hace diez años al presente, sino desde antes.  Un triunfo sería poder indignarse por ello e inaugurar así una nueva civilización y cuestionar que el cambio de poder, no sea nada más un cambio de futuros ricos.  O un cambio de individuos que vendan el país al mejor postor para justificar las ineptas campañas del ejercicio de los excesivos aparatos burocráticos.

    Sean pocos o muchos quienes estén pensando en la historia de donde viven, pueden darse cuenta en dónde yacen los acontecimientos trascendentales y ver cuáles son las herencias que deja cada sistema político.  La militancia, con su cercanía a cualquier otro fanatismo acéfalo que le caracteriza, cuando llega al poder convierte al Estado en una extensión del partido, lo sabemos y lo hemos visto.   Estamos parados todo el tiempo, otros abanicando banderas, frente a cosas que no podemos permitir  y que como es usual, esperamos al pitido final a ver quién gana el juego que otros juegan.



    Carlos Silva Koppel

    jueves, 2 de febrero de 2017

    Sobre el cosmos (parte 1)



    Sin duda todos pensamos y estamos conscientes de que existe una realidad a nuestro alrededor, sin embargo, condicionada a lo que nuestros sentidos a duras penas pueden percibir.  Algunos pensarán que podría haber otras formas de realidad, relacionándose con alguna droga fuerte, pero sabemos que solo distorsionan la percepción.  En cambio, la física y la biología están un poco más al tanto que para aprehender la realidad en la medida de lo posible, tienen que hacer uso de herramientas como el telescopio o microscopio, aún siendo éstas un poco insuficientes para comprender a la misma.

    Se trata entonces de la alegoría de la caverna de Platón.  Pero metafóricamente ¿qué sería hoy nuestra caverna? ¿Nuestra mente? ¿Casa? ¿Ciudad? ¿El mismo mundo? ¿La religión? Lo cierto es que en relación a la caverna, damos estatuto de Verdad a lo primero que hemos podido ver o sentir (¿?), cuando ya nos vamos introduciendo en materia de estudio, la Verdad (con mayúscula) y según Platón, solo puede ser accesible a través de las matemáticas.  Desde esta apreciación, así es como hemos construido nuestra realidad con el paso del tiempo, desde la caverna.  Por eso es que Lewis Carrol nos da una lección con Alicia en el País de las Maravillas.  ¿Es hora de empezar a desconfiar de nuestras pequeñas certezas?



    Aristóteles por su parte decía que fuera de la tierra todo era eterno y perfecto, sin cambio y que ésta era el centro del universo, comparándola incluso con el corte transversal a una cebolla.  Lo que Copérnico en 1543 rebatió con su obra “Las revoluciones de las esferas celestes”, donde algunos ya sabrán, propone que el sol es el centro del universo y no la tierra.  El problema con sus postulados es que necesitaban más de la física para poderse establecer, hasta la llegada de Galileo, Kepler y Newton.  Copérnico escribe de astronomía, sin ser un buen astrónomo.  Recordemos que no existió telescopio hasta 1609, gracias a Galileo a partir de lo que ya había en ese entonces manufacturado, decidió construir uno según su geometría.

    Mientras Galileo se encargaba de investigar las interrogantes del universo y la gravedad de la tierra, desde Italia, en Praga lo hacía Johannes Kepler usando la investigación recogida del danés Tycho Brahe.  Pensó que Copérnico tenía razón en que el sol era el centro, sin embargo, las órbitas de los planetas no podrían ser circulares, sino elipsoidales (dándole mayor importancia a la geometría), girando alrededor del sol por alguna fuerza que aún no se podría explicar hasta la entrada de Newton.  Lo que hasta ese entonces se decía acerca de las leyes físicas de la tierra, no coincidían con lo que se pensaba del universo.  


    Newton propone (Philosophiae naturalis principia mathematica 1687) que la misma fuerza que atrae los objetos hacia la tierra, es la que atrae los planetas al sol: la fuerza ejercida entre dos cuerpos de masas m1 y m2 separados una distancia r es proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia, es decir:






    F es el módulo de la fuerza ejercida entre ambos cuerpos, y su dirección se encuentra en el eje que une ambos cuerpos y G es la constante de gravitación universal.  De esta manera Newton unifica la física de la tierra, con la física del cielo.  Siendo la gravedad esencial para entender el universo.